Capítulo IV

104 28 2
                                    

Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

Magnus no podía decidir si eran increíblemente afortunados o estaban malditos.

—Espera, espera. ¿Tú también eres un dragón? —le preguntó a Tino mientras que trataba de entenderlo.

—¡Sí! Estaba muy, muy aburrido en mi escondite cuando olí el aroma a humanos. ¡Así que dije que tenía que conocer los nuevos amigos de Sigurd! —exclamó como si fuera lo más natural del mundo.

Magnus se rascó la nuca y suspiró.

—No son mis amigos, casi se convirtieron en mi almuerzo —Sigurd lo aclaró de inmediato.

Sin embargo, a Tino no le interesó demasiado su respuesta.

—De todas maneras, ya estoy aquí —Tino le regaló una honesta sonrisa a Magnus.

A este último le dio escalofríos al verlo, pues bien se podía ver que aquel aparente inocente muchacho escondía una naturaleza más sombría.

—Sí, me alegro... —Magnus rió nerviosamente antes de dirigirse a su compañero de aventuras:—Ber, ¿puedo tener una palabra contigo? —le preguntó.

—Sí, está bien —Él estaba igualmente confuso. Una semana atrás, hubiera creído que los dragones eran puras patrañas de gente supersticiosa. Sin embargo, ahí estaban, frente a ellos, como si nada.

Una vez que se apartaron lo suficiente, Magnus tomó por el hombro al otro.

—¿Qué se supone que vamos a hacer con ellos? —Magnus trató de decirlo lo más despacio posible, pero se notaba la desesperación en su voz.

—Bueno, no creo podamos abandonarlos a su suerte —murmuró mientras que contemplaba a Tino. Éste parecía maravillado con todo lo que veía y al parecer incluso intentaba contar un chiste a un muy desinteresado Sigurd.

Magnus rodó los ojos.

—No sabía que te gustaban los dragones en ese sentido —Magnus se burló.

—Toda esta situación es tu culpa de todas maneras —Berwald se arregló las gafas y carraspeó:—Así que te toca a ti de proveer una situación a todo esto —añadió.

Magnus miró a las dos criaturas que estaban apenas a unos escasos metros de distancia de los dos.

—Supongo que no tenemos otra solución —Suspiró:—Pero si encontramos un tesoro, tres cuartos del mismo será mío y el resto tuyo —le advirtió. Al menos, alguna ganancia debía sacar de todo ello.

Mientras que los dos continuaban discutiendo su futuro, Sigurd se peleaba con la capa que Magnus le había dado. Le irritaba lo poco que le cubría.

En cuanto vio que Magnus y Berwald regresaban, Sigurd se acercó a pasos agigantados.

—¡Dame otra ropa! Esta apenas me cubre —Le demandó avergonzado.

—¿Acaso los dragones no andan desnudos todo el tiempo? —Berwald preguntó con curiosidad.

Sigurd le fulminó con la mirada y Berwald optó por callarse.

—¡Primero tienes que decir las palabras mágicas! —Magnus quiso probar un poco la paciencia del dragón.

—¡Oh! ¿Puedo entrar en el concurso también? ¡Estoy seguro que sé a qué palabras mágicas te refieres! —exclamó Tino con emoción. Era como un cachorro que tenía nuevos juguetes con los cuales entretenerse.

—Ni te atrevas —le advirtió Sigurd a Tino antes de concentrarse en Magnus nuevamente:—Que me des pantalones —le dijo nuevamente.

—Bueno, bueno. ¡No te sulfures! —le pidió Magnus antes de darse la vuelta, bajar su morral y buscar algún pantalón de cambio para el muchacho.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now