Parte sin título 2

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Magnus se percató de su error demasiado tarde.

—Te lo dije —Berwald le recriminó. Si no fuera porque estuvieran en una situación de vida o muerte, encontraría cierto placer en decir tal cosa.

—Bueno, ahora es demasiado tarde, ¿no lo crees? —Magnus se defendió.

—Podrías empezar a pensar de un modo en el que podamos salir de aquí —Berwald apenas se movía de su lugar.

En frente de los dos, un muy temperamental dragón se encontraba escuchándolos atentamente. Cientos de años lidiando con la estupidez de los humanos o quizás fuera así su personalidad, lo llevaron a tener muy poca paciencia. Cualquiera fuera el caso, estaba enfadado.

—¡No es mi culpa de que la leyenda realmente sea cierta! —Magnus exclamó nuevamente. Sabía que estaban en un buen embrollo.

Magnus y Berwald eran dos amigos que disfrutaban de ir de aventura en aventura. A veces, conseguían grandes botines de dinero explorando sitios que nadie más se animaba. Pero en esta ocasión, ni siquiera sabían si iban a salir con vida.

El dragón estaba cada vez más nervioso por culpa del humano con los cabellos puntiagudos.

—¿Qué hacemos ahora? —Berwald había sido un gran escéptico de todo el asunto y había creído que Magnus había estado hablando de tonterías. Sin embargo, la enorme criatura situada a pocos metros de él le demostraba que su amigo tenía razón.

En ese momento, Magnus decidió dar un paso adelante e intentar negociar su huida.

—Señor Dragón... —Magnus se aclaró la garganta, más que nada para esconder su nerviosismo:—Si nos dejas ir, prometemos que no vamos a revelar tu existencia —Esa fue la mejor ocurrencia que tuvo. No era la mejor, pero esperaba que fuera suficiente para el animal.

—¿Me interrumpen mi sueño y luego me piden que no les castigue por su insolencia? —El dragón preguntó con un atisbo de impaciencia.

—Sí, esencialmente sí —Magnus se encogió de hombros. No había razón para mentir a la criatura.

—¿Qué recibo a cambio? —El animal cuestionó. Quería algo más que una mera promesa.

Magnus se puso tan nervioso que dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

—¡Te puedes comer a mi amigo! —exclamó y señaló a Berwald.

—¡¿Qué?! Si alguien debe ser alimento de dragón, eres tú, idiota —Berwald se sorprendió con la rapidez que el otro le lanzó al frente.

El dragón, por su lado, rodó los ojos. Por esta clase de cosas, detestaba lidiar con humanos.

—No me interesa tu amigo —dijo finalmente. El animal había posado sus ojos sobre Magnus.

—¡Nos vemos luego, idiota! —Berwald salió tan rápido de la cueva como pudo, dejando a su mejor amigo a solas con el animal.

—¡Oye, espera! —Magnus pretendió seguirlo pero el animal pisó tan fuerte que todo comenzó a temblar y el muchacho se vio obligado a quedarse en su sitio.

Por supuesto, el dragón seguía enfadado con la actitud de Magnus.

—¿Qué vas a darme a cambio? —El dragón insistió. No iba a ceder hasta que el humano le diera una respuesta concreta.

—¿Dinero? ¡No sé qué rayos quieres! —Magnus estaba exasperado, ya que no sabía cuál era la respuesta que el animal deseaba escuchar:—Tengo oro, pero no sé porqué un dragón querría oro. No es como si existieran los mercados de dragones —murmuró.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now