Capítulo VII

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Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

Tino observó el lugar donde Sigurd estaba señalando en el mapa y negó enérgicamente con la cabeza.

—No. De ninguna manera —dijo el muchacho y dio un par de pasos hacia atrás:—No vamos a llevarlos ahí —Tino frunció el entrecejo.

—Tino, no hagas esto, por favor —Sigurd le suplicó. El que Tino hubiera aparecido y no solamente eso, acompañarlos ya era de por sí un problema. No quería que se añadiese otro si podía evitarlo.

—Sigurd, por favor, piénsalo mejor —Tino no estaba dispuesto a ceder su posición. No quería discutir tan abiertamente con el otro pero era capaz de hacerlo con tal de no tener que ir a ese lugar.

Magnus y Berwald estaban allí, parados y en silencio, observando a los dos dragones discutir.

—¿Vamos a ver cómo dos dragones pelean en vivo y en directo? —Magnus le preguntó en susurros al otro:—Porque me olvidé de la cerveza y las palomitas de maíz.

—Me preocupa más el hecho de que podamos convertirnos en pollos asados si llegan a una pelea —admitió Berwald sin apartar la mirada de las dos criaturas.

Ninguno de los dos dragones estaba dispuesto a contemplar el punto de vista del otro.

—Tino, tenemos que ir allí —Sigurd le suplicó una vez más. ¿Acaso debía arrodillarse para que dijera que sí? Su orgullo de dragón se lo impedía pero si Tino no cambiaba de opinión, quizás tendría que hacerlo.

—Sigurd, creo que es una pésima idea. Es un lugar... —Tino se negó a describirlo. Estaba preocupado por los dos humanos y además temía los recuerdos que le podrían asaltar al llegar a ese sitio.

El mencionado respiró profundamente y luego contempló a los dos exploradores.

—Sé que esto va a sonar grosero, pero necesito un momento a solas con Tino —les pidió a ambos.

—¡Oigan, se suponen que ustedes nos iban a seguir a nosotros, no al revés! —Magnus se quejó pues estaba completamente desconcertado.

—De todas las ideas que has tenido, hacer enojar un dragón será la más estúpida de todas —le recordó Berwald antes de darse la vuelta y abrir la puerta para marcharse.

—Sólo necesito cinco minutos —añadió Sigurd, esperando convencer a Magnus.

Tino miraba desde su rincón toda la situación. Trató de adivinar lo que se proponía hacer Sigurd, pero no lo entendía. Una mera charla no iba a convencerle.

—Vamos —Berwald jaló a Magnus quien todavía estaba sorprendido por la forma en la que todo estaba ocurriendo.

Una vez que la puerta se cerró, Sigurd respiró profundamente. Había esperado el momento perfecto para confesarle a Tino lo que había visto.

—Hay una buena razón por la que quiero ir allí —Sigurd se rascó la nuca antes de continuar:—Magnus tiene un tatuaje en la espalda. Uno que cubre toda su espalda, como una especie de escudo de un color rojo escarlata —Se quedó callado esperando la reacción de Tino.

Éste se sorprendió y se calmó un poco más. Inclusive su expresión se suavizó.

—Berwald tiene uno parecido —Tino ladeó la cabeza como si quisiera comprender su significado:—Pero es de un color dorado —comentó y luego se mordió el labio inferior:—¿Tú crees qué...? —Dejó la pregunta al aire, como si no se animara a terminarla.

Sigurd asintió y se sentó sobre la cama.

—Es por eso que tenemos que ir a ese lugar. Tal vez sólo encontraron un par de imágenes en un libro viejo y se tatuaron porque... —Sigurd se encogió de hombros:—O tal vez ellos... —Sigurd se dio la vuelta y miró a su amigo.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now