Capítulo VIII

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Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

Magnus y Berwald intercambiaron miradas sin decir nada. Estaban atónitos.

—Pensé que eran exploradores —Sigurd dijo con decepción:—Entonces vamos y exploremos —insistió al ver que los dos hombres tenían dudas al respecto.

—Eh... —Magnus se rascó la nuca, tratando de pensar en algo pero no podía pensar en ninguna excusa:—Supongo que es un lugar genial —Se rió nerviosamente.

—Entonces ¿por qué se llama el Infierno de Dragones? —Berwald se atrevió hacer la pregunta que evidentemente Magnus no pudo realizar.

—Porque a la gente de la antigüedad le gustaban los nombres estrafalarios —Tino se encogió de hombros y luego comenzó a citar:—Ya sabes, como esa famosa cueva, "El grito de la vieja" o el "Desierto de la Muerte". Son sólo estúpidos nombres —añadió sin darle mucha importancia.

Magnus volvió a mirar a su compañero.

—Entonces, ¿qué hacemos? Lo peor que podría suceder es que nos caigamos y suframos una horripilante muerte —Magnus comentó como si fuera algo de lo más normal y cotidiano.

Sigurd rodó los ojos al escuchar semejante declaración. Se acercó a Magnus y le pinchó la mejilla para llamarle la atención.

—Vamos a protegerles, idiotas. No pueden pedir mejores guardianes que dos dragones mágicos —Le siguió tironeando de la piel hasta que la misma se tornó roja.

Berwald terminó accediendo.

—Supongo que lo único que tenemos por perder es nuestra vida —comentó antes de dejar escapar un largo suspiro.

—¡Sí, ese es el espíritu! —exclamó Tino antes de agarrar la mano de Berwald con firmeza:—¡Haré lo mejor que pueda para protegerte! —dijo con entusiasmo.

Berwald se limitó a a asentir avergonzado.

Después de discutir unos cuantos detalles más, decidieron salir al día siguiente. Más que nada porque los dragones temían que los dos exploradores cambiaran de opinión.

Esa noche, tras asegurarse de que Berwald y Magnus estaban durmiendo profundamente, las dos criaturas se subieron al techo para hablar un poco más.

—¿Crees que vamos a encontrar nuevos huevos? Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que alguien como nosotros ha nacido —Tino le preguntó al otro dragón. Miró por todas partes por si acaso, pese a que había pasado casi diez minutos observando como Berwald dormía.

—Eso espero. Quiero leer ese libro que tiene Berwald, pero temo que los humanos comiencen a sospechar —respondió Sigurd al mismo tiempo que contemplaba la luna llena que alumbraba la noche.

Se quedaron largo rato en silencio. Tino puso la cabeza sobre el hombro de Sigurd y se relajó antes de plantearle una nueva interrogante.

—¿Crees que ellos van a volver algún día? —Tino sabía que no era una pregunta muy discreta pero Sigurd era el único que podía realmente entender sus sentimientos. Año tras año, década tras década, siglo tras siglo, seguían aguardando por el nuevo renacimiento de sus antiguos compañeros.

—Yo... —Sigurd se mordió la lengua. Cada año que pasaba, su esperanza se desvanecía un poco más. Aunque en su interior algo le decía que no se diera aún por vencido.

Tino retiró la cabeza del hombro del otro y la sacudió. Luego sonrió tristemente.

—Lo extraño mucho. No era un buen conversador pero sabía escuchar todas mis locas aventuras. Nunca me reprochaba nada —Bajó la cabeza cuando se dio cuenta de que iba a comenzar a lagrimear y se puso a jugar con sus dedos. A pesar del tiempo, el dolor seguía como si la pérdida hubiera sucedido ayer.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now