-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate, y de la victoria.-
A nosotros tres nos encomendaron una misión, una dada por nuestro querido padre: Odínel tuerto, rey de Asgard, dicho así sonaba con más honores de los que uno se podía imaginar. Los tres eramos hijos de mujeres distintas, pero compartíamos la sangre paterna, los tres eramos aesir, y estábamos orgullosos de hacer lo que nuestro padre nos ordenaba. Guiando la marcha, iba Thor, el primer hijo de Odín, el salvador de los hombres. Justo en medio, lo seguía Balder, el segundo hijo de nuestro padre, el más bello de todos. Por último, me encontraba yo, Tyr, al que los hombres llamaban dios de la guerra, quizás porque era el mejor en ello, el más valeroso.
La misión era sencilla, iríamos a Midgard, buscaríamos un bosque donde vivían brujas gigantas que eran capaces de parir lobos, algo que nada más pensarlo llenaba de miedos y horrores la mente de cualquiera.
Aquella bruja, aquella a la que llamaban Angrboda, daba tanto miedo como el bosque que le rodeaba, hacía juego con su porte frío e infame. Aunque yo no sentía ningún tipo de temor hacia ella, yo jamás había temido a nada, me enfrentaba a todo con valor y coraje. Mi porte era el propio de un héroe, de cualquiera digno de aparecer en las leyendas o eso comentaban los hombres, en Asgard. Yo, Tyr, jamás me consideré nada de eso, simplemente hacía lo que debía hacer.
El Bosque de Hierro en Midgard, un lugar donde los árboles y la tierra permanecían secos, donde los animales no vivían o si lo pretendían, perecían bajo el árido suelo. Tan solo esas brujas gigantas, capaces de parir gigantes con forma de lobo, eran capaces de sobrevivir en una tierra con esas condiciones, una extraña y peculiar, como lo eran ellas. La magia de Angrboda, unida a la simiente de Loki, habían creado a los seres que se nos había ordenado buscar, una niña deforme, un lobo, y una serpiente.
Thor no disimulaba en absoluto la aversión que sentía por la pequeña, cuya mitad izquierda se decía que estaba desfigurada, hablaba por el camino sobre ella, y se jactaba también diciendo que de tener a esa serpiente delante, no saldría corriendo como un cobarde. Balder por el contrario no parecía asustarle la posibilidad de encontrarse a una niña así, o si quiera encontrarse un lobo o una serpiente. Mi hermano no había sido nunca de preocuparse en exceso por las cosas. A mí por mi parte, no me gustaba la descarada mirada, carente de afecto hacia su estirpe, que nos dedicó la bruja Angrboda cuando la encontramos, y sin embargo, aun con esa frialdad, llegué a sentir lástima por ella, porque en el fondo veía que había algo de miedo en sus ojos. No parecía sentir simpatía por lo que había salido de su ser, los había criado como la madre que era, pero les temía y contra más lejos de su presencia se encontraran, más tranquila estaba.
Angrboda nos miraba con una sonrisa descarada y malvada en los labios. Loki a veces sonreía de forma semejante, pero aquel dios no hacía nunca verdadero daño a los aesir, al final acababa solucionando los problemas que él mismo generaba, y siempre con un margen de beneficio para todos nosotros. La giganta por el contrario, juraría que era la maldad personificada, al menos de ella había salido el mal.
La bruja vestía con ropas negras, de color idéntico a sus cabellos rizados, los cuales caían por sus delgados hombros, hasta la marcada cintura. Los llevaba de tal forma que parecía un nido alborotado, un caos de bucles perfecto. Sus labios eran del color de la sangre recién derramada, al igual que lo eran sus ojos.
— ¿Queréis a los niños? —preguntó con cierta burla.
—Sí —respondió Thor con su característico torrente de voz, semejante a un trueno en la tormenta. Si mi hermano no se ponía por delante en cualquier situación, no era Thor el que estaba aquí presente.
ESTÁS LEYENDO
Los hijos de Loki
FantasyLoki estuvo una vez con una giganta llamada Angrboda, tres hijos tuvo con ella: el gran lobo Fenrir, devorador de mundos; la serpiente Jörmundgander, la serpiente de Midgard; y Hela, la diosa de los muertos. Los tres hermanos fueron encerrados en As...