Capítulo VI: La primera cadena

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-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate, y de la victoria.-


El lobo creció, como crece cualquier niño, hasta volverse adulto. Era consciente de que esto pasaría, estaba preparado.  Lo que siguió a continuación y los años que pasé con Fenrir, también permanecí preparado para ellos. Pasé mucho tiempo pensando en el futuro, ya que estaba seguro de que un día ocurriría aquello que menos deseaba.

Fenrir me hacía caso en todo, le decía que se quedara tumbado en un sitio y ahí permanecía hasta que volvía, incluso si tardaba demasiado, siempre me esperaba. Al principio veía en sus ojos que sentía miedo de que llegara a abandonarlo, solo me tenía a mí, y creo que eso dio pie a su deseo de querer ser más fuerte, para así no sentirse tan vulnerable y dependiente de mí. Después comenzó a mostrar más emociones, como afecto y cariño, movía la cola y me lamía las manos al verme, luego pasó a tirarse encima mía hasta que obtuvo unas dimensiones poco saludables para mis costillas.

Posteriormente algunos dioses empezaron a acercarse a Fenrir y a hacerle compañía en mi ausencia. Vidar, por ejemplo. El lobo y él tenían una extraña, peculiar, y silenciosa relación. También vi a Loki acercarse a su hijo. Entre medias no distinguí escenas paternales, las típicas que uno pudiera encontrarse, después de que un padre viera a su hijo tras varios años encerrado en un bosque o bajo mi custodia. Loki simplemente visitaba a Fenrir, y hablaba con él de temas que yo desconocía. Me llamaba la atención que Loki no intentara convertirlo en un joven rebelde, simplemente charlaba con Fenrir. Quizás Loki no hacía tal cosa porque era consciente de todos los problemas que ello ocasionaría y prefería ahorrárselos a la larga, algo bastante sensato por su parte, opinaba. Thor también se acercaba de vez en cuando, pero no le dedicaba bonitas miradas a Fenrir. Mi padre seguía sin fiarse de él, así que los intentos del lobo por hacerse amigo del rey de Asgard fueron frustrados por el carácter severo de Odín.

Como joven que estaba creciendo, Fenrir tuvo sus momentos de rebeldía, como aquella vez que desapareció de Asgard durante un día entero. Recuerdo haberle reñido por ello, pero Fenrir no quería ni mirarme, ni hablar del tema. Hizo algo ese día de lo que no se sintió del todo orgulloso, y no quiso contarlo. Años más tarde lo descubrimos, había dos lobos trotando por el cielo de Midgard y persiguiendo a quienes arrastraban el sol y la luna, dos gigantes que mi padre colocó ahí en el principio de los tiempo. Os contaría la historia, pero quizás sea mejor hacerlo en otro momento. No quise preguntar a Fenrir por esos lobos pero mi instinto decía que Fenrir era su padre y que Odín había aprovechado la existencia de estos dos para sus fines. Desde luego había sido una forma un tanto radical de quitarse un problema de encima. Si ya mi padre se sentía inseguro con Fenrir, dos más como él no le harían sentirse mejor. Echarlos a un lado antes de que yo me enterara y decidiera hacerme también cargo de ellos, había sido su plan.

El lobo creció, y creció, creció tanto que hasta llegó a sobre pasar mi altura, lo que me ocasionó algunas dificultades cuando quise hacer cosas simples y cotidianas con él. No solo me tenía que ocupar de dar de comer a Fenrir, también de sacarlo a pasear para que se moviera y asearlo para mantener su higiene, algo que se dejaba muy de vez en cuando. Solo hacía lo que cualquiera haría si tuviera un animal a su cargo, aunque el mío fuera un animal un tanto peculiar.

Fenrir llegó a ser tan grande como una montaña, pero una de las ventajas de los gigantes era su habilidad para cambiar de forma, así que por regla general se mostraba ante mí con un tamaño más o menos aceptable. Podía darle de comer cómodamente y mirarle sin sentir que se me iban a quebrar las vértebras del cuello.

— ¿Has visto, Tyr? —Me decía orgulloso— ¡He crecido tanto que podría rozar el cielo con mis dientes! —pero yo no me sentía para nada orgulloso, y Fenrir lo sentía. ¿Razones? ¿No eran obvias llegados a este punto?

Los hijos de LokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora