-Narra Tyr: dios de la guerra, de la gloria en combate y de la victoria.-
A la mañana siguiente, solté al lobo. Se había quedado dormido sobre mí, y al llegar el día, se sintió demasiado encerrado en las cuatro paredes que usaba por dormitorio. Necesité reposo tras la larga noche, así que lo dejé a mi lado, ya que no podía separarse de mí.
Una vez estuvimos fuera, Fenrir pisó la hierba con sus patas, al salir al prado, queriendo comprobar si de verdad aquel terreno era tan blando como se apreciaba. Si solo había vivido en el Bosque de Hierro, no me resultaba extraño que aquel lugar le llamara la atención. El lobo pasó a dar un salto sobre la hierba, como si quisiera comprobar que de verdad estaba tan blanda como parecía, y no era el anterior salto fruto de una casualidad. Yo estaba detrás, con las manos en la espalda y desprovisto de armadura, mi hacha sin embargo me acompañaba, sujeta a mi cintura, nunca se debía ser demasiado confiado. Tuve que alzar una ceja cuando vi al cachorro saltar repetidas veces sobre el terreno y revolcarse sobre este. ¿A Fenrir lo consideraban peligroso? ¿A un niño que jugaba con cosas que no comprendía? No estaba haciendo nada que un crío de su edad no debiera hacer.
—No puedes salir de aquí —advertí al lobo después de unos minutos, donde le dejé divertirse tranquilamente.
Fenrir se volvió alzando todo lo que podía aquellas aplastadas orejas que colgaban aun sin quedar tiesas, sobre su cabeza.
—Mi familia te quiere aquí —le dije—, en Asgard, y por esta extensión de prado. No te alejes, ¿entendido?
El lobo asintió, un gesto extraño en un animal, pero yo ya tenía asumido que no era un animal. Seguí observando sus gestos un par de minutos más, ahora se encontraba distraído cazando un insecto que se había encontrado entre sus patas.
—Fenrir —le llamé cuando vi que hubo concluido su caza.
El susodicho dejó lo que estaba haciendo y me miró con aquellos ojos incandescentes, de verdad que parecían dos brasas. Se decía que Loki no era íntegramente un gigante de escarcha, que parte de él era gigante de fuego y por esa razón era capaz de expulsar fuego por sus manos. ¿Sería este el resultado de esos rumores, o el muchacho simplemente tenía los horribles ojos de su madre?
—Ven aquí —le ordené acuclillándome frente a él. De inmediato vino trotando con los andares de cualquier cachorro, aunque seguía insistiendo en que sus dimensiones no lo eran, parecían más bien las de un perro mediano—. Voy a ir a buscarte comida, ¿me prometes que no te vas a mover de aquí?
—Te lo prometo —dijo el lobo tranquilamente... dijo...
— ¡Por las barbas de...! —No miré a ningún sitio en concreto, y al mismo tiempo miré en todas las dirección, asombrado ante ese prodigio— ¿Puedes hablar y nunca me lo has dicho?
— ¡No me has preguntado! —me echó en cara enseñando los dientes, razón no le faltaba. Decidí dejarlo pasar, no era un dato de gran importancia.
—Debes portarte bien—le advertí, sabía que todos estaban alerta y a la mínima podría pasarle cualquier cosa.
—Me portaré bien... —agachó las orejas.
Ahora que me percataba de ello, que fuera capaz de hablar no era tan peculiar, era un gigante, claro que podía hablar. Aproveché ese instante en que Fenrir bajaba la vista para acariciar su cabeza, alzándome desde el suelo poco después.
—Recuerda, no te muevas de aquí, volveré con comida —insistí.
El lobo volvió a asentir. Lo vi tumbarse de costado, donde se quedó contemplando el paisaje. Para él todo esto era ajeno, extraño, e impresionante, y parecía querer ser capaz de devorarlo con la mirada. Después de vivir en ese bosque tan siniestro, me parecía una actitud bastante normal la que estaba mostrando hasta ahora.
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Los hijos de Loki
FantasíaLoki estuvo una vez con una giganta llamada Angrboda, tres hijos tuvo con ella: el gran lobo Fenrir, devorador de mundos; la serpiente Jörmundgander, la serpiente de Midgard; y Hela, la diosa de los muertos. Los tres hermanos fueron encerrados en As...