Daniel detuvo la alarma de su celular con los ojos entreabiertos, era una hora antes de la que Damián se despertaba a diario para ir a clases. Era miércoles y el sol se filtraba con fuerza a travez de los agujeros que habían en las cortinas de encaje de la habitación.
Daniel se levantó y acarició la mejilla de Damián que aún no despertaba, caminó hasta el baño de su habitación y cerró la puerta antes de encender la luz.
Damián abrió los ojos al escuchar el agua corriendo en el lavadero mientras Daniel cepillaba sus dientes, se levantó casi de un salto y buscó sus bóxers entre las sábanas, se los puso a tientas dentro de la cama y miró hacia abajo esperando encontrar la ropa que llevaba puesta el día anterior. No tuvo tiempo de colocarse el pantalón cuando la puerta del baño volvió a abrirse, Daniel no traía más que las medias puestas y caminaba campante desde un extremo de la habitación hasta la cama en la que volvió a echarse y recostó la cabeza sobre el estomago de Damián.
—Traes puesta mi ropa interior. —comentó riendo.
—¿Qué? No, mis bóxers eran blancos y los tuyos...
—Blancos, y los tuyos no eran Calvin Klein como esos. No te preocupes, puedo prestártelos. —acarició su pecho con las manos suaves y levantó la cabeza para mirarlo, evitó reír al verlo con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas— ¿tú fumas?
—Solo cuando necesito relajarme, no es un vicio serio.
—Suena bien, ¿hay que relajarnos en el balcón? —propuso estirando el brazo hasta alcanzar su velador, sacó una cajetilla y un encendedor que no estaban ocultos como los tenía Damián.
Daniel se puso una bata de seda que tenía al pie de su cama y Damián se envolvió en las sábanas blancas. La mañana había empezado tan pronto que el clima simulaba ser como cuando ya estaban en clases, los autos pasaban constantemente al frente de ellos con adultos manejando hacia su trabajo y escolares en los buses.
—Mamá ya debe estar abriendo el restaurante sola.
—Dale, te pregunté si querías relajarte y eso no incluye pensar en madres.
Encendieron los cigarrillos y se sentaron uno al frente del otro en las bancas de fierro que habían en el balcón. Damián podía ver a sus vecinos caminando hacia el restaurante, algunos miraban hacia arriba tras percibir el olor que emanaba del balcón y ambos chicos ocultaban la cabeza hacia adentro para evitar ser vistos.
—Tengo una camiseta de repuesto por si quieres, la tuya no debe estar tan limpia. —ofreció intentando sin éxito hacer aros con el humo.
—Gracias. Yo tenía varias pero fueron desapareciendo con el tiempo, creo que una está en casa de Alberto. Hablando de Alberto...
—¿Qué sucede con él? ¿Le has contado de nosotros?
—En realidad lo sabe desde antes que existiera un nosotros.
—Vaya, entonces tenemos un cómplice. —dijo expulsando el humo— Sabes, después de todo este tiempo no he podido encontrar a alguien que pudiese entender lo que sucedía conmigo, por ese lado siento envidia de ti.
—No te preocupes, cuentas conmigo y es suficiente.
*
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Bajo el agua
Genç KurguLas palabras bajo el agua son más sinceras que las que te puedo decir aquí, los besos bajo el agua tienen más significado que los que te puedo dar en la superficie, y nuestros cuerpos bajo el agua... nuestros cuerpos no significan nada...