-Prologó-

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El fuerte sol de Junio iluminaba con una gran intensidad al grupo de adolescentes sudorientos que corrían por la gran pista del Instituto Santa Cecilia. No es que fuera una escuela católica…simplemente el hermano del fundador era un Padre.

-¡10 minutos más!

Los jóvenes, integrantes del salón 28-A renegaron entre ellos mientras, sudorientos y cansados trotaban en la gran pista al aire libre. Ninguno era la excepción cuando se trataba de deportes con el propio profesor Kroow. Hasta una de ellas, siendo empujada por una de sus amigas, se desplazaba en la pista con silla de ruedas apenas pudiendo respirar por el esfuerzo. Aquello no era cansado, era una tortura y un sufrimiento agudo.

-¿Crees que algún día el Profesor Kroow le detecte esa rara obsesión al ejercicio?-preguntó jadeante la chica de ruedas, mientras una de sus amigas se relevaba para empujarla a una cierta velocidad. Era un alivio para quien la empujara, por lo menos podía dejar de caminar unos segundos-.

Johana, una chica de origen latino río del chiste de su amiga. El cabello oscuro se le salía de la despelucada coleta que traía.

-Ojala que pasará, Magdalena. Sería un verdadero alivio para todos.

Magdalena asistiendo dejó perder la mirada al frente, a la vez que recorría la conocida pista, dándose cuenta que se  acercaba al grupo con más cantidad de alumnos. Todos llevaban el mismo uniforme de deportes: una camiseta blanca y un short hasta la mitad del muslo color gris. 2 líneas doradas a cada lado era la única decoración que traían. Puesto que, el gris y el dorado eran los colores que simbolizaban al Instituto Santa Cecilia. Al acercarse, las voces de los adolescentes llegaron a sus oídos.

-Si no fuera porque necesito esos puntos, juró que estaría en plena siesta en las gradas.

-Vah, no seas flojo, Henry.- la chica rubia que estaba a unos metros de él, sonrió.- Siempre hace bien un poco de ejercicio…

El chico bufó.

-Al diablo con el ejercicio. Esto es explotación infantil, ¿Acaso no lo ves?

-Hey, Lena. ¿Cómo vas?

Magdalena alzó los ojos hacia el chico más cercano a ella. Y era obvio que era muy atractivo de una manera sutil. Era una cabeza más alta que los demás, pero lo que enserio destacaba del chico era su cabello negro y sus ojos oscuros, que harían cualquier chica perderse en ellos todo la eternidad. Cosa que no pasaba con Lena. Él no era el tipo de Lena, y eso le agradaba mucho más al mismo joven. Su relación era más bien…una gran amistad verdadera. Magdalena le devolvió la sonrisa.

-Un poco cansada. Cuando ya nadie quiere ayudarme, tengo que arreglármelas por mí misma y eh…- puso en evidencia sus manos, había manchas negras como el carbón y raspaduras en su palma. El chico solo las miró de reojo mientras intentaba seguir con la corriente del grupo.- No me va tan bien que digamos, Tol.

Johana, desde atrás suspiró.

-Ni siquiera deberías hacer esto, Lena.- Le aconsejó la chica. No de una forma triste con pena, si no empática-. Esto es algún tipo de abuso con tu…discapacidad. Deberías decirles a sus padres de ellos. Mi madre es la Líder de La Asociación de Padres de S. C., te podría ayudar.

Magdalena negó con la cabeza.

-No, gracias. Me sentiría inútil de alguna manera si no hago estas actividades con ustedes.- se volteó ligeramente hacia Johana, la chica la miraba con admiración.- Pero de todas maneras, gracias por la oferta.

-Uh, denada, entonces.- el sudor le bajaba por las sientes mientras trotaba y al mismo tiempo empujaba a Lena, tal vez haciendo más esfuerzo de lo normal. Y aun que tenía la posibilidad de caminar, parecía querer mantenerse al pulso de los demás. Lena tenía que decir que necesitaba ser demasiada rápida y fuerte para hacer aquello. Se volteó al chico que trotaba enfrente de ellas. Se había callado extrañamente.- ¿Eh, Tolomeo?  ¿Pasa algo?

Levitando en el vacío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora