Capítulo Nueve.

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El sonido de los tennis chocando rápidamente en el asfalto retumbó en los oídos de Evan.

Tengo que llegar antes que se den cuenta.

Se subió la capucha y el calor lo inundó, el sol de la tarde era cada vez más intenso de lo normal. Tal vez porque nunca lo había sentido de esa manera. Fuera y al aire libre. Respiró agitadamente al darse cuenta de que reconocía la calle donde estaba, se paró y miró hacia los lados.

No había nadie.

¿Había llegado tarde?

Observó por segunda vez el letrero de la calle, afirmando sus dudas. "San Francisco" con "Shell", la calle donde esos tipos le habrían informado que estarían. Dio un paso atrás y buscó con la mirada en las ventanas de las casas, los arbustos...pero todo estaba silencioso y desolado.

– ¡A–Arriba las m–manos!

Evan vio lentamente como un chico salía de unos arbustos, él no podría tener menos de 10 años cargando semejante pistola. Las manos le temblaban y ni siquiera parecía poder cargar el peso del arma. El corazón le golpeó en el pecho, pero parecía ya haberse acostumbrado a la presencia de un arma cerca de él, los ojos azules alterados y locos no dejándolo de ver la oscuridad del rostro de Evan. Supuso que saldría corriendo si se quitaba al menos la capucha. Evan se acercó discretamente al niño.

– ¿Dónde están los demás? ¿Tus jefes?

Evan se intentó acercar lo suficiente para quitarle el arma, pero el niño la sostuvo con más fuerza y más precisión hacia él. ¿De dónde había salido la descabellada idea?

– ¡No sé a qué te refieres, yo...!

La cara del niño de repente palideció, al mismo momento en que lentamente sus pies se despegaban del suelo. Evan se congeló, nunca lo había visto en primera fila. El aire de la nada se convirtió más frio y el arma que el niño cargaba fue el único sonido que existió en ese momento.

El tiempo pareció vagamente ir más deprisa.

El niño intento hablar pero el mismo shock en el que se encontraba pareció hacer que su lengua se volviera pesada como el cemento e inútil, su mente no parecía procesar debidamente las palabras y su cuerpo no le respondía. Lo único que podía hacer era ver el chico alejándose mientras él mismo se mantenía pegado en el suelo... y estiraba una mano directo al tobillo del chico.

Aunque no vio su rostro, sabía que estaba decidido.

– Esta vez no.

Tiró del chico, listo para salvarlo pero al intentar jalarlo hacia abajo, sintió que algo rozaba su mano.

Una bala. La sangre comenzó a burbujear de donde aquel objeto había rozado con su mano.

Evan se volteó hacia la dirección de donde había venido el proyectil, exactamente hacia la derecha donde, situado frente a un arbusto, el mismo grupo que había hecho calcinar una casa y una persona sonreían sádicamente.

En el frente, el tipo que lo había invitado al propio infierno se adelantó. El arma puesta en su mano brilló con intensidad.

– ¿Evan, que haces?

Evan se sonrojó levemente, como si lo hubieran cachado haciendo algo malo.
– Salvando...

– ¿Evan, – le preguntó– Acaso no recuerdas cual es nuestra misión?

Las personas que rodeaban a ese hombre se acercaron más, con sus sonrisas amenazadoras y sádicas en sus dentaduras blancas, tan sonrientes que hasta a un niño pequeño asustarían y en algunos casos amarillentos, las pistolas negras destellando en sus manos. Esta vez había algo raro en el pequeño grupo de no más de una docena de personas, traían capas blancas de tras de ellos y en algunos casos unos se los habían puesto del modo que se cerraban para enfrente y solo dejaban visibles sus caras. Blanco. El color más puro de todos. ¿Cómo se atrevían a portarlos? A Evan le repugnó tal actitud.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2018 ⏰

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