Capítulo Ocho.

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No había ninguna palabra que definiera exactamente el sentir de Tolomeo. Era más bien, una combinación de traición, odio, rabia y…hasta tristeza. ¿Por qué exactamente tenía que ser ella la que le hubiera mentido? ¿Pero se considera mentir el ocultar información? Negó la cabeza, aunque la mentira era tan mundano que hasta él tenía que haberla usado, la odiaba.

Su hermana a su lado comenzó a tararear una canción. Tolomeo la recordó lejanamente, tal vez era del jardín de niños.

-Corre y corre, en la pradera…

Sus sentimientos se comenzaban a mezclar de una manera horrible con la supervivencia. ¿Pero exactamente de qué sobrevivían? ¿Del planeta? El sol de la mañana le rozó suavemente la piel bronceada del verano que ahora Tolomeo tenia. La luz llegaba a todos los lugares: dentro de los autos, las fachadas de las casas ahora abandonadas y a los juegos del parque que ahora pasaban. Todo completamente en silencio. El aire de cercano otoño movió ligeramente los columpios que alguna vez habían sido utilizados.

-Los niños juegan, mientras los demás ríen…

Y ahora que estaba con su hermana, la culpa le llegó de golpe. ¿Cómo se atrevía a sentirse mal por la traición si de alguna manera él se la había aplicado a sus amigos? Se pasó la mano izquierda por la cara, buscando una forma de arreglar las cosas de ellos. Pero se dijo que la supervivencia, era la supervivencia. Ellos lo tenían que entender. Lo tenían.

-Y a su alrededor, la gente se eleva.

***

-Johana, ¿Estas bien?

La chica que ahora se encontraba pálida de más, se recargó en la ventana de una casa solitaria. De reojo se vio en el reflejo del cristal, y lo primero que le llegó a la mente es que era un desastre. El bronceado del verano que había obtenido hace tiempo se había esfumado estrepitosamente, dejándole la piel de un color más opaco y enfermo de lo normal. De sus sienes, gotas de sudor bajaban lentamente hasta llegar a su barbilla donde le empapaban el cuello de la blusa y el cabello. Y sus ojos, oh dios, se veían verdes y vibrantes, locos.

-Dios mío – exclamó horrorizada el ver su reflejo.

Henry apoyó su mano en el hombro de ella, su rostro lleno de preocupación, algo que había notado Johana desde no hace mucho; Henry ahora parecía estar más preocupado de lo normas. Pues claro, el miedo había crecido en él; el miedo de perder a alguien más.

Richard trotando y empujando suavemente a Lena, se acercaron a ellos.

-¿Pasa algo malo, chicos?

Sin esperar al menos un segundo, Henry lo escupió rápidamente.

-Johana está mal. Necesita ver a un médico, parece que está enferma y…

-Henry,- le dijo Lena suavemente interrumpiéndolo. Los ojos ansiosos del chico fueron a ella, la que ahora parecía la forma humana de la calma. Eso desespero mucho más a Henry, ¿Cómo diablos podía estar calmada en una situación así? Él estaba a punto de arrancarse el cabello desde la raíz por lo indecisa que era la situación-. Lo lamento, pero no hay un hospital que tal vez nos quiera atender por aquí. Y no podemos darnos el lujo de cambiar de ruta mientras exista la posibilidad de personas que anden matando a sangre fría por toda la ciudad. Así que mejor toma a Johana y sigamos…

-¿Estás diciendo que dejemos a Johana morir?

Hubo un largo y tenso silencio después de eso. Richard casi se atraganta al oír las palabras de la chica en la silla frente él. ¿Desde cuándo había cambiado Lena? Tal vez desde que rozó con las yemas de los dedos la muerte. Eso sí que cambia a cualquiera.

Levitando en el vacío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora