Capítulo Cuatro.

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-¿Los viste?

La pequeña residencia de los Brows, nunca había sido un problema para el vecindario. Siempre estaba callada y realmente, parecía ser otra casa más de la calle. No llamando la atención de los transeúntes como sus vecinas u otras de la localidad. Era en pocas palabras pacífica y desierta. Nunca parecía haber alguien ahí. Algunos vecinos solo veían de vez de en cuando al único hijo de la pareja. Era demasiado raro el hecho de ver el Corolla rojo de sus padres estacionado en la casa.

-Demonios, ¿Me estás diciendo que se largaron?

-Yo no creo que…se hayan ido. Tal vez fueron a dar una vuelta…

-Claro,- dijo el chico sarcásticamente.- ¿Salieron a dar una vuelta a la mitad de la noche con esta cosa pasando? Que romántico…

Lo único que llamaba la atención de los vecinos de la familia Brown, era la inquietante relación que el chico mantenía con sus padres. Y claro, la ocupación de ellos. Siempre parecían enfrascados en sus celulares, computadora o hablando entre ellos cosas que los demás ni siquiera entendías. Mientras, posiblemente su hijo hablaba sobre alguna actividad con ellos, cómo salir a una carne asada -organizada por alguna tierna vecina que los había invitado-, o ir a la feria de la ciudad. Aunque siempre era la misma respuesta, no importaba las veces que el preguntara.

-Ellos no se fueron con esas intenciones.- debatió la chica de cabello claro y rubio como una ricitos de oro. Todos la miraron mientras ella se quitaba las sabanas de la cara y solo con la parte superior de su cuerpo se mantenía derecha arriba del sillón. Lo mochila estabilizadora apretaba con fuerzas las rodillas que ella ni siquiera sentía.- Lo conozco desde el jardín de niños y sé cómo es de terco. El nunca acepto que ustedes lo acompañaran. Así que tomó la primera oportunidad que tuvo para salir…

-¿Estas reafirmando que huyó?

La chica lo pensó, mientras las palabras de la plática que no hace mucho, ardían en su memoria. Ella no podía hablar de lo que había presenciado…seria como darle la espalda al chico que siempre estuvo ahí para darle la mano.

-No.- le contestó, observó a los 3 chicos sentados en el piso y al cuarto en el sillón frente a ella. Por alguna razón, capto el sonido de las lechuzas afuera.- Ellos no huyeron, ni nos dieron la espalda. ¿Cómo pueden pensar eso del chico y chica que salvaron a Cristopher?- les advirtió con cierta amargura en su voz. Nadie contestó.- Sin ellos, todos nosotros nos encontraríamos muertos. Es más, todo el 24-A estaría muerto…

Y de la nada, Magdalena se estrelló directo al yeso del techo.

***

El corazón de Tolomeo latía a mil por hora, pareciéndose a él de un conejo común. Se preguntó si era por el hecho de ser apuntado por un arma o simplemente por estar en su casa.

-¿Vas a matarnos?-. Preguntó Kriss, era algo raro el hecho en que ella no se viera tan alarmada y nerviosa con las manos arriba de la cabeza. ¿Acaso había pasado por eso antes? Se acercó lo más que pudo a Tolomeo, y aun que sintiera la adrenalina bombeándole el cuerpo. Ella ya sabía que hacer.

Una sonrisa se expandió por el rostro del chico albino.

-Eso depende de tu comportamiento, cariño.

***

-¡MAGDALENA!

Y aunque ningún de los vecinos estuviera presente, por primera vez en la vida, la residencia Brown llamó demasiado la atención.

Magdalena Ramírez, una chica con parálisis desde el abdomen hasta las puntas de los pies, se encontraba inconsciente en el techo de la residencia. Había…sido demasiado rápido, ni un poco parecido a las otras veces que los chicos habían visto levitar. Esta vez, había sido atraída con una fuerza descomunal y alarmante, tanto que los chicos pensaban que una Mochila Estabilizadora solo sería una pérdida de tiempo. Detrás de ella, donde su espalda pegaba con el techo, se comenzaba a hacer una grita mientras pequeños pedazos caían debajo de la chica. Todos en la sala temieron de la velocidad de todo aquello.

Levitando en el vacío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora