Capítulo Cinco.

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El aire de la noche era un susurrante sonido que traspasaba al propio Doctor Ragnar. Por primera vez, se había atrevido a salir de su casa, no exactamente al lugar más apropiado para aquella situación. Dejó que el aire frio y de verano lo envolviera plácidamente mientras veía el cielo, ya no había tanta gente levitando. Es más, ni siquiera él podía visualizar una cerca. Y para él, todo eso era un alivio. No podría disfrutar de una relajante vista nocturna con gente elevándose a su alrededor.

Tal vez era algo peligroso, sí. Pero él lo necesitaba. Su mente vagaba por demasiadas cosas, que si se dejaba llevar, explotaría. No tenía control de la situación, se sentía frustrado y temeroso por lo que le fuera a pasar. Así que esa era la razón del por qué estaba ahí, mirando hacia el cielo nocturno mientras las estrellas desde lo alto se burlaban de la vida mortal de él.

-¿Qué está pasando, Ragnar? – se auto preguntó. Nadie le contestó en respuesta, así que se pasó las manos por el rostro y con sarcasmo añadió a su mismo:- Ni todos tus doctorados te salvaran de está…

Y de la nada, una piedra cayó en su cabeza. Confundido, se asomó cerca del límite del tejado, encontrándose con la vista de una pareja que parecía tener la misma edad que el Doctor. Había estado tan absorto en sus pensamientos, que ni siquiera los había escuchado.

La chica, de ojos mieles y cabello oscuro fue la primera en dirigirse a él.

-¡Hay!, disculpa, ¿Sabes que está pasando?...parece que todo mundo ha desaparecido.

Ragnar casi de caer de la impresión al darse cuenta que los chicos no cargaban con algún peso extra en su cuerpo. Ni parecían tener algún problema con la gravedad. El solo pudo observar las pesas de tal vez 40 kilos cada una, arriba de sus muslos. Alzó las cejas ante la pregunta de la chica.

-¿Dónde demonios estaban? ¿En Marte? No es posible que no se dieran cuenta de esto...

-Cuidado con tus palabras – por primera vez, el chico hablo. Ragnar no tardo menos de 2 segundos para descifrarlo: músculos esculpidos, mucho gel en el cabello, cara de pocos amigos. Era el mismo tipo de persona que las chicas adoraban. Ragnar guardo en su interior las ganas de rodar los ojos. El chico, que traía una camisa con el logo de alguna banda nueva, tomó la mano de la chica. Y la chica del cabello oscuro, aunque lo oculto, se sorprendió:- Y si te preguntabas, estábamos durmiendo. Juntos. Pero cuando nos despertamos, no había nadie por las calles. Su pusimos que algo malo había pasado.

Ragnar había escuchado perfectamente el tono amenazante en que el chico había dicho la palabra “Juntos”. Como si la chica tuviera grabado el nombre de él por todo el cuerpo. Ni siquiera Ragnar podía entender como aquel tipo aún seguía caminando por la tierra.

-Déjenme darles una buena y mala noticia.- Sin esperar exactamente una respuesta, comenzó a columpiar sus pies en el borde del tejaban y con voz neutral, como siempre aclaró:- La mala es que es el fin de la humanidad.

La chica soltó la mano del chico.

-¿Y la buena?

Ragnar se tiró en el tejaban, y por primera vez se preguntó si alguna de aquellas estrellas era su madre vigilándolo.

-Que sobrevivirán.- dijo, sintiendo en el fondo como su propio cuerpo se preparaba para estar al lado de el de su madre.

Pero en realidad, el nunca estaría preparado para aquello.

***

La menor, de cabello casi pelirrojo contrario a su hermano, corrió hacia Tolomeo. El peluche en forma de estrella mal hecho cayó en alguna parte del camino.

Levitando en el vacío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora