Evan nunca se había sentido más desorientado en la vida.
Cruzó la calle, intentando recordar las enseñanzas antiguas de las Hermanas sobre la vida en la ciudad. “Mira a todos lados de la calle, no pases cuando se avecine un carro o te atropellará”. Pero por más que observara a todos lados, no miraba un automóvil. Era más, en algunas calles y en su estado actual, no parecía almenos que un carro pudiera movilizarse por ellas. Se subió la capucha y metió las manos en la sudadera, el frio de la noche lo envolvía y provocaba que de su boca saliera débiles nubes de humo cálido que luego se desintegraba y se volvían en una misma temperatura con el aire de su alrededor. Se preguntó si de alguna manera, estando libre él podría ser el Oxigeno de carbono cálido que se integraría por una vez en el humo frio de la sociedad. Casi se río de aquello, ahora que estaba sin cadenas, recordaba las clases del lugar que lo había tomado y educado como un hijo suyo.
Caminó en la acera hasta que algo llamó su atención, algo que había pasado por desapercibido. ¿Dónde estaba exactamente la gente? La calle estaba tan oscura y vacía que parecía ser una propia escena de un pueblo fantasma. ¿Acaso tenía que ver algo el hecho de los artículos tirados en la calle? Evan; un poco curioso, se arrodilló ante un bulto como todos los demás en los alrededores y lo iluminó gracias al débil brillo plateado de la luna.
Dio un grito ahogado y casi se cayó de trasero.
Sin soportarlo un poco más, tiró el artículo y por primera vez los puntos se conectaron en su mente. Ropa, bolso de mano, comida y hasta…carriolas, por primera vez fueron iluminadas ante los ojos del chico. Los restos de lo que alguna vez fue la humanidad. Las personas se habían sido elevadas como sus compañeros, como Teresa…
-Hey, niño.
Con los nervios de punta y el miedo acurrucándosele como un gato en él, se giró hacia atrás. Hacia la voz de entre las sombras que le hablaba. Te estas volviendo loco, Evan se dijo hacia sí mismo. No había nadie, sino solo sombras. Simples sombras a su alrededor. Se dispuso a salir huyendo pero algo lo detuvo.
-Aquí.
Y una forma alta, corpulenta y humana salió de entre un callejón. Al mirarlo contra la luz de la luna, se sorprendió de su aspecto pero sobre todo, temió del arma larga que cargaba en sus manos.
-Y-yo no quiero problemas con usted - dijo Evan casi tartamudeando. Tonto. Tonto. Tonto. Esto no hubiera pasado si él nunca hubiera salido de las manos reconfortantes y seguras de Santa Lucia. Casi se le fue el aire de los pulmones-, déjeme huir. No le diré a nadie que tiene un arma, solo déjeme ir…
La risa del hombre retumbo por las oscuras, corroídas y profundas paredes del callejón.
-No creas que te hare daño, solo necesito de tu ayuda. Tengo una misión. Salvaré a este mundo de la impureza, y del profano que hacen algunos.- luego, extendió la mano.- Pero necesito tu ayuda, mi amigo. ¿Me ayudarías a salvar a este mundo?
¿Salvar el mundo? ¿Él? Una voz, en lo más profundo de él, tal vez la misma que había provocado el llanto de Teresa, le susurró que lo hiciera. Que de esa manera, sus padres se arrepentirían del trato impuesto a su hijo, que estarían orgullosos y de esa manera, la palabra monstruo se alejaría cuando él se mirará en el espejo…
Se acercó, y con la mano segura cerró el trato con el hombre de aspecto sucio. Un líquido espeso y oscuro le mancho la mano, pero supuso que era parte del contrato, olía como a gasolina y otras cosas que le pero nunca había olido en su vida; cosas oscuras, malas y amargas. Y aun que sonara raro, lo ignoró. Ignoró el alma putrefacta del hombre.
-Sí; lo ayudaré. Pero, ¿Qué tengo que hacer?, yo la verdad es qué…
Soltó su mano y en la oscuridad, sus dientes blancos brillaron cuando sonrió.
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Levitando en el vacío.
Science FictionEn un día cualquiera, en un año cualquiera...la gravedad se fue. Y en su lugar, la euforia y la desesperación lo dominó todo.