La intervención de Jefferson ante las Moiras

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Jefferson entro en oscura habitación. Las tres mujeres horripilantes se encontraban tejiendo.

Había esperado encontrar a brujas asquerosas como las de la cueva debajo del sauce. Pero estas eran, distintas, parecían más bien ancianas, horrorosas ancianas. Pero no eran tan escalofriantes como las otras brujas.

Escucho una voz, fuerte, profunda y ronca. Miro a los cazares quienes ya hablaban con las brujas.

Todos en la habitación miraron a los recién llegados.

-Ah. Ya están aquí. – soltó una de las brujas. La que hilaba.

Los tres nuevos llegados entraron tímidamente en la habitación. Los cazadores reconocieron a los guerreros pero no a la doncella que los acompañaba.

Helsing dio un par de zancadas y hablo muy fuerte:

-Bien, ya están aquí, ¿ahora podemos empezar?

-¿Empezar? – pregunto Jefferson.

-No seas impaciente – hablo otra de las mujeres, que enrollaba un hilo muy lentamente – las cosas pasan cuando tienen que pasar, ni antes, ni después.

Helsing pasó la mano por su cabello algo desesperado, parecía que lo había hecho bastante aquel día pues su cabello estaba desordenado.

-Dijeron que cuando llegaran, y dices que han llegado ya... entonces dime... dime... como esta mi loba.

-Ustedes – la mujer dejo el hilo enrolladlo a un lado y señalo a Helsing y Jefferson - ustedes, sus hilos están entrelazados.

Los dos hombres se miraron desconcertados. Y entonces Cloto les mostro.

Había una serie de hilos conectados. Jefferson entendió que cada hilo era la vida de una persona. Y se conectaban con otros, cuando conocían a alguien. Jefferson vio su hilo, sabía que era ese, lo sabía. Estaba entrelazado con varios más, muchos más, pero el que le llamó la atención era un hilo verde esmeralda junto al suyo, se rozaban en algunos momentos pero solo hasta el final se entrelazaban. Sonrió con los ojos llenos de lágrimas, quiso tocarlo pero temió romperlo.

Miro al cazador, tenía una expresión curiosa mientras observaba un hilo plateado que se entrelazaba al suyo.

El silencio era asfixiante Jefferson iba a hablar pero Cloto lo hizo primero.

-Ahí ¿ves?

Era cierto, los hilos de Jefferson y Helsing se entrelazaban, junto a muchos más. El príncipe pensó que era curioso que ambos hubiesen llegado hasta ahí justo en aquel momento, pero tampoco le pareció muy extraño, el destino así lo había querido.

-¿A que han venido? – pregunto Átropo.

-Necesito saber en dónde está el corazón de la bruja Elphaba, la dueña de este hilo – dijo Jefferson señalando el hilo verde esmeralda.

-¿Estás seguro de que eso es lo que necesitas ver?

-Sí.

-¿Y si te dijera que... - Láquesis saco unas enormes tijeras y las dirigió hacia el enredo de hilos – uno de tus amigos morirá hoy?

Jefferson no pudo respirar por un segundo, las tijeras caían rápidamente entre los hilos y solo pudo gritar:

-¡Espera!

-En realidad son dos, dos de sus amigos morirán hoy, justo ahora.

-No, por favor.

-Su tiempo termino. Su destino está cumplido.

-¡No!... nosotros creamos nuestro destino. – Soltó Jefferson mirando el enredo de hilos, uno destaco entre la multitud, era rojo como la sangre, supo de quien era en cuanto lo vio. Estaba entrelazado con un hilo café desde el inicio hasta el final. Esos eran los que cortarían hoy. Luna...

-Te daré una oportunidad, solo una de ver lo que quieres ver. Escoge sabiamente. – Le advirtió Cloto.

Una luz brillante apareció en la rueca de hilar. Jefferson tenía que tomar una decisión, la más difícil que hubiese tomado en su vida.

Elphaba... o Luna...

El corazón de la bruja... o ayudar a la mujer que lo había hecho creer que tenía una oportunidad, quien lo había hecho creer que había un destino para él, y que él podía tomar las riendas de este.

La luz se intensifico y en la rueda aparecieron unos ojos castaños que Jefferson jamás había visto.

-¿Qué sucede? ¿Por qué él tiene algo que ver con lo que he pedido ver? – Jefferson había querido ver a Luna. Pero en cambio vio a un joven tirado en el musgo, sangrando y con el alma herida.

Láquesis tomo las tijeras y las acerco a los hilos entrelazados.

-No lo hagas... por favor – pidió Jefferson – No los cortes. – No sabía por qué pero la mirada de aquel joven... le partía el corazón. No quería que muriera. Tenía tanta tristeza y desesperación.

-¿Lobo? – dijo el cazador parándose al lado de Jefferson.

-¿Lo conoces?

-Es el lobo de Luna.

El príncipe lo miro con una mezcla de pánico y sorpresa. Este era Max, el lobo por el que Luna se aventuro a su lado. El hombre del que la caperuza estaba tan enamorada, no podía dejarlo morir, debía hacer algo. Se lo debía a Luna.

-No... No los cortes... por favor... por favor... hare lo que sea...

Cloto lo miro, su rostro parecía seco, como si fuese de piedra. Detuvo las manos de Láquesis y la hermana alejo las tijeras de los hilos.

-¿Lo que sea? ¿Seguro?

Jefferson asintió. Él al fin se había deshecho de su maldición, no era justo que Luna aun cargara con la suya.

-Sí, mis hermosas señoras, lo que sea. – Sonrió el rubio. 

Medusa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora