Era una tarde fría de verano de esas tardes tan escasas y únicas que llenan los pulmones de quien las vive cuando lo conocí, lo ví por vez primera y me lleno la mirada tanto como un vaso de agua fresca después de correr millas y millas sin parar. No pensé que esto me cambiaría, nunca había creído en el amor a primera vista y mucho menos en el verdadero amor pues mis padres no eran el mejor ejemplo de ello. Siempre pensé que nunca iba a llegar ese alguien especial que cambiara toda mi perspectiva, mi vida entera.
Caminaba yo por las calles vacías de Madrid cuando llegó a mí una brisa fresca que hizo volar mi cabello cual hoja al viento y junto con el mis ilusiones, recién llegaba a esta nuevo ciudad después de aquella tormentosa despedida y triste relación que acaba poco a poco con mi cordura; sí, ahí está otra razón por la que odio al amor, consume hasta que obtiene lo que quiere y se lleva tu alma junto con tu pensamiento y te lleva a la perdición.
Nunca tuve una relación de cuento de hadas en las que todos viven felices por siempre como las historias que mi madre solía contarme antes de dormir en las que la bella doncella encuentra a su principe azul, se aman, se casan... Todas mis relaciones comenzaban normales, pero al tratar de asentarse se volvían un poco psicóticas con un toque de misterio y terminaban normalmente en tormentosos finales en los que yo salía dañada, era un círculo vicioso del que me era imposible escapar hasta que conseguí un trabajo lejos de casa, aquí en España aunque la paga no era de mi agrado, me pareció la mejor manera de comenzar de nuevo.
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¡Hola! espero que les agrade esta historia, para mañana ya tendrán otras dos partes o más.