Esa mañana después de tomar una ducha y dirgirme a tomar mi rutinario café de la mañana, me percaté de la gran sonrisa y suspiros que mi cuerpo irradiaba. No me importaba, sabía que a Cristóbal tampoco y menos porque él sabía la razón de mi destello; bajó y tomó asiento justo frente a mi en la mesa, no sé si trataba de conquistarme aún más o simplemente quería verme pero su mirada fija en mi no me dejaba pensar con claridad. Llegó Mariana y después Lázaro tomaron algo fruta y un pan y salieron con rumbo desconocido y eso realmente no me interesaba, lo único que quería era sentirme libre en la villa de Gabriela y pasar el tiempo que falta para la junta con Cristóbal, saber lo que es vivir enamorada.
Salieron los mellizos y Cristóbal dejó de lado su comida se acercó a mi conectando su mirar con el mio, haciendo que mi corazón palpitara cada vez más a prisa, tomó mi mano, beso toda su extensión hasta llegar a mi cuello tocando mi punto débil y de ahí, entre suspiros a mi boca. La mañana corría rápida y de un momento a otro ya estábamos frente a los hermanos Dominicci cerrando un muy jugoso trato que daría a la empresa más reconocimiento a nivel mundial. El éxtasis de este contrato aunado a la pasión desbordada hace poco tiempo me hicieron correr a los brazos de Cristóbal y abrazarlo con tal emoción que parecía que era la última vez que lo haría. Y lo era.
Decidí salir a visitar a la nona Donatella para transmitir mi felicidad a alguien que realmente sintiera amor paternal por mi. Tal parece que tardé demasiado en regresar a Bacciami amore, porque el amore ya no era mio sino de alguien más. Era tarde en la noche, aproximádamente once y media, yo entraba a la villa que parecía desierta; decidí encausar mi felicidad, alegría, éxtasis, pasión, amor, deseo en la dirección correcta y terminé corriendo a la habitación en donde sabía que Cristóbal dormía.
Abrí la puerta, estaba obscuro pero el olor a deseo y lujuría llenaba el espacio, la esencia de dos cuerpo compenetrarse era evidente. Los ví tan apasionados y entregados que tardé en reaccionar y cuando supe lo que Mariana hacía con Cristóbal en ese preciso instante salí con apuro de la habitación escuchando solamente aquella voz en la que alguna vez creí gritar mi nombre, el sollozo de mi alma, mis lágrimas cayendo al suelo, y mis pies aumentando a cada paso su velocidad para entrar a mi refugio.
Al día siguiente partiríamos a Nueva York de nuevo para seguir con nuestra vidas y nada me importaba ya, si perdía a la hermana que tenía, si no tenía trabajo, si la empresa caía, si no cerraba tratos, si no me presentaba a trabajar... Nada me importaba ya. Sólo quería salir de ahí. Y así fue, para la mañana siguiente yo estaba llegando a la empresa mientras mi reciente pasado apenas regresaba de el Infierno.