Un día y me largo de ésta ciudad que tanto daño me ha hecho desde niña. Nunca gusté de la vida citadina pues es demasíado rápida para mi, siempre he preferido la tranquilada del campo. Aún recuerdo esos días que pasaban Gabriela y Miguel conmigo en la hacienda de mi abuelo Silvestre, la que está en las pampas Brasileñas; siempre sucedía el reencuentro con la familia paterna. Ver a mis primos Alicia, Roberta, Alejandro, Máximo, la soberbia de Romina y su hermanita Marcela, todos estaban ahí con un solo propósito y ese era pasar la primera semana de verano juntos pero después de la pérdida de el hijo de mi tia Florencia y la pelea de Máximo y Roberta por los terrenos aledaños a la hacienda ya no hubo semana familiar en aquella gran hacienda llena de gauchos recorriendo las pampas, cantando bossa novas junto a una fogata en medio de las verdes llanuras esperando a que salieran unos churrascos al estilo que mi abuelo gustara.
Yo tengo que recordar todo para evitar llenarme de nostalgia al ver la separación de mis padres, la pérdida de mi familia; es una nostalgia tan profunda y solemne como un buen tango, un tango que te hace sentir el corazón hacerse añicos. Tan simple y lleno de dolor, así como mi ser cada vez que entro a casa; es una casa por que a ese lugar yo nunca pude, podre o podría llamarlo hogar pues jamás lo fue para mí. Era más bien un espacio en donde se centraban la pasión, envidia, deseo y resentimiento. Todo junto y sin filtro para mí, más no para el extraño que pasara las puertas de la mansión pues todos salían felices riendo a carcajadas cuando yo subía a mi habitación para escuchar el calvario en el que vivía sin oportunidad de escapar. ¿Escapar? la palabra correcta sería morir en ese instante en el que Gabriela comenzaba a gritar y Lázaro y Mariana corría a mi para "protegerlos" y hacerlos dormir los más alejados de los monstruos de la casa; siempre despertaba yo en el suelo pues prefería dejarlos cómodos en mi cama a pesar de que perfectamente cabíamos los tres ahí. Todas la noches depués de que algún extranjero se retiraba se re iniciaba el ciclo vital de los Del Alto que constaba de miradas retadoras entre Gabriela y Miguel seguidas por una ardua charla de sarcasmos e ironías y terminando con todo tipo de insultos en tonos muy altos.
Pero ya no más pues todo terminó. Mamá y Papá ya no existen. Solo quedan Gabriela y Miguel.