Delirio viviente

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¿Por qué tanto odio a un sentimiento? esa pregunta se contesta con una sola palabra, familia. Mi familia nunca fue la más unida, era más bien un intento de familia en el que estaba enclaustrados en una residencia de dos pisos cinco individuos con direcciones diferentes, dos de ellos adultos que pretendían vivir en pareja, según ellos eran marido y mujer pero yo le llamo tensión sexual ¿por qué? sencillo, Miguel- mi "papá"- llegaba a casa después de una larga jornada de trabajo, que todos sabíamos que estaba con su otra pareja e hijos a los que realmente les prestaba atención y les regalaba cariño en demasía, y así discutía con Gabriela -aquella mujer a la que le digo madre- se gritabán con tal fuerza que destruían las ventanas del segundo piso. Después Miguel la tomaba con furia entre sus brazos y con lujuría la besaba hasta que Gabriela se rindiera y terminaban en una noche llena de gemidos en su habitación, al día siguiente no se miraban las caras y comenzaban de nuevo.

Tengo una hermana insorportable y un hermano arrogante, bueno ellos son mellizos, Lázaro y Mariana ambos de veinte casi veintiun años pero se comportaban como un pequeño de seis, pues conseguían todo lo que quería con solo hacer rabietas bastante pueriles. Yo, en cambio parecía ser la única cuerda, soy la mayor y viví en los momentos en los que mis padres aún se podía llamar padres, cuando el estúpido ego y la avaricia aún no controlaba sus vidas y mucho menos estaban en proceso de repartirse bienes pues no pensaron que aquella pequeña empresa que empezó en el vecindario se volvería en toda una institución y que ésta, aunada a otras razones, sería el comienzo del fin de la familia Del Alto.

Para mentir y simular eran todos unos profesionales, frente a los medios y la sociedad la familia Del Alto era un ejemplo a seguir, tres hijos maravillosos, únicos, respetuosos, de los cuales dos terminaban ahora su carrera, una abogada y el otro mercadotecnísta, y la mayor estaba por tomar el mando de la empresa de comésticos más grande de America; así es, me obligaron a estudiar negocios internacionales y a conseguir una maestría en administración de empresas, cosas que realmente a mi me interesan tanto como me interesa la política, es decir nada. Recibí la empresa en la mejores condiciones, lidiaba con accionistas, era buena en las relaciones públicas, manejaba las acciones de la empresa como si fuera mi vida propia, no tenía porque preocuparme pues mi vida estaba resuelta y lo único que sentía que falta lo llenaba teniendo parejas de una sola noche, sólo eso, hasta que un día llegó aquel hombre que empezaría con mi cíclo de prueba y error interminable y con el cual perdí la poca esperanza que tenía en encontrar el amor real.

Se llamaba Cristóbal Navarro, un joven atlético de cabello castaño y ondulado, ojos claros y estatura promedio y que al solo verlo te hacía volar. Se acercó a mí con tanto ímpetu que pensé que trataba de que yo muriera con su presencia; claro él solo iba a la entrevista en la que se solicitaba a un economísta que estuviera dispuesto a viajar y que conociera distintos idiomas. Me dejó pasmada, tardé noches, días, meses enteros en olvidar su mirada y el roce de su aliento con mi cara, fue tanta mi impresión que nunca supe cuando fue que obtuvo el puesto pues las entrevistas eran frente al comité de accionistas de la empresa y todos concordaron en que ese hombre era bastante ideal para el trabajo pues tenía bastante conocimiento en lo que se le pregutara y en el idioma en el que se le dirigiera; para cuando fue la primera junta de fin de mes yo estaba ya perdida en él, negada a regresar a esa realidad agonisante que pasaba día a día al no dirigir mi palabra hacía ese ser. Entró y no quedó duda de que Mariana puso su mirada en él, parecía no importarle que la mitad de la empresa muriera por ella; Mariana pensaba que Cristóbal la quería tal y como debía de hacerlo, sin embargo su mirada estaba puesta en una sola víctima, yo.

Terminó la junta y Cristóbal se quedó hasta el final- no,no era para tratar de conquistarme aunque yo estaba ya completemente convencida de que me amaba y si en ese instante me pedía ser suya no me negaría- junto con la primera junta se acercó el primer viaje de negocios en donde Mariana, Lázaro, Cristóbal y yo iriamos a Italia, todos en el avión de Miguel pues era bastante obvio que los pueriles hijos de mi padre se negarían completamente a ir en un vuelo comercial. Cristóbal se acercó para decir aquello que rondó mi cabeza por horas "No puedo esperar a ir a Italia, con ustedes, en especial contigo Elena." con esa sonrisa y esa voz tan suave y profunda pero a la vez fuerte como para quemar mi ser.

Llegamos a la terminal, juntos, bueno Mariana del brazo de Cristóbal pues insistió en que no se sentía lo suficientemente fuerte como para caminar sola. Absurdo ¿verdad?, pues así de absurda es la vida de Mariana y Lázaro, son mellizos se entienden perfectamente, se ayudan, se odian y aman en secreto, son complices en todo.

En fin, abordando el avión Lázaro tomó el lugar al lado de Mariana quien estaba dormida y yo sin más remedio tuve que sentarme junto a Cristóbal, su esencia varonil llenaba mis pulmones como oxígeno, sabía que si dejaba de sentirlo moríria lentamente. De tiempo en tiempo Cristóbal me miraba y sonreía, parecía que sabía el efecto que su sonrisa tenía en mi, continuamos robando miradas el uno del otro hasta notar que los mellizos dormían profundamente; fue ahí cuando comenzó mi delirio, empezamos a hablar de cosas sin sentido, su risa era única, sus ojos brillantes me llevaban a pensar en cuanto deseaba sentir sus labios en los mios.

Faltaban ya tres horas para llegar a nuestro destino y los mellizos seguían en los brazos de morfeo cuando Cristóbal me miró fijamente a los ojos, sentí mi corazón latir con tal fuerza que pensé que moriría de un infarto a una edad tan corta, poco a poco se acercó a mi cuando dijo: "Elena, eres hermosa ¿puedo robarte un beso?" y al terminar esa oración perdí la razón y mis labios ya estaban en los suyos, sentí que mi cuerpo ardía y saltaba de emoción al tener la dicha de probar sus delicados besos. Supe que era amor.

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