Nada como la vida

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Despertó en mi el deseo de estar con él, sin embargo el destino me tenía algo diferente preparado. Llegamos a Italia después de nueve horas y media de vuelo, no me hubiera incomodado para nada el seguir viajando al lado de Cristóbal más horas hasta que el avión terminara por derrumbarse, aún faltaba una hora de carretera para llegar a La Toscana en donde veriamos a tres de los 5 inversionistas interesados en la empresa; Cristobál y yo terminamos llendo al frente para pedir un auto, pues debido a la arrogancia de los pequeñuelos que viajaban con nosotros de no querer estudiar otro idioma cuando estaban más jóvenes, pues pensaban que todo mundo sabía hablar perfectamente inglés, Cristobál y yo eramos los únicos que podíamos desenvolvernos de una manera natural en aquel país.

La ruta a La Toscana es bella, llena de campos verdes, pequeñas construcciones de piedra, parecen salidas un cuento de amor; es el escenario perfecto para iniciar el fuego de una pasión, de un amor tan fuerte que puede destrozar a quien lo toca. No tardamos mucho en llegar a la villa que Miguel había comprado hace tiempo por capricho propio de Gabriela pues quería tener un lugar de escape y así lo era, recuerdo innumerables veces en las que mamá nos llevaba y dejaba solos por horas hasta que regresaba con Francesco un amigo que conocía de hace tiempo, era el típico hombre italiano estatura media aproximadamente 1.79, tez blanca, cabello castaño, naríz prominente, rasgos bastante varoniles, ojos chocolate, era muy atractivo era también el completo polo opuesto de Miguel. Francesco era un amigo muy atento y cariñoso con Gabriela, siempre que sus miradas se cruzaban salía una chispa y así era como Mariana, Lázaro y yo sabíamos que iríamos temprano a la cama y que al día siguiente era de día de compras e ir a pasear en un yate solos sin Gabriela.

Eran ya las diez de la noche cuando llegamos a villa Bacciami amore y cada quien tomó su habitación, tenía que dormir pues tenía una reunión importante con Angelo, Giorgo y Sofia Dominicci los más importantes empresarios de Italia. Pasarón minutos que para mí fueron horas sin poder dormir, opté por recorrer la casa que me traía gratos recuerdos de mi infancia y a la vez desagradables nostalgias de mi adolescencia, pues cada pasillo se me hacía eterno así como cada paso que daba me dejaba sin aliento. Terminé en la terraza de la villa, esa que estaba en el cuarto de Gabriela y quien ella quisiera invitar a pasar una agradable noche, el solo entrar en esa habitación hace que cualquiera sienta deseos carnales, lujuria, pero yo salí a ver la campiña.

Me llenaba los pulmones el dulce olor a noche, a sueños que tanto anhelaba de pequeña, tan perdida estaba en mi mente que no me percaté de su prescencia pues su escencia se mezclaba con la del cuarto. Sentí esos brazos fuertes y varoniles en mi cintura, no tuve que preguntar quien era ya lo sabía con solo sentir su respiración en mi cuello y entonces recordé que quien dormía en esa habitación durante nuestra estancia en Italia era Cristóbal.

Se acercó a mi oído para hacer volar mi cabeza con su aliento "Amore, ¿Qué haces aquí?" "¿Amore? pero si tu y yo no somos nada..." "Elena, hay cosas que no se pueden ocultar y una de esas es el amor ¿sábes?" "¿Quién te ha dicho que yo te amo?" "Bella mia, tus ojos lo gritan" "Y que hago yo si tu-" "¿Quién te ha dicho que no te amo?" y me tomo fuerte entre sus brazos para robar un beso de mi boca, lo pedía a gritos desde que lo sentí junto a mi. Pasó poco tiempo y cuando menos lo pensaba Cristóbal dijo en voz baja y entre aliento "Ho bisogno di te...", cuando menos lo pensé consumimos el fuego de la pasión que llevamos dentro y amanecí entre sus brazos. Sentirlo cerca me llevaba a la locura, su respiración en mi cuello era mágica, lo sentí despertar y con una sonrisa plasmada en su cara me dijo "Buon giorno principessa".

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