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El esperado viernes había llegado. Con motivo de «celebrar el último año escolar», Gerard había invitado a nuestros amigos y familia a cenar a su casa. Ellos, sin saber el verdadero motivo, aceptaron.

Eran las cinco de la tarde cuando llegué a la casa del pelinegro. Él estaba intentando cocinar, pero no se le daba muy bien que digamos.

-Le dije que lo podría ayudar, pero no quiso, es un cabeza hueca.-me dice su madre, Donna, guiándome hacia la cocina donde estaba mi novio.

-Hey, bro, ¿qué hay?-golpeo su hombro amistosamente. Mentira, quería comérmelo a besos en ese momento, pero no podía. No todavía.

-Estoy intentando cocinar, pero ¡MIERDA!-queriendo cortar un tomate, se hizo un pequeño tajo en el dedo.-¡MAMÁ! MAMI, VEN RÁPIDO.-Donna entra con desespero en la cocina, Gerard le muestra su pequeña lastimadura sin dejar de gritar. Su madre rueda los ojos, y luego de unos momentos vuelve con una curita.

-No es para tanto, hijo, te pones esto y se te pasa.-dice, quitándole el papel a la curita y poniéndola alrededor del dedo de Gee. Yo miraba la escena conteniendo la risa, no podía creer semejante escándalo por un corte, pero así era mi novio: una dramática diva.-Deja que siga yo, si tú cocinas nos vamos a quedar sin casa y encima vas a mutilarte una mano. Vayan a jugar videojuegos, adiós.-nos ordena Donna, y sin rechistar caminamos hacia el cuarto del pelinegro.

-Escribí lo que voy a decir hoy.-dice, extendiéndome una hoja de papel que había sobre la cama. Paso lentamente los ojos por esa perfecta caligrafía en cursiva, y sonrío ante algunas oraciones.

-Es perfecto, cariño, es todo lo que necesitamos decir.-digo al finalizar la lectura, tomando su mano y dejando un pequeño beso en su mejilla.-No puedo esperar para que sea ésta noche.-va hacia su armario y saca un traje azul perfectamente pulcro.

-Creo que es hora de comenzar a prepararnos.

[...]

Gerard y yo estuvimos preparándonos toda la tarde, y a las 9, como habíamos acordado, mis padres, Bob y Ray llegaron.

—Chicos, ya están todos aquí.—dijo Donald, el padre de Gerard, mientras golpeaba la puerta.

—Ya vamos, papá. —dijo el pelinegro. Cuando escuchó los pasos alejarse, volvió a hablar, dándome un abrazo.—Va a salir todo bien, te lo prometo.

Salimos de la habitación mientras, en el living, todos se saludaban y la comida estaba siendo servida.

—Al fin salen de allí, chicos, los estábamos esperando.—nos dice Bob mientras choca los puños con Gerard y conmigo.

Nos sentamos en la mesa junto a los demás, y la cena pasó junto a charlas triviales y risas. 

Cuando mi madre se ofreció a traer el postre, Gee la paró diciendo:

—Espera Linda, tenemos algo para contarles, ¿no?—me miró, yo asentí, nervioso. Todos se callaron al instante y mi madre volvió a sentarse. Tomé la mano de Gerard por debajo de la mesa, como para darle apoyo, pero él las puso a la vista de todos. Nuestras familias y amigos se quedaron perplejos.—Así es, familia, amigos, sí, es lo que piensan: somos novios. Y ahora, si me disculpan, tengo algo para leerles.

Luego de que Gee haya leído su discurso, mis padres y el padre de Gerard nos abrazaron, diciendo que no hacía falta contarlo y que nos apoyaban en todo, más Donna, se había quedado en su silla con los brazos cruzados y la vista perdida en algún lugar de la sala. Ray y Bob sólo nos dedicaban sonrisas nerviosas desde sus asientos.  Me alejé de los demás y me senté junto a mi suegra. 

—Donna... ¿Estás bien?—le pregunté, poniendo una mano sobre su hombro.

—¡No me toques, maldito mocoso! ¡Por tu culpa ese niño se convirtió en eso, una abominación ante los ojos de Dios!—me gritó, levantándose violentamente de la silla. Todo volvió a quedar en silencio. Su marido se acercó a ella, y con la voz firme, le dijo:

—Tu hijo no se convirtió en nada, Donna, él nació así.

—¡Yo no tengo ningún hijo además de Michael!—dicho esto, la madre de Gerard se largó a su habitación, dejándonos a todos perplejos y a su hijo mayor en un llanto incontrolable.

Donald intentó hablar con su esposa, pero lo único que recibió fue gritos de citas de la Biblia. 

Todos estábamos sentados en los sofás que los Way tenían en su sala de estar, en silencio, pensando. 

Luego de un rato, Donna salió de su cuarto, y desde el pie de la escalera, con voz muy calma, dijo:

—No quiero verlos más aquí. Desde hoy, Gerard no podrá hablar más con ese Francis, yo misma me ocuparé de que eso se cumpla. 

—¡TÚ NO PUEDES PROHIBIRME VER A FRANK, BRUJA! ¡ES MI NOVIO, Y LO AMO!—mi novio saltó del sofá como si de un resorte se tratara, pero su madre lo ignoró y volvió a su habitación. Donald se retiró para hablar con su esposa, Gerard y Mikey vinieron a pasar la noche a mi casa, y Ray y Bob se fueron a alguna fiesta.

[...]

Todo el camino de vuelta a casa, el pelinegro se la pasó abrazado a mí, llorando y preguntándose por qué su madre lo trataba así. Mis padres y su hermano trataban de subirle el ánimo, diciéndole que ya se le iba a pasar, que sólo era el shock del momento. 

Cuando llegamos a mi casa, le ofrecí a los Way un pijama, y le dije a Mikey que prepare palomitas para ver películas.

—Gee, ¿quieres que veamos una película?—le dije, mientras Mikey se sentaba a mi izquierda y Gerard del otro lado.

—Claro, Frankie...—los tres nos sentamos en el sofá, tapados con mantas mientras comíamos las quemadas palomitas de maíz hechas por Mikey y mirabábamos Mi Villano Favorito 3.

Y hasta puedo jurar que Gerard se olvidó por un rato de lo sucedido esa noche gracias a su hermano, a mí y a ésa película infantil.

xoboyd.

demolition lovers ; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora