.siete.

162 32 12
                                    

—¡Donald, ¿qué hace este mocoso aquí?!—vociferó Donna. Gerard  y yo nos mirábamos.

—Quería saber qué le había pasado al niño.—le respondió su marido.

—¡Te vas de aquí ahora mismo!—me dijo la madre de mi novio. Yo obedecí. Confundido por las palabras de mi suegro y la mirada triste de Gerard, caminé hacia mi casa.

—¡Frank, espera!—era Gee, que venía corriendo detrás mío.

—¿Qué quieres?—le dije.

—¿Te enteraste?—me preguntó.

—¿En serio me preguntas? Claro que sí, todo el colegio se enteró de lo duro que te folla tu nuevo noviecito.—Gerard estaba al borde de las lágrimas.—No te hagas la víctima, no me conmueve tu llanto. ¿Sabes? Lo nuestro se termina aquí y ahora, Arthur. Que seas muy infeliz con el otro imbécil.—mi ahora ex-novio estaba arrodillado en el suelo, llorando desconsoladamente. Pero no me dio pena, y sólo seguí mi rumbo hacia mi hogar. Cuando estaba por llegar a la esquina, escuché un grito desgarrador:

—¡Me violó!—entre lágrimas, se entendía lo que había dicho Gerard. Me di vuelta, y sí era él, efectivamente. Seguía sollozando en el piso como antes. Volví corriendo hacia él, no podía creer lo que había escuchado.

—¿Que dijiste?—murmuré, agachándome junto a mi novio y pasando mi mano por su espalda, mientras él se hacía bolita y lloraba.

—Bert... Fue él.—susurró.

—No pasa nada, bebé, estoy aquí.—le dije.

—No te quería decir para no preocuparte, pero te contó mi padre... Lo odio.—intenté que se levante del suelo, pero quiso quedarse allí.

—Shh... está bien, Gee, ven, levántate, te llevaré a mi casa.—medio abrazado a mí, caminamos juntos hasta mi hogar. Cuando entramos, lo recosté sobre el sofá y llamé a su padre y a Mikey para avisarles que Gerard estaba conmigo y estaba «bien». Se quedó al cuidado de mi madre, quien le preparó un té, sin saber que le sucedía, mientras yo llamaba a Bob y buscaba el bate de béisbol en el garage.

Frank, ¿cómo vas? ¿Pudiste ver a Gerard?—me dijo el rubio del otro lado de la línea.

—Hermano, necesito la dirección de Bert.—sostuve el celular entre el oído y el hombro, mientras revolvía las cajas.

¿Para qué?—me preguntó. ¡Eureka! Lo había encontrado.

—Em... Es que...—dudé—No pude encontrar a Gerard, quizás están juntos.—Bob se creyó mi mentira y me dio su número de dirección. Iba directo a buscarlo.

[...]

Aparecer en la casa de alguien cuyos padres no conoces, con un bate de béisbol, sudado y enojado no es muy habitual, ¿no? Porque a juzgar por la cara de la madre de Bert, no lo era.

Bert vivía en una casa celeste, típica americana, con un pequeño jardín colorido adelante. Era hermosa, todo lo contrario a lo que era él.

—Em... Hola... Señora...—murmuré. No sabía muy bien cómo explicar lo que iba a hacer.

—¿Sí?—me respondió la mujer.

—Vengo a buscar a Bert.—le agradecí a mi cerebro esa respuesta rápida.—Soy compañero de él del colegio, él me dijo que... Iríamos a batear al parque, ¿se encuentra?—mentí.

—Oh, hijo, no, Bert no está, está allí donde van con las patinetas.—genial, el parque de skate no estaba muy lejos de aquí.—¿Puedo preguntar algo?—yo asentí.—¿Por qué estás tan sudado?

demolition lovers ; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora