.cuatro.

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Esa semana había empezado horrible, y no había terminado de otra forma.

Empecemos por el lunes, cuando quise enviarle un whatsapp a Gerard y no le llegaron. Quise llamarlo, y tampoco pude. A falta de su foto junto a Mikey y a su estado, supuse que me había bloqueado su madre, ya que el viernes no había traído su celular consigo. 

Le escribí a Mikey, quien afortunadamente no me había bloqueado, pero no contestó.

Le informé de lo sucedido a mi familia en el desayuno, quienes no pudieron hacer mucho, ya que no contestaba nadie el teléfono de la casa de mi novio.

Me fui por mi cuenta al colegio, y allí estaban mis amigos junto a Gerard, hablando de un tema bastante serio, a juzgar por sus caras.

—Hey, ¿qué pasa?—saludé a Ray, Bob y Mikey con un choque de puños, y a mi novio con un beso en la mejilla, con un sentimiento reconfortante al saber que podía hacer eso en público. Rodeé su cintura con mi brazo al ver su cara de tristeza.

—Mi madre, Frankie.—dijo el rubio.—Me ha quitado todo. No te sorprendas si no puedes mandarme un whatsapp, me ha quitado el teléfono y ha bloqueado a todos, según lo que me ha dicho mi padre. Tampoco me permite juntarme más contigo, desde luego, pero aquí no debemos escondernos.—era de esperarse que ella haga algo así, debido a su reacción por nuestra salida del clóset, pero igualmente, me cayó como un balde de agua fría.

—¿Qué haremos?—fue lo único que se me ocurrió preguntar.

—¿Por qué no se escapan?—sugirió Bob. La campana había sonado y nos dirigíamos al aula. Estaba tratando de ignorar los murmullos y miradas que había a mi alrededor desde que había llegado debido a estar abrazado con Gerard.

Me separé de mi novio cuando tomamos cada uno nuestro asiento, pero se acercaba el idiota, aunque algunos preferían llamarlo Bert, o Robert.

—Así que... juntos, ¿eh?—preguntó, señalándonos a Gerard y a mí.

—Sí, ¿algún problema?—sonreí falsamente. Sentí como el pelinegro me pegaba con la pierna por debajo de la mesa.

—No, no. Yo estoy a favor de todo eso de los maricas y eso, tú sabes.—estaba hirviendo en rabia, pero Ray lo salvó de que lo golpee cuando le sacó un tema de conversación totalmente distinto. El idiota se fue cuando el gordo profesor de física entró al aula.

A mitad de la clase, estaba distraído jugando con las manos de Gerard, cuando el señor Johnson dijo:

—Iero, Way, a dirección.

—¿Qué? No estamos haciendo nada.—replicó Gerard, pero tiré de su brazo para que obedezcamos.

—No me importa, se irán igual.—resopló con furia y salimos del aula. Antes de que cerrara la puerta, el profesor le dijo.—Way, espere.—lo miró fulminante.—Usted se llevará sanciones por contestarle indebidamente a un profesor. Espero que aprenda la lección. Ahora, pueden irse. 

Nos dirigimos a la oficina del director preguntándonos por qué habíamos sido castigados sin razón alguna. Gerard golpeó suavemente la puerta de madera levemente, y, como si hubieran estado esperando nuestra llegada, un «Way, Iero, pasen» se escuchó del otro lado.

—Buenos días, señor.—habló mi novio.—Nos envió el profesor Johnson...—fue interrumpido por el canoso.

—Lo sé, lo sé, yo le envié esa orden.—dijo.—Estamos al tanto de su relación, y por eso debemos proceder.

—¿Proceder en qué?—hablé. Estaba a punto de destrozar algo.

—Las relaciones «no-normales»—hizo comillas con los dedos.—no están permitidas en ésta institución, y por lo tanto decidimos lo siguiente: Iero, tú te irás al otro curso. Deben separarse, la madre del señor Way lo dispuso así ésta mañana, con lo que nosotros estamos de acuerdo. Podrán hablar en los recesos, pero siempre estarán controlados para que no pase nada fuera de lo normal.

—No entiendo.—dije. Gerard estaba perplejo, hasta podía ver pequeñas lágrimas asomándose por sus verdes ojos.—¿Nuestra relación no es normal? Hay decenas de parejas en éste colegio, y nunca nadie hizo nada para separarlas.

—Su caso es... diferente.—habló el director.—Espero que sepan comprender.

—¿M... mi madre pidió ésto?—preguntó Gerard, llorando. Yo me abalancé a abrazarlo, pero ante la mirada acusadora del canoso sólo me limité a pasarle una mano por la espalda.

—Eso es correcto, señor Way, su madre pidió ésto.—le respondió ése viejo.—Pueden retirarse a su aula.—de inmediato nos paramos y nos fuimos. Antes de que cierre la puerta, el director me dijo.—Iero, a partir de mañana, en el otro salón. Que tengan un buen día.

Gerard me pidió si podíamos ir al baño para que se pueda lavar la cara, a lo que accedí. Ya en el lugar, habló nuevamente.

—No puedo creer...—se sorbó la nariz.—No puedo creer que mi madre haya hecho ésto.

Lo abracé con toda la fuerza que pude, y él hizo lo mismo.

—Hay que ser fuertes ahora, cariño.—le dije. Él asintió aún abrazados. Tomé sus mejillas y lo besé, suavemente, como tratando de devolverle todas ésas lágrimas que se le habían caído por culpa de su madre.

—Te amo.—me dijo cuando nos separamos.

—Tú sabes que te amo muchísimo más.—le respondí mientras salíamos del baño para volver a clase.

xoboyd.

demolition lovers ; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora