.cinco.

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Aquel viernes lluvioso fue el peor día de mi semana. Apenas había hablado con Gerard los anteriores días, y Bert se había aprovechado de eso, ya que, según Evan y Jamia, ahora se sentaban juntos y eran más amigos que nunca. Yo había estado con ellos en los recesos, pero me aconsejaban que hable con mi novio y que no le deje lugar al idiota, pero me sentía sin ganas de estar con él.

Yo por fin, después de más de un año de estar juntos, me atrevía a que lo contáramos, y él, para pagarme, se va con un idiota cualquiera, ¿es justo?

Salía de la clase de matemática al receso, cuando Gerard me habló.

—Amor, hola...—me dijo.

—Hey.—le contesté, cortante.

—¿Qué te pasa?—me preguntó. Quise ignorarlo e irme, pero me siguió.

—Nada.—me senté en uno de los bancos de la cafetería, intentando concentrarme en el ruido de la lluvia y no en el barullo que hacían las demás personas allí.

—Si no te pasara nada no estarías así.—me dijo. No obtuvo respuesta, así que se fue junto a Ray, Bob, Bert y su hermano. Inmediatamente, llegaron mis amigos.

—¿Qué pasó con Gerard?—me preguntó Evan.

—Todavía no sabe que me pasa.—le respondí. Ellos se ofrecieron a traerme el almuerzo, y accedí, así que volví a quedarme sentado solo.

Casi hiervo de ira cuando vi lo que vi: Robert estaba abrazando a Gerard de la cintura mientras se sonreían mutuamente. A mi novio, A MI NOVIO. Me paré inmediatamente dejando mis cosas allí, y fui directo a pegarle a ése idiota.

—¿QUÉ TE PASA, IDIOTA? ¿NO SABES QUE ÉL TIENE NOVIO? Y POR SI NO LO SABÍAS, SOY YO.—el muy descarado se tocó la nariz, donde antes yo le había pegado, y comenzó a reírse cínicamente.

—Perdón, pero pensé que tu dama estaba soltera.—estaba a nada de volver a pegarle, pero Bob y Ray me habían tomado por los brazso e intentaban tranquilizarme, mientras todos los otros idiotas miraban.

—Francis, no hagas una escena. Sólo somos amigos, no hay nada raro, ¿puedes volver a donde estabas?—me dijo mi novio. Mi propio novio defendía a esa basura, en serio no podía creerlo.

—McCracken, Iero, a dirección, ¡ya!—era el director. Genial, ahora debía aguantar un sermón sobre la no violencia. Perfecto.

En menos de cinco minutos estábamos los dos sentados en las sillas donde habíamos estado Gerard y yo a principio de semana.

—Iero, me visitó dos veces en una semana, ¿tiene ganas de verme o qué?—dijo el director, sarcástico. Robert se río por lo bajo.—Cuéntenme la situación, ¿qué pasó?

—Le partí la cara a éste imbécil porque se mete con lo que no debe.—le dije.

—Vocabulario, Iero.—dijo el canoso, que miró al imbécil como para que hable.

—Me pegó porque creyó que yo estaba con su novio, señor, pero no es así, yo nunca haría algo homosexual, lo repudio completamente.—¡Mentira! Él quería acostarse con Gerard, lo presentía. El director parecía complacido por su palabras, por lo que le pidió que se retire.

—Iero, usted será sancionado. Deberá quedarse en detención dos horas durante dos semanas.—iba a abrir la boca para hablar, pero el viejo dijo:—Si dice algo va a ser un mes.

Me callé y me fui de allí.

En la clase, puse algún álbum en aleatorio y dejé que la música me llevara, no tenía ganas de prestar atención a la clase.

A la 1 del mediodía, fuimos libres. Estaba escuchando música cuando sentí una mano tocándome el hombro. Me quité los auriculares, esperando que sean mis amigos, pero era Gerard.

—¿Qué quieres ahora? —le dije.—¿Volver a humillarme frente a todos?

—Necesito que hablemos.—me contestó. —Sí, ahora. Te espero afuera.

Terminé de guardar mis cosas y salí. Allí estaba él, esperándome bajo el techo de la escuela, para no mojarse.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—Al centro comercial.

Y así, empapados, caminamos, en silencio, y no tomados de la mano, como usualmente lo hacíamos, sino que íbamos con nuestras manos en los bolsillos y con las capuchas puestas.

Cuando llegamos, fui directo a Burger King para comprar una hamburguesa, y Gerard me esperó en un mesa.

—¿De qué quieres hablar?—le dije.

—De nosotros.

—¿Por qué? Estamos perfectamente bien.

—No, no lo estamos. Casi no hablamos.—me dijo. Yo tenía la mirada fija en la hamburguesa.

—Es por tu culpa y de ése Bert.

—¿Mi culpa? Tú sólo te fuiste del grupo, Bert es amigo de todos menos tuyo.

—Es un idiota. Y me cae mal.—luego de eso, nos quedamos un rato en silencio, hasta que él dijo:

—Frank, creo que deberíamos darnos un tiempo. Para pensar bien las cosas, lo que queremos para nosotros.

—¿Pensar qué? Yo ya sé lo que quiero para mí, te quiero a ti, para siempre, junto a mí. Gee, no me hagas ésto.

—No te hago nada, sería lo mejor para los dos. Debo irme ahora, adiós.—dicho ésto, se fue, dejándome con una hamburguesa a medio comer y lágrimas amenazantes con salir de mis ojos.

xoboyd.

demolition lovers ; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora