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¿Recuerdan cuando aquella semana les dije que había sido la peor? Oh, estaba tan equivocado. Sin duda, ésta había sido la peor semana de todas.

Primero, el sábado por la noche Bob me había llamado para ir a una fiesta que organizaba él en su casa. No tenía ni ánimos para respirar, por lo que le dije que no. Me insistió, pero me negué. Hasta me dijo que iría Gerard, que quizás podríamos componer las cosas, pero igualmente me negué. Fui tan estúpido.

El lunes, estaba más animado que antes, pero esa pizca de buen humor se fue cuando me habló Lindsey.

—Hola Frankie, ¿cómo estás?—me dijo con esa irritante voz que poseía.

—Hey. Yo bien, ¿y tú?—no me importaba si esa prostituta estaba bien o no, sólo fingía ser amable.

—Oh, me alegro. Pero dudo que estés bien luego de que te cuente lo que pasó. Sígueme.—y, haciendo resonar sus tacos y robando miradas de chicos y chicas, me guió hasta un lugar más alejado.

—¿Qué tenías que contarme? Vamos, habla.—me estaba poniendo ansioso.

—Oh, Frankie, lamentó ser yo quien te cuente ésto pero... La zorra de tu novio te engañó.—me quedé helado. ¿Gerard me había engañado?

—¿Gerard me engañó?—pregunté, anonadado.

—Claro, ¿quién si no?

—¿Con quién?—iba a matar a ése hijo de puta, lo juraba.

—Según lo que yo sé, fue con Robert McCracken, en la fiesta de Bob.—dijo mientras se miraba las uñas rosa chicle. Por un momento no supe si estrangular a Lindsey por habérmelo contado, a Bert por haberse acostado con Gerared o a mí mismo por ser un idiota y no haber ido a esa fiesta.

El timbre comenzó a tocar, pero me importó una mierda, entré al salón de Gerard —que antes era mío también— hecho una furia. Busqué a Gerard con la mirada, pero no estaba. Tampoco se encontraba Bert, así que me dirigí a mis amigos.

—¿No pensaban contármelo, eh?—les dije. Ellos salieron rápidamente de la conversación que estaban teniendo y me miraron. Bob fue quien habló.

—¿Contarte qué?

—Que Gerard se acostó con Robert.—me senté en mi antiguo asiento, esperando respuestas, pero ellos parecían tan sorprendidos como yo al principio.

—¿Gerard qué?—preguntó Ray en un susurro. El profesor de física había llegado, así que me escondí un poco para que no me viera.

—Me lo contó Lindsey.—les susurré. El profesor Johnson se había levantado de su escritorio y venía hacia nosotros. Estaba jodido.

—Señor Iero, ¿extraña mis clases?—vociferó. Todos mis ex-compañeros se dieron vuelta hacia el lugar de donde venía la voz.

—Tenía que hablar con mis amigos.—le dije, levantándome del asiento y caminando hacia la puerta.

—Huya, huya como rata, Iero. Igualmente la sanción se la llevará.—con los nervios de punta, caminé hasta el patio y me quedé allí. No tenía ganas de volver al salón a escuchar la aburrida clase de matemáticas.

Me dormí sentado hasta que tocó el timbre del receso, y fui a buscar mis cosas al aula y a mis amigos, pero ellos ya venían hacia mí con mi mochila.

—Nos tienes que contar todo.—me dijo Bob, y nos sentamos bajo un manzano.

—Lindsey me dijo que, en la fiesta del sábado, Gerard se acostó con Bert. Y, oh casualidad, ninguno de los dos viene hoy.—les dije.

—A mí me parece que Lindsey está mintiendo, Gerard nunca te haría algo así.—el celular de todos sonó al mismo tiempo. Deseaba que fuera el grupo de whatsapp que teníamos todos, o en el peor caso, —A, como en Pretty Little Liars, pero no. Era un video, que me mandaba un número desconocido. Comencé a descargarlo, pero tardaba mucho. Maldito 3G.

—Es un vídeo que me manda Bert.—dice Ray.—¿Qué será?

—A mí también me llegó un video.—dije, espiando los celulares de mis amigos. Sí, era el mismo archivo.—¡Ahí se descargó, Bob! Ábrelo.—el moreno hizo lo pedido, y me maldije millones de veces por decirle que lo abra.

En el video se oían gemidos, pero eso no era lo peor. Los gemidos eran de Gerard, no lo podían negar. Los conocía. Se veían dos personas —Robert y Gerard, deduje— teniendo sexo. Juro que torturarme hubiera sido menos doloroso. Lindsey había tenido razón, no mentía. Me sentía tan miserable, quería morirme.

Bob, en cuanto se dio cuenta de lo que era, lo sacó. Los tres nos miramos.

—No era mentira.—murmuró Ray.

—Tiene que haber una explicación.—dijo Bob, pasándome un brazo por los hombros. Pero yo no necesitaba una explicación, no. Necesitaba asesinar a Robert McCracken con mis propias manos. Me largué a llorar de la furia, y mis amigos me abrazaron y me dieron palabras alentadoras.

—A la tarde iré a la casa de Gerard y hablaré con él.—dijo Bob.

—No. Iré yo, ahora.—tomé mi mochila de sobre el pasto y salí corriendo. Me importaba una mierda que su madre me corriera a patadas de su casa, yo encontraría la forma de entrar y hablar con Gerard.

Luego de correr siete cuadras y quedar en un estado físico deplorable, llegué a la casa de Gerard. Toqué timbre y me escondí detrás de un árbol, por si me veía Donna, pero no. Abrió la puerta su padre, quien casi la cierra a falta de alguien a quien contestarle.

—Hola, Donald.—le dije, saliendo del árbol.

—Frank, casi me da un infarto, me asustaste.

—Quisiera ver a Gerard.—le dije.

—Oh, veo que ya te enteraste de lo que pasó, ¿verdad?—asentí.—Yo también lo siento mucho. Pasa, mi mujer salió junto a Gerard.—me dijo mientras entraba a la casa y nos sentábamos en el sofá, también estaba Mikey allí, quien se acercó a saludarme, con cara triste.—Estaba muy mal mi hijo, luego de... tu sabes, eso. No quería comer, nada, hasta que nos contó, y fuimos a hacer la denuncia y al médico, pero sigue triste, y es entendible.—¿Denuncia? ¿Médico?

—Creo que no estoy entendiendo. ¿Por qué una denuncia y un médico?—pregunté. El padre de Gerard iba a contestar, pero la puerta se abrió y dejó ver a una protectora madre junto a su roto hijo.

xoboyd.

demolition lovers ; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora