III

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Dos años atrás

Santiago estaba exhausto, no había dormido las dos últimas semanas, no era por elección, o por causa de trabajo, era que no podía conciliar el sueño, estaba terriblemente preocupado, la ansiedad e incertidumbre por el mañana lo estaban consumiendo, de ser un hombre lleno de vida, alegre y esbelto, ahora lucía ojeroso, pálido, delgado, casi como un cadáver que se arrastraba por el mundo de los vivos en busca de atemorizar a los humanos.

Nunca había tenido el mejor empleo del mundo, pero desde el último par de meses las cosas habían empeorado terriblemente.

Él trabajaba en una empresa transnacional dedicada a la importación de mermeladas y otras conservas similares originarias de Reino Unido, llevaba la contabilidad de la empresa a nivel nacional, es decir todos los movimientos financieros que tuvieran que ver con las importaciones, ventas y deudas de la compañía en México. Le gustaba su trabajo, manejar las cuentas del activo y pasivo era de lo más interesante para él, la empresa aunque a paso lento debido a que los productos al ser importados era un poco más costosos que aquellos hechos dentro de la nación, iba creciendo, y prometía abarcar una mayor parte del mercado.

Cuando parecía que todo iba mejorando para la empresa y consigo su trabajo, hubo un cambio en la dirección general; un nuevo jefe traído desde Inglaterra, enviado por el director y fundador de aquel país, quien dudaba acerca del lento crecimiento de la empresa, trajo consigo a un nuevo gabinete, en realidad solo un par de miembros, despidiendo a los jefes que habían comenzado en el negocio en México. Estos a su vez decidieron cambiar al gerente del área administrativa. El lugar fue ocupado por un mexicano, pero éste también traía a su gente consigo, despidió a siete empleados del área, por supuesto solo los más importantes, entre ellos a la persona que ocupaba el puesto de contador.

Por supuesto él no era el único indignado, entre mexicanos y británicos estaban furiosos; intentaron interponer demandas por despido injustificado, pero el gobierno mexicano concedió un amparo a la empresa, se rumoraba que el nuevo director general de la compañía era un viejo conocido del encargado de La junta federal de conciliación y arbitraje, por lo que los afectados nada pudieron hacer más que resignarse a la mediocre liquidación entregada por la empresa; ésta era mínima ya que por la ley federal del trabajo que no hacía mucho había sido legislada, no había antigüedad generada por parte de los trabajadores.

El señor (T/A) ___ tenía algunos ahorros, pero junto a su liquidación, no eran lo suficiente para solventar a una familia que aunque de solo tres integrantes, estaba acostumbrada a cierto estilo de vida.

Al inicio tomó la despedida de su empleo como un pequeño descanso, dos meses estuvieron bien con dificultades y sin ninguna clase de lujo, pero bien, posteriormente cuando los fondos de ahorro se terminaron, comenzó a buscar empleo, creía que no sería tan difícil encontrar uno que se adaptase a su profesión... vaya sorpresa.

Dos factores le impedían encontrar un empleo adecuado: la falta de ofertas en el marcado laboral del país a personas mayores a 35 años, y que a pesar de que la demanda interpuesta contra la empresa había resultado infructuosa, por ley había sido boletinado por todo un año, ninguna empresa lo contrataría en dicha condición, entonces la desesperación lo invadió, no había nada que pudiera hacer para encontrar trabajo o siquiera cobrar venganza.

Él no era el único que atravesaba dicha situación, sus antiguos colegas de trabajo también se enfrentaban a éste problema, a menudo se encontraban para intentar encontrar una solución que diera fin a todos sus malestares.

-¿Qué podemos hacer?-preguntaba el señor Ávila tímidamente

El resto de los hombres se encogió de hombros. Todos se fueron en su dirección, solo quedaron al final el señor (T/A) ____ y su antiguo jefe el señor Hamilton, un inglés de ojos azules, de aproximadamente cincuenta años de edad, y de gesto y voz amables.

Al notar que se quedaban solos, el señor Hamilton invitó a un pequeño bar al ex contador de la empresa.- (T/A) ____- exclamó con un tono casi imperceptible- no me atreví a decirlo frente a los otros, porque considero que no tienen el coraje suficiente, pero usted, sé que tiene nervios de acero, es por eso que quiero proponerle algo, que de resultar bien, lo cual es muy probable, nos beneficiará a ambos.

El contador escuchaba con atención, la curiosidad lo estaba matando, no sabía a qué se refería el señor Hamilton, todo lo que decía lo hacía en un tono tan misterioso y tomaba precauciones que hasta cierto punto le resultaba extrañas. – por supuesto, habrá riesgos, pero si cumplimos con el trato que acordaremos, todo saldrá bien, obtendremos lo que merecemos y de paso se hará justicia.

-¿Pero de qué habla señor Hamilton?

-Hay alguien, que se encarga de ciertos trabajos, que puede darnos todas las facilidades posibles para que hagamos justicia, no es nada malo, solo un alto a la corrupción, ¿qué le parece?

-Pero, por favor ¿quién estaría interesado en ayudarnos? ¿Quién?

-A pesar de que todo lo que sé sobre dicha persona son murmullos, si usted confía en mí, podríamos agendar una cita, y conocerlo mejor, ¿qué dice? ¿Es que acaso no está cansado de tanta miseria de la que no somos culpables?

(T/A) _____ suspiró y pensó las cosas por unos instantes, los argumentos que Hamilton le había dado eran completamente válidos e irrefutables, además de que estaba en medio de una gran necesidad.

-Está bien, vamos a conocer al individuo que dice. 

Honey, I O UWhere stories live. Discover now