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A la hora de la salida Daniel venía caminando con Janneth. Detrás de ellos venían Mitchell y Kyllian tratando de no perderlos de vista entre el tumulto de gente que buscaba salir pronto.
Al ser la última semana de clases, los estudiantes buscaban escapar de aquel lugar lo más pronto posible.
Pero al salir a la calle, Daniel pudo identificar fácilmente a dos personas; en una Pontiac Aztek blanca, modelo 2010, Roger se retiraba de la escuela con unos lentes de sol Ray Ban. Junto a él venía una chica la cual Daniel no pudo reconocer, pero sabía que era una pobre incauta que seguramente había caído en la telaraña de labia y mentiras de Roger.
Por un momento, mientras Roger pasaba casi frente a Daniel, ambos chocaron miradas. Y muchos podrían decir que no, dado a que Roger llevaba lentes, pero Daniel podía sentir su mirada fija en él, y en un acto de burla, le sonrió.
Daniel inconscientemente cerró el puño, pero al momento en que Janneth acariciaba su brazo para sujetarse de él, abrió la mano.
Caminaron un rato por las calles con los brazos entrelazados, y después de que Mitchell y Kyllian se fueran, empezaron a caminar tomados de la mano.
En este punto, ambos eran conscientes de lo que estaba pasando, ambos sabían que caminaban tomados de la mano por la calle como si fueran una pareja de novios. Pero no les importó.
En cierto momento, Janneth tocó un tema de suma importancia e interés para Daniel.
- Dan, ¿recuerdas cuando me dijiste que debía mandar un correo solicitando estudiar en Bellas Artes?
- Lo recuerdo, si.
- Después de que me dijiste eso, me quedé pensando y primeramente creí que era una exageración. Es decir, si tú eres tan bueno como yo dibujando y pintando, ¿por qué tú no lo habías hecho primero? Así que después de considerar tu opinión un tiempo, hace días decidí tomar fotos de las que tú has considerado mis mejores obras.
- ¿Y se las enviaste?
- Si, envié un correo con ellas y me dijeron que las revisarían, que esperase una respuesta dentro de las próximas semanas.
Daniel tenía total certeza de que Janneth podía ser aceptada en un Instituto de Bellas Artes, puesto que a mucha gente le gustaba mucho el estilo de acuarela que Janneth estaba acostumbrada a hacer.
Y por un momento, sintió un miedo de que en caso de que fuese aceptada, se distanciaría de ella, pues un instituto como ese se ubicaba al centro del país. Lejos de donde se encontraban viviendo.
Janneth tendría que mudarse para poder asistir a sus clases. Pero si tener que mudarse era necesario para que ella pudiese estudiar ahí, Daniel no la detendría.
Ambos se detuvieron un momento.
- Estoy más que seguro que les encantarán tus trabajos, y te aceptarán.
- ¿Tú lo crees? Daniel es decir, no son trabajos como los de Picasso o Dalí.
- El arte funciona de muchas maneras y la gente lo percibe de igual forma. Para papá, Picasso son puros garabatos, pero para mí es arte. Habrá quienes estén enamorados de tus obras, y habrá quienes simplemente les den igual, así es el arte.
Aquellas palabras llenaron de vida los planetas de Janneth y una sonrisa se formó en su cara. Ambos se fundieron en un fuerte abrazo, y al separarse volvió a ocurrir.
Se separaron tan lentamente que volvieron a estar tan cerca del otro, podían sentir su respiración lenta y un poco nerviosa por el momento. Sus manos estaban entrelazadas y sus bocas estaban a solo centímetros de distancia.
Pero no sucedió.
Al abrir los ojos y ver los planetas de Janneth frente de si, sintió un escalofrío y un nerviosismo intenso. Simplemente se congeló, y al desviar la mirada a la calle, pudo ver el camión que Janneth tomaba, acercándose.
- Creo que el que viene allá es tu camión.
Jamás supo por qué lo dijo, pues pudo haberse quedado callado y simplemente besarla. Pero los nervios le ganaban nuevamente.
Al oír sus palabras, Janneth volteó en dirección a la que Daniel había mirado y confirmó que era cierto.
Terminaron despidiéndose con un beso en la mejilla y otro abrazo, aunque esta vez un tanto fugaz.
La vió subirse al camión y marcharse a su casa, y como en otras ocasiones, se sintió un idiota.

Llegó a su trabajo a tiempo, caminó frente a la caja y vió a Anderson como siempre contando el dinero en caja y comparándolo con la cantidad que aparecía en el resumen de ventas (Hasta el momento) en la pantalla de la computadora.
Al dirigirse hacia la parte de la bodega, vio a Ramón ayudando a una señora grande a elegir un shampoo y a Alexánder mostrando un conejo a una familia.
Justo cuando iba a entrar a dejar su mochila en su casillero, el médico Walter apareció por la puerta de servicio.
- Señor Daniel, es bueno verlo. -- El médico siempre se dirigía a los empleados como "señor."
- Doc, qué gusto.
Daniel entró al área de servicio, pero el médico, en vez de salir a la tienda, decidió esperar a Daniel para seguir platicando con él.
- ¿Qué tal te ha ido hoy?
- Regular doc, la mayoría solo estamos esperando a que nos digan que podemos ser libres.
Daniel abrió su casillero y depositó su mochila dentro de él, cogió su uniforme el cual colgaba de un pequeño gancho sujeto a la parte interior de la puerta y se lo colocó encima de la camisa que llevaba puesta.
- Por supuesto, cuando tenía tu edad, solo esperaba a que fueran vacaciones para poder retirarme de la facultad e ir a descansar en mi cama. Pero de nada servía porque mi señora madre le contaba a cuanta gente podía que su hijo estaba estudiando veterinaria, y seguido llegaba gente a la casa con sus mascotas a pedirme que las revisara.
- ¿Y lo hacía?
- ¡Claro! -- Comentó muy alegre. -- Verá señor Daniel, cuando uno ama lo que hace, no le molesta tener que sacrificar un poco de tiempo libre por atender a un pequeño ser vivo, se le llama amor a los animales, estar comprometido con ellos..
Daniel jamás le había preguntado acerca de su edad al médico, pero daba por hecho que debía tener unos 60 años. Era un hombre dedicado a su trabajo que había pasado por infinidad de consultorios, salas de cirugías, laboratorios, etc. Se crió en una época en la que si uno quería hacer las cosas bien, tenía que ponerle mucho empeño y dedicación. En algunas ocasiones, el médico les había contado a los vendedores cómo había pasado noches enteras en su juventud leyendo libros y libros de anatomía, males en los animales y fichas técnicas, acompañado únicamente de un café.
Hoy en día, bastaba con escribir los síntomas en cualquier buscador de internet para poder encontrar la enfermedad por la que pasaba la mascota.
Ambos salieron del área de servicio, y antes de que pudieran seguir con la plática, Alexánder los interrumpió.
- Doctor, le trajeron un hurón a consulta, los clientes ya se encuentran en el consultorio.
- Continuaremos después. -- Le dijo a Daniel antes de retirarse.

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⏰ Última actualización: Aug 22, 2017 ⏰

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Enamorado de Janneth Jenkins.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora