30 de Septiembre
Taylor y Nathaly compraron unas gorras y ropa nueva, para que los ciudadanos no los reconociesen. Todo era extraño, era como si te hubieses quitado un peso de tu vida, es como si todos fueramos felices. Es diferente lo que siente Taylor cuando perdió a su padre que cuando lo pierde otra. Ese complejo de maltrato que tenía siempre, ya ha desaparecido.
Nathaly siempre pensó que Taylor era el típico chico malo, el mujeriego, fumador y que vestía con chaquetas de cuero, el malote de la ciudad, pero luego con el tiempo se dio cuenta que no era así. Se había enamorado de la última persona que tenía en la lista, en la lista de su vida. Todo fue inesperado, nadie sabía que iba a pasar todo aquello.
Cogieron unas bicicletas que estaban aparcadas en un parque, pedalearon día y noche. Comieron poco, pero aún así intentaron ir de nuevo a su ciudad, Taylor hizo un esfuerzo enorme, tenía la pierna rota, pero aún así pedaleaba como un loco. Dormían donde podían, en medio del campo, los dos tumbados sobre la hierba fresca, mientras observaban las brillantes estrellas del cielo.
- Te prometo que algún día, nos escaparemos y te haré muy feliz *Dijo Taylor*
Nathaly asintió con la cabeza, se miraron y sonrieron. Taylor intentaba disfrutar al máximo del momento, ya que estaba lo suficiente seguro como para saber que los expulsarían del internado y todo sería diferente desde lo ocurrido. Tendría que cuidar de nuevo a Matthew aunque este tuviese 15 años.
Los dos cerraron los ojos para dormir. Taylor no conseguía dormirse, así que se quedó mirando el rostro de la chica. Pensaba que ella era lo más hermoso que había, que cómo pudo llamarla así, como pudo insultarla y faltarle al respeto.
- Cuando llegue, me confesaré al cura *Pensaba Taylor*
Tenía mucha hambre, él no sabía que hacer. Intentó matar un búho, una ardilla e incluso un hurón, pero todos se les escaparon.
- Por lo menos tenemos agua. *Pensó*
Se tumbó en la hierba de nuevo y miró a la luna, pidió un deseo y se quedó dormido.
