"Les chasseurs"

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CAPÍTULO XII

—Cómo me encantas, Agreste —susurró ella al abrazar la almohada y suspirar para quedarse dormida entre las sábanas.

Ni siquiera quiso cambiarse la ropa. Creía aún sentir los brazos de aquel muchacho rodearla. Su perfume quedó penetrado en la tela y desde ese momento las cosas serían diferentes.

....

—Oye, oye —decía Jeycen caminando detrás de Antonio— ¿podrías explicarnos eso de la hija de los Dupain?

—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó él algo malhumorado, ya era tarde y ansiaba por dormir—. Sólo nos quité un peso de encima.

La habitación de Antonio se encontraba en la parte baja, al fondo del pasillo a la derecha. A diferencia de los cuartos de los hermanos que estaban en la segunda planta y de lado de las escaleras.

—Podías al menos avisarnos —reclamó el de los cabellos ondulados, deteniéndose en la puerta de la habitación.

Brandon les seguía en silencio absoluto, mirando hacia donde se inclinaba la bandera —La verdad a mí me da igual —admitió.

Su hermano sólo soltó un bufido y sin mirarle. ¿Qué podía esperar de él? Ciertamente era un idiota. Jeycen creía que él es único que le tiene un cariño genuino a Mariela, lo supo desde el primer instante en que la vio.

—Mira —comentó Antonio al abrir la puerta cruzando su marco. Caminaba a su cama tirándose en esta sin importar lo desarreglada que estaba—les hemos dado lo que querían: su hija. ¿Qué más pueden pedir? —Los dos chicos guardaron silencio al mirarse—. Así que deja de molestar y empieza a ser más descuidado como Brandon, que de las cosas difíciles yo me encargo y todo ha salido bien. ¿Sabes que te falta? Te hace falta una novia, te conseguiré una.

—No, gracias —respondió Jeycen al salir molesto.

"Bueno" alcanzó a escuchar mientras caminaba al pasillo y casi podía imaginarse la alzada de cejas que Antonio y Brandon hicieron una vez que salió de su presencia. Rotó los ojos y subió a su habitación para intentar dormir, a veces era imposible conseguir la paz en esa casa.

—Oye, Antonio —comentó Brandon manteniéndose debajo el marco de la puerta.

El otro se sacaba los zapatos para estirarse plenamente en su cama. Alzando un poco su cabeza para verlo—. ¿Sí?

—¿Qué es lo que contenían los papeles que cambió Mariela? —preguntó curioso.

—Su extermino —respondió con simpleza al encender el televisor—. Acaban de cavar su propia tumba...

Con aquellas palabras, Brandon permaneció mirando al que tenía enfrente de él. Lo miraba observar la televisión y disfrutar de la comodidad de su cama. Asintió suavemente y cerró la puerta al salir dirigiéndose a su habitación. Sólo el principio de una larga noche para los Dugés, porque ninguno se imaginaba lo que ocurriría después.

Qué afortunados eran.

Pero más afortunada era Bridgette que al fin regresaba a casa con sus padres.

—Siéntete cómoda, cariño —invitaba Tom luego de abrir la puerta del modesto departamento en el que residían. No tardó ni un paso para que él comenzara a levantar el desorden que habían dejado antes de salir.

—Está bien, padre —le dijo la azabache menor ladeando con la cabeza—. No tienes que ordenar ahora, no tengo problema. No se preocupen.

Sabine se aseguró de que no hubiera nadie por el pasillo antes de cerrar la puerta de la casa, escuchando la conversación que su esposo y su...hija entablaban. Caminó por el pequeño espacio de la sala para levantar los papeles que se habían quedado en el sofá, lo más probable es que alguno de ellos durmiera ahí esta noche.

La Chica del ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora