"¿Mariela o Marinette?"

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Capítulo XIX

—Yo... lo siento.

—Está bien, no ha sido tu culpa, nunca lo fue.

Las manos me están sudando. Una presión en el pecho comienza a causarme pánico, miro a los lados como si estuviera esperando un segundo acto, pero nunca llega y dudo que lo haga. Sus ojos azules me miran con compasión y yo me siento muy arrepentido. Sé que muy dentro de mi corazón así estoy, pero lo único que quiero es alejarla.

Abrí los ojos sintiendo la penumbra de mi habitación caer sobre mi alma. Debí haberme dormido luego de llorar un amargo rato. Estoy consciente de que mi manera de actuar no fue la mejor. Fui cegado por mis emociones y al mismo tiempo traicionado por mi amor hacia ella.

Estuve intentando comprender razones, pero nunca pude llegar a algo cuerdo. Era como si faltara algo de lo cual no tengo conocimiento y a decir verdad es frustrante. Hubiera preferido no verme envuelto en esta situación, pero me temo que es todo lo contrario y debo tomar una decisión para seguir adelante. Amándola o no, hay consecuencias que uno debe afrontar.

Me pregunto, ¿me equivoqué de persona? Porque creía que ella era todo lo que buscaba.

Si íbamos a vivir un corto amor, hubiéramos empezado desde antes...

***

Me ahorré la molestia de ir a la escuela. Mi cabeza no se sentía preparada para afrontar razonamientos y secuencias numéricas, serían un dolor de cabeza que fácilmente podía evitar. La información que Chloé hizo llegar a mis oídos no tardó en hacer efecto, pues habría una audiencia dentro de algunos días con mi padre y con Mariela presente, como supuesta acreedora de los hechos.

Seguir pensando en su angelical sonrisa y al mismo tiempo imaginarla los tratos de mi padre, produce en mi estómago una sensación horripilante. Una sensación que me hace sentir mareado, con frío y adolorido.

Aún estoy trabajando en ello.

—Hola.

Me detuve en la acera girándome. Está ella con gorro de invierno azul en la cabeza y una bufanda café cubre generosamente su cuello. No puedo evitar pensar qué hace sola por aquí y tan temprano.

—Hey, hola —saludé.

—¿Puedo hacerte compañía?

—Claro.

Ambos comenzamos a caminar en silencio. Ninguno lleva trazado un camino, pero supongo que no es bastante raro. Nuestros pies no saben a dónde van, aunque nuestra cabeza nos haga pensar que sí. El vaho sale de nuestras bocas casi sin pedirlo. Las calles en estas fechas son sombrías, nostálgicas y apasionadas... con la persona correcta.

¿Me habré equivocado?

La miré de reojo observando las mejillas frías y rosadas por lo mismo. Sus labios están ligeramente partidos y sus pestañas son más largas que las de ella, aunque no tienen las mismas curvas. Podría confundirlas si nunca hubiera estado tan cerca del rostro de Mariela, si no hubiera apreciado sus pecas, sus cejas y la curvatura de sus labios.

—¿Por qué me miras así?

Tartamudeé negando con la cabeza. No había sido mi intención.

—Lo lamento, estoy algo distraído.

Desvié mi mirada de la suya que se posaba en mí y sólo por unos segundos me desconecté de mis sentidos. Se alzó a mi rostro depositando un beso en mis labios, tomándome de las mejillas mientras intenta que no me resista y por unos segundos casi dejo de hacerlo.

La Chica del ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora