"Tratando con el enemigo: Hace tiempo."

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CAPÍTULO V

— ¿Crees que nada más recuerde eso? -Preguntó Brandon mientras devoraba y trozaba con sus molares un pedazo de tocino y lo degustaba. Era domingo por la mañana y aún todos conservaban el mal sabor de boca de ayer.

— Pues es lo único que tenemos asegurado. -Respondió Jeycen dándole trago su jugo de naranja. — "Mari". -Se dijo a si mismo divagando en sus pensamientos. Podías ver a los dos chicos sentados en el comedor, uno con el rostro golpeado; y mirando fijamente hacia la nada, apostaban que pensaban en lo mismo y peor, un mundo lleno de posibilidades, y entre ellos iba un "qué hubiera pasado si..."

— Mariela Dugés. -Complementó el otro y alzó la mirada a su hermano. Ambos suspiraron, no había mucho que ellos pudieran hacer. — ¿Por qué hablamos de esto?

— Tú sacaste el tema. -Reprochó Jeycen dándole una bocanada a su pan tostado con ganas.

El otro con un suspiro asintió para seguir desayunando. —Ni deberíamos preocuparnos, ha sido mucho tiempo de...

— ¿De....? - Preguntó Mariela que entraba al comedor con el cabello alborotado, su pijama, y unas ojeras que decían "no pude dormir gracias a lo de ayer", pero a pesar de ciertas dificultades una pequeña sonrisa se mantenía en su rostro. Tal vez casi inexistente, pero el intento ahí estaba. Y ellos pensaban que podían haber ocurrido muchas cosas, y un caos pudo haber sido desatado, pero tenían la dicha de verla todos los días y sentir un rayo de luz a causa de su presencia.

— De... de que no comemos pastel de carne. -Se excusó Brandon a lo cual el otro se atragantó con el tocino y se tomaba jugo para intentar digerirlo; pero luego éste lo saco por sus fosas nasales e inundó la habitación con su risa.

— ¡Jeycen eso ha sido asqueroso! -Se quejó la azabache entre risas mientras tomaba servilletas para limpiar el desastre. — ¿Recuerdan la última vez que horneamos ese pastel?

— Para empezar la llave de gas casi hace explosión en la casa, y en segundo ¡Sabía horrible! -Dijo el otro mientras recordaba al drogado de su hermano gracias a la fuga de gas y luego la larga fila al baño para querer vomitar lo que habían comido hacía unos momentos. La carne estaba mal cocinado y los condimentos a flor de piel, fue simplemente desagradable.

— No estuvo tan mal. -Defendió Brandon para luego sonreír juguetón. — ¡Estúpidos! Al menos les hago la mañana riéndose de mis desgracias. Deberían agradecerme. -Se quejó mientras miraba a sus dos "hermanos" frente a él retorcerse en sus lugares al recordar.

Tal vez era una buena mañana después de todo. Ninguno se atrevió a sacar el tema puesto que, ya había pasado y las cosas podían ser diferentes ahora. No sabían qué ocurriría pero existen cosas en la vida en las cuales no deberíamos pensar tanto y solamente vivir lo que se nos presenta. Mariela se preparó un vaso de jugo de naranja natural y tomó un par de tostadas para untarles algo de mantequilla y azúcar; así era su vida, necesitaba dulzura continuamente. Comía tranquilamente cuando la puerta principal se azotó y escucharon a Antonio caminar por el pasillo, al parecer, se había levantado muy de mañana. ¿Eso acaso podría significar algo malo?

— ¡Buenos días, buenos días! -Dijo a todos mientras dejaba grandes bolsas de compras en la mesa, y se retiraba los lentes para observar a sus esclavos. Vestía casual y con tenis y conservaba una sonrisa amplia en el rostro que, si le preguntabas a la azabache, a ella le ocasionaba terror. — ¡Traje regalos! -Dijo para después atreverse a reír como Papá Noel, pero no iba al caso, todavía faltaba más de un mes para Navidad y su personalidad no encajaba con nada bueno, así que los tres hermanos guardaron silencio mientras comían incómodamente y respiraban con pesadez, tener que aguantarlo era un reto día a día para ellos. — Qué amargados. -Añadió para luego, husmear entre aquellas bolsas y tomar una prenda para lanzársela a Mariela. — Son todas para ti.

La Chica del ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora