"Tiempo de la verdad"

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Hay un tiempo para todo.

un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;

un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;

un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;

un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;

un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;

un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;

un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;

un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;

un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;

un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;

un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;

un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;

un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;

un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

Eclesiastés 3:1-8

[Momentos antes del juicio]

Nota: Las letritas en cursiva son narraciones del pasado.

—¿Y bien?

—¿Bien qué? —preguntaba Bridgette mientras se jugaba las manos sobre su regazo. Intentaba sentirse cómoda en el asiento de piel de aquel coche, sin embargo, no lo lograba.

—¿Ya hablarás?

—No...te entiendo. ¿Por qué has ido a buscarme? ¿Qué necesitas de mí? —preguntó al fin en su último intento de hacerse la que no sabía, quería sonar convincente, pero ni ella estaba segura de si quería parecerlo.

—Ya veo... —dijo él que miraba fijamente hacia la nada. Para ese entonces el coche ya se había detenido, pero no se podía mirar en dónde estaban dado a que los vidrios estaban arriba con una cubierta. — Mari..nette. ¿De verdad no recuerdas? ¿Nada?

—El terapeuta dice que puede costar tiempo, pero conforme me vaya acostumbrando los recuerdos volverán a mí.

—¿Y crees que eso suceda algún día? —preguntó girando su rostro a ella, bajando su mirada hacia sus manos en busca del accesorio—. ¿Crees que puedas recuperar todas tus memorias?

—Yo... no lo sé.

La espalda de Adrien cayó sobre el respaldo del asiento, respirando pesadamente y mirando de reojo a Nathalie que, como fiel confidente, permanecía sentada en el asiento de copiloto apenas respirando.

—¿Sabes? Se me ha ocurrido una idea para que recuperes tus recuerdos —mencionó Adrien—. ¿Quieres saber cuál es?

Bridgette, temerosa, asintió y humedeció sus labios, mirando como el chico se inclinaba a ella para retirar las cubiertas del vidrio de su puerta y bajando el cristal, dejándole mirar la calle en la que estaban estacionados. Pudo observar el edificio de ladrillos rojos, en la esquina con los pocos árboles que dan sombra en aquella banqueta. Los grises de las ventanas, el graffiti de hace algunos años.

La Chica del ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora