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LOS BARROW

Gabe vigila a Matilda desde la retaguardia. Hace tan solo unos segundos estaba dispuesto a echarse la chica al hombro si era necesario. No se quedaría sola en su cabaña sin vigilancia. Ami,  su madre, ya ha tenido problemas antes con la policía. No es una delincuente pero... una queja más y puede que los echen a patadas de la isla y no los dejen vivir más lejos de las ciudades. Si bien es cierto que Matilda es muy guapa, ninguno de los chicos puede permitirse que eso interfiera en su unidad familiar. Familia antes que chicas. Ha sido así y siempre lo será. 

Cada paso que da la joven es un grado más de nerviosismo y ansiedad. Como si no fuera suficiente con sentir como el chico que va detrás de ella le clava miradas en la espalda. Estar rodeada de tantos desconocidos que la mantienen secuestrada sin tan siquiera usar cadenas... Es como un animal en un zoo que los deja libres. Están libres en gran medida pero no plenamente. Y, a Matilda, no le gustan mucho los animales. Sólo hay que ver al pastor alemán de la familia, Cupcake, para saber que Matilda tampoco les cae bien a ellos. 

La cabeza de la chica está tan confundida. Es una prisionera a la que tratan como a una invitada. A la que reciben con alegría en la casa principal. A la que le sirven tanta comida como a los demás. Sin embargo, Matilda se remueve incómoda en el lugar que le han asignado entre Gabe y  Rainy y no toca su plato. 

-¿No comes? -le pregunta Ami preocupada, como si hiciese de madre con ella. 

-No tengo apetito -responde Matilda sin dar muchos detalles. 

Gabe entrecierra los ojos hacia Matilda y su plato sin tocar. Tiene una buena porción de pollo y guisantes del huerto. Su plato luce tan apetitoso como el de todos. Cuando estaba en la cabaña la chica no parecía sentirse enferma. 

-¿Te encuentras bien? -pregunta Gabe cerca de su oreja. 

Matilda casi se sobresalta tanto ante la cercania del chico que podría haber saltado fuera de su asiento y por encima de la mesa sino fuera porque está prácticamente encerrada entre dos cuerpos. 

-Sólo quiero irme a la cama -murmura ella en respuesta. Tiene un plan en mente y quiere ponerlo en marcha cuanto antes. 

Gabe siente que no tiene otra opción. Su cuerpo lo empuja a hacer lo que la chica quiere. Aunque sí que tiene otra opción, por supuesto que la tiene. Puede ser el malo de la peli y quedarse sentado disfrutando de su cena, obligando a la prisionera a que también ella haga lo mismo y tenga que esperar a que él acabe. Pero Gabe no es malo,¿verdad? Al menos eso es lo que el joven se repite en su cabeza cada vez que tiene que vigilar a Matilda para que esta no cometa una locura y se largue de la isla para contarlo todo a la policía. Cuanto más tiempo esté ella en la isla, a más peligro se enfrentarán. Una cosa es robar, otra retener durante un día y otra retener durante toda una vida... 

Matilda sigue sorprendida por la amabilidad de sus captores. En muchas películas los ladrones matan a sus víctimas, y en un sitio como este no sería difícil ocultar un cadaver. Incluso podrían preparar el perfecto escenario y hacer que parezca que un oso la ha devorado hasta los huesos. Pero... es invierno y los osos hibernan. Tal vez los Barrow estén esperando hasta que el invierno finalice, los osos salgan de sus cuevas hambrientos y, entonces, se desharán de ella. Un escalofrío recorre la columna de Matilda. Ahora no le apetece pensar en qué le depara el destino. Si este está en contra de ella, tendrá que luchar también contra él. 

-¿Puedo ir antes al baño? -pregunta Matilda avergonzada. 

-Claro -responde Gabe con tranquilidad. 

Matilda odia los baños portátiles. Le recuerdan a los festivales de música y a lo sucios que suelen estar estos. Sin embargo, este solo es usado por la familia, aunque es una familia demasiado grande para un solo baño... 

Por primera vez, Matilda observa su reflejo en el pequeño espejo que cuelga por encima del lavabo. Se horroriza al ver las cicatrices y casi no reconoce la cara que estas adornan. Son sus ojos, sus mejillas y sus labios. Pero ahora tiene una cicatriz que le cruza el pómulo y otra que recorre de arriba a abajo su labio inferior. Toma una bocanada de aire antes de salir del baño. 

Las cosas no mejoran en la cabaña. Matilda quiere poner su plan en marcha cuanto antes. Saca el teléfono y comienza a revisar las fotografías de su galería. Descarta las fotos en las discotecas, no cree que enseñarle a Gabe una foto de ella con sus amigas de fiesta vaya a ablandar mucho el corazón de uno de sus secuestradores. 

-Tienes que dejar que me vaya -le pide a Gabe mientras se acerca a él, con el móvil preparado en la mano. 

Gabe hace una mueca y se siente impotente. 

-No puedo -se excusa. 

-Por favor -suplica Matilda, las lágrimas formándose en el lagrimal y a segundos de ser derramadas ante la impotencia que siente. 

Dos personas en posiciones tan diferentes y que, sin embargo, comparten un mismo sentimiento. 

-Por favor -vuelve a suplicar Matilda. Sus ojos azules se han enrojecido y las lágrimas han comenzado a caer. 

Gabe se esfuerza en mirar a cualquier otro lugar que no sea la cara de la preciosa chica que encontraron en la orilla. 

-Yo también tengo familia -explica Matilda mientras tratar con manos temblorosas de desbloquear el móvil-. ¿Lo ves? -le pregunta mientras le enseña la fotografía-. Tengo hermanos pequeños como tú. 

Gabe observa la fotografía y se sorprende. No era la familia que esperaba. La chica tiene dos hermanos negros. Gabe frunce el ceño hacia la chica. 

-Por favor, Gabe -dice Matilda de nuevo-. Deja que me marche y pueda volver a ver a mis hermanos -un sollozo se le escapa-. Mi familia debe de estar preocupada por mí. 

-Lo siento, no puedo -se excusa Gabe, queriendo salir de la cabaña y desaparecer para siempre. Alguien va a tener que ocupar su lugar esta noche, él no se siente capaz de estar encerrado en la misma habitación con esta chica. 

-¿Es que no tienes corazón? -pregunta Matilda llena de rabia mientras se abalanza contra él. 

Gabe, quien no se esperaba un ataque, cae contra la pared de su cabaña. Sin embargo, reacciona rápido y reduce a Matilda con un fuerte movimiento. Puede que Matilda sea más fuerte que algunos de los hermanos, pero no más fuerte que Gabe; y mucho menos después del accidente. 

Matt, atraído por los gritos, aparece de repente en la cabaña. Encuentra a Gabe aprisionando a Matilda contra una pared y, por un segundo, cree haber interrumpido algo muy íntimo. Pero no. En la mente sucia de Matt no entra en juego una chica con el rostro rojo y surcado de lágrimas. 

-Quédate con ella esta noche -suelta Gabe mientras mira a Matt-. Yo no puedo. 

Acto seguido, Gabe deja libre a Matilda y desaparece fuera de la cabaña. Matt está tan confundido que hace lo que Gabe le dice. Entra en la cabaña y se sienta en la cama de su hermano a esperar que algo pase. 

Matilda, resignada, se confina en su zona de la habitación y se prepara para dormir. 



FRÍO COMO EL HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora