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LOS BARROW 

Gabe se pasa el resto de la noche despierto. Matilda no tiene mucha mejor suerte y tiene un sueño inquieto. La fiebre le provoca mucho sueño y frío pero, se despierta de vez en cuando, incómoda por el dolor de los moretones. 

Gabe lo hace lo mejor que puede. No quiere elegir el camino fácil y despertar al resto de su familia tan solo para preguntarles qué debe hacer ante este problema. Con veinticinco años de edad uno debe de tener su independencia, ¿verdad? Pero... ¿incluso cuando la joven extranjera tiene fiebre? Sí, bueno, lo cierto es que la medicina está ayudando. 

Matt viene a despertarlos en cuanto sale el sol. Gabe no quiere dejar a Matilda sola en la cabaña. Tiene miedo de que diversas cosas puedan pasar mientras nadie la vigila. 

-Rainy puede quedarse con ella durante un rato -propone Matt mientras se encoge de hombros y observa a la chica. Ni siquiera a él le pasa desapercibida la belleza natural que esta posee. 

-No quiero dejar a Rainy sola con ella -niega Gabe-. No digo que sea peligrosa y no creo que le haga nada a Rainy pero el instinto de supervivencia es muy peligroso -añade. 

Matt asiente con entendimiento. 

-Entonces, me quedaré yo -propone Matt. 

-¿Y qué pase lo mismo de anoche? -pregunta Gabe con ironía-. No, gracias -se burla. 

Matt está a punto de tener una rabieta de las suyas frente a su hermano pequeño, pero se aguanta. 

-Llamaré a Noah -avisa Matt antes de salir de la cabaña. 

Noah llega minutos después y toma el relevo de Gabe. El chico, quien ronda la edad de Matilda, asegura que no le importa estar presente para la votación que Gabe pretende llevar a cabo durante el desayuno. Gabe se lo agradece y promete volver lo antes posible. 

Para Noah las chicas son como criaturas salvajes. Criaturas exóticas y majestuosas que deben ser tratadas con delicadeza. El joven es el más chapado a la antigua de todos y, de hecho, es el que más preparado está para el matrimonio de todos. Rainy y Snowbird votaron que él sería el primero en casarse. 

Mientras tanto, en la casa principal, Gabe se prepara para hacer su proposición durante el desayuno. Una vez que se han servido los huevos revueltos y las salchichas, Gabe comienza a hablar. 

-Matilda intentó escapar anoche -suelta de repente. 

Las caras de todos son el fiel reflejo de la sorpresa. 

-Eso no nos lo habías dicho -lo acusa su madre.

-Lo sé, he querido esperar hasta ahora -explica-. ¿Qué os parece si dejamos que se ponga en contacto con su familia? 

Su padre niega con la cabeza. 

-¿Estás loco? -pregunta su padre, dejando caer el cubierto sobre su plato. 

-Papá -comienza Bam-. La chica no va a parar de intentarlo hasta que se haga daño. 

-No podemos tener a la policía sobre nosotros, chicos -señala el padre con cansancio-. Y ya sabéis que necesitamos ese dinero desesperadamente. 

-Podríamos poner unas normas -propone Gabe-. Ni siquiera tiene que ser una llamada. Podemos dejar que sea una carta, ¿verdad? 

-Pero... sus padres hablan otro idioma -le recuerda Snowbird-. ¿Cómo vamos a saber lo que les dice en la carta? 

-Haremos que la escriba en nuestro idioma -propone Matt-. Y si sus padres quieren saber lo que su hija les escribe ya se las apañarán. 

Gabe no está del todo conforme con la idea. No es lo que tenía en mente. Si su hijo no le escribiese en su idioma... le daría mala espina. 

-Votemos -pido el padre-. Los que estéis a favor de dejar que la chica envíe una carta a sus padres, levantad la mano. 

Todos los miembros presentes de la familia levantan la mano, menos Ami, la madre. 

-Mamá -dice Rainy-. ¿Y si ella fuera yo? -pregunta-. ¿No te gustaría saber que estoy bien? ¿No te gustaría saber que no he muerto y que estoy sana y salva? 

La mano de Ami se alza tras las comprometidas preguntas de su hija pequeña. Ami es una mamá oso y protege a sus cachorros. Por eso no quiere que ninguno se vaya nunca de Barrowstown. Su sueños es crear una ciudad que comenzará con esta generación y seguirá creciendo con las siguientes. 

-Está decidido -declara Billy, el padre-. Dejaremos que la chica escriba la carta y la llevaremos a Hoonah cuando volvamos allí en unos días. 

Una vez que todos han terminado el desayuno, Ami le entrega a Gabe un cuenco con huevos revueltos, un cubierto y una taza de café con leche. 

-Haz que desayune -le advierte su madre. 

Gabe asiente, aunque no está muy seguro de si podrá conseguirlo. 

Cuando Gabe llega a su pequeña cabaña, se encuentra a su hermano Noah realizando trucos de magia con cartas para entretener a Matilda. Parece que la chica se encuentra mejor aunque sigue teniendo las mejillas rojas y una sonrisa cansada. 

-Ya puedes ir a desayunar, Noah -anuncia Gabe, interrumpiendo el momento entre su hermano y la joven. 

Matilda estaba disfrutando de los trucos de magia de Noah. Cuando se despertó y lo voy sentado en la silla de escritorio, se asustó mucho. Lo primero que hizo fue preguntar por Gabe y, después, disfrutar de la magia de Noah. 

Noah desaparece con sus cartas y, por tanto, con la magia. Como sustituto llega Gabe, quien parecer ser que pasa mucho más tiempo con ella. Debe de ser el más odiado de la familia si lo obligan a pasar tanto tiempo con la prisionera, ¿verdad? 

-Traigo noticias -explica Gabe mientras se sienta donde antes estaba su hermano. Ahora tiene toda la atención de Matilda-. Te las diré si te terminas todo el desayuno. 

La expresión esperanzada de Matilda se transforma rápidamente en una de disgusto. 

-Los enfermos tienen que comer para recuperarse -señala Gabe con una sonrisa-. Además tienes que tomarte otra pastilla. 

Matilda suspira derrotada. Está tan cansada que ya no tiene ganas ni de discutir. Se tomará el desayuno y la pastilla con tal de recuperar algo de fuerzas. 

-Quiero mis noticias -pide mientras deja el cuenco y la taza en el suelo. 

El café con leche estaba bien, pero su favorito es con un toque de espuma. 

-Vas a poder enviar una carta a tus padres -explica Gabe. El rostro de Matilda cambia completamente. Una enorme sonrisa adorna su rostro y hace que sus mejillas se alcen y sus ojos brillen con esperanza-. Pero no va a ser en tu idioma -añade Gabe con pesar. No hay nada que le duela más ahora que el hecho de ser el culpable de borrarle la preciosa sonrisa de la cara de la joven. 

-¿En serio? -pregunta Matilda derrotada-. No puede ser, mis padres sospecharán. Nunca creerán que escribo una carta en otro idioma si no es bajo coacción. 

-Invéntate una excusa -propone Gabe, encogiéndose de hombros. Se levanta de la silla y se sienta en el catre junto a Matilda-. Lo siento, es lo máximo que he podido conseguir... 

Matilda, resignada y harta de luchar contra tanta gente, deja caer su cabeza contra Gabe. No es el hombre llegando a la luna pero tampoco es un pequeño avance en su camino. Quiere darle las gracias a Gabe por no ser un mal secuestrador con ella pero, pronto, está aprendiendo que no hay que dar las gracias demasiado rápido. 



FRÍO COMO EL HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora