MATILDA COSTA
Me levanto de golpe y asustada. Una música tenebrosa a comenzado a sonar fuertemente por todo el campamento. Alargo la mano fuera del catre y descorro la cortina lo suficiente como para ver a Gabe retorciéndose en su cama.
-¿Se puede saber a qué animal están sacrificando? -pregunto por encima del sonido de la música.
-A ninguno -se queja Gabe-. Es la opera de Noah -explica-. Creo que la está usando como despertador.
-Pues parece que alguien está estrangulando a un gato -observo, tapándome los oídos con las manos-. ¿Sabías que tendríamos que levantarnos temprano y me despertaste a media noche? -pregunto indignada tras unos segundos.
Gabe me mira por encima de sus hombros con expresión de disculpa.
-No me mires con esa cara -le advierto-. No te va a ayudar en nada.
Gabe se incorpora rapidamente y se sienta en su cama con las piernas colgando por el borde.
-Será mejor que te prepares -sugiere antes de salir de la cabaña, supongo que para ir al baño.
Suelto un pequeño gruñido y me levanto tal y como ha hecho Gabe hace unos segundos. Lo primero que hago es sacar la maleta fuera de la cama y escoger la ropa para hoy. Cojo mi pantalón técnico negro con tirantes y me lo pongo encima de la ropa interior termina. Después, tomo mi chaquetón azul y me lo pongo directamente sobre la ropa interior. Me cepillo el pelo y saco el espejo pequeño de mi neceser. Como me temía, tengo ojeras por culpa del insomnio de mi compañero de cabaña.
-No vas a llevar esa ropa.
La voz hace que salta en el sitio y que suelte un pequeño grito. Puedo notar como me palpita el corazón detrás de mis tetas.
-¡Gabe! -me quejo-. ¡Casi me matas del susto!
Gabe se echa a reir mientras se apoya contra el marco de la puerta. Si yo fuera él, no confiaría demasiado en la estabilidad de esta cabaña.
-¿Qué tiene de malo mi ropa? -pregunto mientras me miro de arriba a abajo.
-No es adecuada para el barco. Ya no hay nieve, no necesitas ropa con relleno.
Me encojo de hombros.
-¿Y qué sugieres que me ponga? -pregunto muy confusa. Se suponía que yo vendría únicamente para estar un tiempo y no tendría que tener problemas de vestuario.
-¿Tienes otra cosa que no sean botas de nieve? -pregunta mientras se acerca a mi maleta.
-Botas de agua -responde mientras las arrastro fuera de debajo de la cama.
-¡Genial! Pues... botas de agua, vaqueros y esta chaqueta náutica roja -señala-. Será de utilidad en el barco -asegura. Después deja una mochila sobre mi cama-. Llévate una muda y lo que necesites en la maleta.
-¿Barco? ¿Muda? -pregunto totalmente confundida.
¿Acabo de golpearme la cabeza? Estoy completamente perdida con lo que está diciendo. Es como si de pronto no entendiese su idioma.
-Haz la maleta y cómete el desayuno rápido. Salimos en quince minutos -advierte antes de desaparecer.
-¡Gabe! -lo llamo desde mi lugar en el suelo-. ¡No te vayas así! ¡Explícame algo!
Doy un golpe al suelo. ¡Joder! Miles de ideas pasan por mi cabeza. Puede que quieran liberarme pero... ¿por qué demonios no me dejarían llevar mis cosas entonces? ¿Tal vez quieren quedarse con algunas?
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FRÍO COMO EL HIELO
Teen FictionMatilda Costa recibió un viaje por Alaska para su 21 cumpleaños. Con la cámara al cuello y vistiendo la ropa más calentita de la que disponía recorre el helado Estado de USA a finales del invierno. Lamentablemente, su fantástico regalo de cumpleaños...