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Valeria Collins.

Jesús ha decidido aparcar en el peor sitio de todos.
Apenas tengo sitio para abrir la puerta y poder salir.
Ellos se ríen mientras yo intento hacerme el gusanillo y salir como puedo del estúpido coche.

—¿Y si en vez de reíros tanto me ayudáis un poco, eh? Bobos.

—No nos reímos de ti. -Jesús bromea y frunce el ceño.

—Cállate ya. -chisqueo la lengua.

Al final tengo que salir por el asiento del conductor, así que Jesús me ayuda.
Me coge de las manos y más adelante de la cintura para cogerme en brazos y sacarme.

Por qué huelen tan bien, por qué. Por qué.

—Gracias. -digo entre dientes mientras me coloco bien el pantalón.

—Pesas menos que una pluma renacuaja. -dice colocándose el pelo.

—Y tú eres tonto. -le destrozo el peinado que se acaba de hacer con un ligero movimiento en su cabeza.

Me mira intentando retarme, eso me gusta.
Baja la mirada a mi muñeca y rápidamente me quita la goma del pelo azul que tenía al lado de mi reloj.

—Parece que no vas a poder hacerte de esas cosas que te haces antes de dormir. -levanta las cejas.

—Se llama trenzas, estúpido. -me llevo la mano a la cabeza- dámela. -intento cogerla, pero él se la guarda en su bolsillo trasero del pantalón.

—Te la devolveré si te portas bien.

—¿Si me porto bien? -río a carcajadas- ¿Vuelvo a los tres añitos?

—A ver, ¿vamos ya o vais a estar así todo el día? -dice Dani muy borde y parece muy molesto.

Ambos le hacemos caso y caminamos hacia la entrada del recinto, callados.

Bueno, este es más cortito porque son exactamente las 2:23 de la mañana, tengo sueño y así tenéis dos capítulos seguidos.
QUÉ PRIVILEGIO
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CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora