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Jesús Oviedo.

Me acerco a Dani aprovechando un momento a solas mientras Valeria alucina con una actuación de baile en mitad del parque.

—¿Te pasa algo Dani? -le pregunto.

—No, nada. -responde serio.

—Soy tu gemelo. -lo miro haciéndole entender que a mí no me engaña.

—No tengo un buen día, nada más que eso.

Sabiendo lo cabezota que es mi hermano, decido acabar la conversación.
Me acerco a Valeria.

—Oye, creo que lo mejor sería irnos ya. -me mira desanimada- Dani...

Ella frunce la nariz.

—De acuerdo. -nos vamos.

Valeria Collins.

El trayecto de vuelta a casa es un poco incómodo. Daniel se ha empeñado en ir solo en los asientos de atrás del coche.
Jesús y yo de vez en cuando nos echamos miraditas cómplices al escuchar sus suspiros.

—Bueno y... ha estado bien, ¿no creéis? -rompo el hielo.

—Yo me lo he pasado increíble. -dice Jesús mirando por el espejo a su hermano, esperando respuestas.

—Vale, ahora es cuando me toca decir que deberíamos volver cuanto antes porque esta tarde todo ha sido una pasada y no he podido quitarme la sonrisa de la cara. -suspira de nuevo sarcásticamente.

Jesús me mira y yo ruedo los ojos. Hago una seña con la mano para dejar en paz al gruñón.

Llegamos a casa tres minutos después.

—¡Mis chicos! La casa estaba demasiado callada sin vosotros, ¿qué tal os lo habéis pasado? -dice súper alegre y nos abraza con muchas ganas.

—Oh, el mejor día de la historia, Susana. -dice Daniel subiendo las escaleras de dos en dos hacia su habitación.

Nos deja a los demás en la entrada. Obviamente mi madre no se va a quedar callada y en más o menos tres, dos, uno... .

—¿Qué ha pasado? -pregunta por fin.

Lo he vuelto a escribir súper tarde.
Buenos días bebés

CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora