• SEIS •

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Con paso cansino caminamos las 7 cuadras que nos separa de la playa. Un olorcito a asado hizo que mis entrañas rujan.

Martín abrió el portón de madera amarillo y nos encontramos con la mejor postal familiar.

Una mesa grande ocupaba el patio.

— Maca, vení — me llama mi suegro — proba — me extiende un tenedor con un pedazo de carne. Exquisito. Una exclamación se escuchó en mi garganta — acostúmbrate a comer asados así de ricos.

Hasta siempre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora