• VEINTICUATRO •

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Nos adentramos al lugar. Pasillos. Llantos. Lamentos. Gritos. Esto es terrorífico.

Con cada paso que damos, apretó más fuerte la mano de Martin.

Entramos a una habitación. Había una camilla de ginecólogo, una cama y estampitas por todos lados.

La misma chica que trajimos, dijo que me saque la pollera. Hice lo que pidió sin titubear.

Entraron tres personas más a la pequeña habitación. Dos hombres y una mujer.

— Hola. Ven para acá, nena.

— ¿Él se puede quedar conmigo? — le digo al hombre de tez negra, mientras miro a Martín.

— Si. — Responde con desatando.

Hasta siempre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora