La llegada de un hijo de Sparda

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Creo que para comenzar esta historia lo mejor seria presentarme. Me llamo ________, tengo 18 años y a esa edad logré independizarme de mis padres.

Vivo en un pequeña isla llamada Fortuna y tengo un departamento cerca del Distrito-Negocios que pude conseguir por el apoyo de mis padres y el trabajo temporal que tengo en la Gran Biblioteca de Fortuna como asistente y acomodadora de libros. Me encanta leer y aprender muchas historias y leyendas, uno de mis favoritos, y de toda Fortuna, es sobre la leyenda de El Caballero Oscuro, Sparda. Sparda fue un demonio que ayudó a defender a la humanidad de sus otros hermanos demonios. Gracias a él, la humanidad está a salvo y aquí en Fortuna en modo de agradecimiento, le rendimos culto y lo alabamos como si fuera un dios.

Mi historia comienza en un día normal de mi rutina, cuando iba a la misa de Su Eminencia a horas de la tarde. Vestía con mi vestido largo rojo y mi capucha blanca, que nos marca como seguidores de Sparda a todos los ciudadanos de Fortuna.

Mientras pasaba entre una multitud de gente en mi camino a casa, pensaba en lo aburrido y repetitivo que era la vida adulta en Fortuna. Me gustaba mi pequeño trabajo y estaba conforme con mi pequeño departamento, pero repetir las mismas acciones todos los días me hacían sentir muy aburrida y con ansias de algo nuevo.

Cuando navegaba en mis pensamientos, un extraño que iba bajo una larga capucha café y con unos intensos ojos azules captaron mi atención rápidamente. Sentí que el tiempo se congeló y no pude parar de mirar y pensar en aquellos bellos ojos, me sentí hipnotizada por él.
Decidí dejar mi trayecto a casa para seguir a aquel hombre, sentí una enorme necesidad de saber sobre él.

Vi que se dirigía al gran teatro de Fortuna, que estaba cerrada debido a unas remodelaciones que hacían a cada cierta hora. Seguidamente vi como logró cortar la valla de seguridad con una katana que llevaba debajo de su larga capucha. Me sentí asombrada al ver con la rápidez con la que lo hizo. Luego entró al teatro y decidí entrar con él a ocultas.

Al entrar, vi a lo lejos que se quedó observando la estatua incompleta de Sparda.
-¿Que estará haciendo ahí?- me pregunté extrañada. Sin darme cuenta, empecé a salir de mi escondite y por accidente hice caer unas cortinas sobre mí que estaban colgadas en la puerta de la entrada. Que estupida fuí...

Luego de reincorporarme rápidamente, vi que ya no estaba aquel hombre. Me maldije a mi misma y comencé a explorar el teatro, pero al poco rato sentí una presencia detras mía, y era él. Ya no tenia aquella larga capucha y pude verlo mejor. Era un muchacho aparentemente de mi edad, tenía vestimenta de un principe de colores azulados, cabello blanco con peinado hacia atras, muy atractivo y lo que más destacaba, sus ojos penetrantes con un azúl intenso.

-Sabía que no estaba solo desde que entré. ¿Quién eres y por qué me seguiste?- preguntó serio y yo aún seguía atónita por su presencia.
-¡Pe-perdón! E-es que ningún extraño tiene permitido la entrada al teatro después de las 5 P.M, a no ser que posea un permiso especial.- excusé tontamente.
-¿En serio tan sólo por eso me seguiste? Ahora tambien estáras en problemas por el hecho de haber entrado conmigo.

No sabía que responderle, aún seguía sin parar de verlo a los ojos y de balbusear como tonta ante él.
-Es la última vez que te lo pregunto, ¿quién eres?- preguntó mientras me amenazaba con su katana.
-¡M-me llamo _________! V-vivo a unos cuantos minutos de aquí.- respondí muy nerviosa.
-¿Y por qué me seguiste?- me seguía preguntando seriamente.
-Yo... T-te seguí porque me pareciste alguien nuevo por aquí y quería conocerte.- respondí apenada.

Moría de vergüenza. Fue algo muy directo para un desconocido...

-Vaya, no sé si pensar que fue algo tonto o valiente en seguirme sólo por eso... ¿Qué es lo que quieres de mí?
-Pues... También me gustaría saber cómo te llamas.- pregunté nerviosa.
Al inicio me comenzó a ver algo raro y tardó un poco en responder, pero finalmente lo dijo.
-Vergil... Me llamo Vergil.- respondió mientras guardaba su katana.
Vergil... Jamas se me olvidará tan bello nombre.

-Bien _________, si tantas ganas tienes de conocerme, ¿por qué no hacemos un trato?- ofreció Vergil momentos después.
-¿Un trato?
-A cambio de unos favores, te responderé a cualquier pregunta.
-¿Y... qué serían esos favores?- pregunté curiosa.
-Vine a esta ciudad porque oí muchos rumores sobre La Orden de la Espada. Me gustaría saber si tienes información de ellos que puedas contarme.- dijo cruzado de brazos.

La Orden de la Espada es un misterio hasta en Fortuna. Ellos fundaron la religión de Sparda en Fortuna desde hace mucho tiempo y también están para proteger a los ciudadanos de ataques de demonios que suele pasar muy rara vez. Técnicamente son el gobierno de Fortuna, pero de ahí en más es un misterio su existencia o sus propósitos.

-¿Sobre La Orden?... Perdón, pero no tengo mucha información de ellos.- dije nerviosa.
-Hah... Creí que me serias más útil en mi investigación, pero al parecer me equivoqué.- dijo frunciendo el ceño y comenzando a caminar hacia la entrada.
-¡Espera! No te vayas, por favor. Investigaré lo que necesites, pero no te vayas.- le supliqué.
Se detúvo y me volvió a ver con una ligera sonrisa.
-Está bien... Sólo asegúrame que me informarás todo lo que logres obtener y que nadie debe saber sobre mi llegada a Fortuna. Y sobre todas las cosas, que ni se te ocurra fallarme...- dijo con una mirada amenazante en sus hermosos ojos.
-Esta bien, Vergil... no te fallaré. Tan sólo tambien cumple con lo tuyo.- respondí riesgosamente.
-Hmp... está bien. Nos veremos mañana entonces.- dijo mientras caminaba hacia la entrada.
-¡Espera!, ¿en dónde nos vamos a encontrar?- pregunté preocupada.

Luego, tan solo se detuvó, volteó su rostro e hizo una ligera sonrisa hacia a mí, para luego desaparecer ante mis ojos. Supondré que fue un "ya lo verás" a su manera...

Un Peligroso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora