Anabelle (Día 1)

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Pasé casi toda la mañana ayudando en la planificación y construcción de los puestos para el festival. Normalmente trabajo apartada del resto, más aún con el desafío de por medio, pero hoy y probablemente en los siguientes 4 dias serían una gran excepción.
Todo el personal de la biblioteca estaba en las calles adelantándose con la construcción de los puestos de lo que serian de comidas, juegos y ventas.

Me habían pedido el favor de ir de vuelta a la biblioteca para recoger algunas decoraciones del almacén, y mientras caminaba por los pasillos, pasé a ver la oficina de la jefa. Me quedé pensando en mil y un maneras de como obtener ese cofre que ahora estaba bajo llave en una caja fuerte; todas aquellas ideas me exponían mucho al peligro (más de lo que ya era con el solo hecho de pensar en robarlo).

-¡Hola!- saludó Anabelle por la espalda, dándome un susto.
-¡Anabelle!- grité llevando una mano a mi pecho. -¡No vuelvas a hacer eso! Casi me da un infarto...- regañe mirándola con seriedad.
-Disculpa. No era mi intención.- se disculpó entre risas llevando una mano a su nuca.
-¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar haciendo los listones?- pregunté seria.
-Se acabaron. Voy justo al almacén a recoger más.- respondió aún algo apenada por el susto que sin querer me dió.
-Ya veo... ¿Y cómo te está yendo hasta ahora?- pregunté ya un poco más tranquila.
-Meh... Hacer listones no es como que la mejor cosa en el mundo, sobre todo con una persona tan conversadora como Ruth.- respondió aburrida, cruzada de brazos y con algo de sarcasmo a lo último.
-Me imagino. Ya casi es nuestro descanso por suerte.- comenté continuando mi camino al almacén.
-Seh... Por cierto, recuerdame que te debo contar algo en el almuerzo. ¡Son buenas noticias!- comentó siguiendome el paso y levantando su dedo indice en ademán con una enorme sonrisa.
-Umm... ¿Está bien? - respondí confundida volviéndola a ver de reojo.
-¡Bien!- dijo Anabelle aún con gran sonrisa. -Entonces nos vemos más tarde en el parque ¿sí?- preguntó alegremente poniéndose al frente mío.
-Uh... Sí, está bien- respondí igual de confundida deteniendo mis pasos.
-¡Bien! Nos vemos, __________.- se despidió dando la vuelta y acelerando el paso hasta el almacén.

Hoy Anabelle estaba más feliz que de costumbre. Al igual que yo, normalmente no tiene nada nuevo que contar, pero cuando algo bueno le pasa se alegra bastante e influye en las demás esa felicidad. A pesar de que era unos cuantos años mayor que yo, admiraba como aún conservaba su carisma y su buen humor.

Anabelle ha sido mi mejor amiga desde tercer año de secundaria, la conocí en una excursión de la biblioteca (en la que ahora trabajamos). Nunca nos separamos desde entonces, compartimos nuestros gustos y siempre tenemos confianza una de la otra. Era una persona muy alegre, amable con todos y siempre sabía que decir en el momento.
Ella se vestía similar a mí con la ligera diferencia de que llevaba un vestido azul y un pequeño lazo negro en el cuello que su madre le regaló hace mucho tiempo... una cosa "graciosa" es que casi todos en Fortuna llevamos el mismo estilo de ropa tanto mujeres como hombres con el único variante de los colores. No sé si eso fue una de las extrañas razones por el cual me sentí atraída hacía Vergil, al ser diferente a todo lo que haya visto en mi vida...

-¡_________ llamando a Tierra! ¿Otra vez estás pensando en algo? Ni siquiera tocaste tu comida.- llamó Anabelle haciendo que aterrizara de mis pensamientos.
-Oh... Perdón. Últimamente ando muy pensativa, ¿no es así?- respondí con una leve sonrisa mientras miraba como hacía rodar un vegetal por mi plato con un tenedor.
-Y es algo reciente, ¿no?- preguntó sonriente.
-Al parecer no pararas con eso, ¿verdad?...- respondí seria.
-¡Vamos! Cuéntame qué te ha sucedido. Tu comportamiento te delata bastante.- suplicó insistentemente.
-Hmm...- expresé nerviosa.
-Estará difícil que me lo cuentes, ¿no?- dijo cruzada de brazos. -¿Qué acaso ya no soy tu amiga?- preguntó tristona haciendo un puchero con sus labios.
-¡No, no. Para nada, Ann! Es que... primero quiero saber lo que te pasó a ti.- excusé tratando de desviar un poco el tema.
-Entonces... ¿si te cuento lo que me pasó, tú me contarás lo que te pasó a ti?
-Tal vez...- respondí dudosa.
-Hmm... ¡Está bien!- aceptó con una sonrisa mientras se acomodaba en la banca para contar su "buena noticia".
-¿Recuerdas que hace unas semanas fuí a visitar a mis padres a las afueras de la ciudad a una reunión familiar?
-¿Ajá?- asentí mientras comía el vegetal que anteriormente volteé.
-Cuando iba en el bus de vuelta casa, ¡un muchacho guapísimo se sentó a la par mía!- contó Anabelle con una enorme sonrisa. -Al inicio no le tomé tanta importancia, hasta que comenzó a leer un libro que me fascina. Le comencé a hablar sobre el libro y él dijo que también era su favorito.- continuó sin quitar su enorme sonrisa.
-Oh... ¿Y que pasó después?- pregunté interesada.
-Él tuvo que bajar del bus y antes de salir me dió su numero.- contó sacando un papelito con el número de una de sus mangas.

Un Peligroso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora