-Tienes suerte de que no hay gente por aquí, sino hubieras tirado todo el plan por la borda...- dijo Vergil mientras miraba a su alrededor y se quitaba su enorme capucha negra. Ver detallamente ese fino rostro y esos bellos ojos me traían un enorme alivio, pero...
-¡No me vuelvas a asustar así!- quejé molesta.
-¿Asustarte? Yo no estoy para esos juegos.
-¿¡Entonces por qué apareces con tanto misterio!? ¿¡Acaso quieres que...!?
-¿Esa es mi información?- interrumpió mientras apuntaba al sobre que ocultaba entre mis brazos y mi pecho.
-Oh... s-sí...- tartamudeé al notar lo directo que me miraba.
-Bien, sígueme.- dicho eso, comenzó a adentrarse por el callejón mientras que yo sólo lo miraba confundida alejarse poco a poco.-¿Eres sorda o esperas a que te lleve cargando?- eso había logrado sacarme un leve sonrojo al imaginarlo. -Vamos, no tenemos tiempo que perder.
-¡Espera!- grité, deteniendo los pasos de Vergil. -Si vamos a hacer esto, vas a tener que explicarme muchas cosas.- él tan sólo volteó a verme de reojo con una expresión fría, justo como sólo él lo sabe hacer. -Mientras arriesgaba mi vida por este sobre, alguien que apenas conocí ayer llegó a salvarme y me dijo que viniera justo a este lugar a encontrar a un tal V... ¿Acaso se refería a ti?- Vergil sonrió y desvío la mirada al frente.
-Vamos.- dijo continuando con su camino.
-¡Hey, espera! Hah... Espero que me lo vayas a decir.- bufé frustrada para luego seguirle el paso.Al llegar al final del callejón, dimos la vuelta a una esquina estrecha en donde había una enorme puerta de metal. Noté que aquella puerta era la salida de emergencia del antiguo orfanato. En otras palabras, habíamos rodeado el edificio al entrar por su segundo callejón.
Ambos nos quedamos viendo aquella puerta por unos segundos, hasta que Vergil dió un paso al frente y la abrió sin más, como si ya hubiera venido aquí antes. Mi confusión no hizo más que aumentar, pero tampoco hice preguntas y entré con él al lugar.Detrás de aquella ruidosa y gran puerta, entramos a lo que parecía un gran comedor. Todo lucía muy tenebroso y gris; con largas mesas de madera siendo consumidas por las termitas, coloridas paredes que comenzaban a desgastarse y a llenarse de hongos, y enormes muebles cubiertos de polvo y telarañas. Se notaba también que uno que otro desafortunado pasó la noche aquí, habían varias sabanas sucias y latas de comida vacías.
Traté de imaginar aquel lugar en su mejor tiempo, y vaya que se hubiera sido muy diferente a como es ahora. Sólo me preguntaba, ¿qué habrá pasado con los niños?, ¿en dónde estarán?, ¿estarán bien? No me puedo imaginar la gran desilusión de los pequeños al saber que su único refugio, su hogar, iba a ser abandonado de esta manera...
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Vergil me llamó desde otra habitación, me distraje tanto que ni me había dado cuenta que él se había movido. Seguí el llamado, caminé lentamente hacia unas escaleras y subí hasta llegar a un pequeño salón. Al entrar, noté rápidamente como Vergil no traía su enorme capucha ni tan característica gabardina azul, mostrando así su chaleco morado que exponía sus bien formados brazos y remarcaba su gran espalda, mientras que cubría las ventanas con unas viejas cortinas. Trataba de desviar la mirada, pero debo admitir que era algo difícil...
Cuando terminó, caminó hasta una vieja silla en donde se encontraba su gabardina, su capucha y su katana para posteriormente tomar dichas prendas y espada, luego me miró de reojo mientras se ponía su gabardina y tomaba firmemente a Yamato.
-Estamos seguros aquí.- habló mientras caminaba hacia a mí y estiraba su mano. Rápidamente me alejé unos cuantos pasos de Vergil.
-Si lo quieres, primero tienes que decirme cómo conociste a Alexa.- dije mientras apegaba el sobre fuertemente a mi pecho.
-Ya veo... Conque ese es su nombre.- dijo vagamente sorprendido.
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Un Peligroso Amor
Fanfic[En Emisión] Esta es la historia de ________, una joven asistente de una biblioteca que se llegó a enamorar profundamente de un extrangero desconocido quien resultó ser uno de los hijos de el Gran Caballero Oscuro, Sparda. ¿Qué locuras puede causar...