Me llamo Pitu para cualquier efecto, así me presento, así me conocen. Así me dicen desde mis 13 años aproximadamente, cuando era época del fotolog (plataforma web tipo blog, en la cual uno subía una foto desde ángulos extremos con aires de artístico, y le agregaba un pequeño texto emogóticodepresivo). Yo cursaba séptimo básico, y era una niña en todo sentido de la palabra. Desconocía el mundo, desconocía las diversidades de seres humanos, desconocía la maldad, desconocía de amores adolescente. Desconocía prácticamente todo, porque siempre fui criada en una burbuja llamada casa.
Era en ese entonces hija única, de padres separados desde que tengo 3 años. Vivo con mi mami (abuela), mi madre, mi tía con su esposo y su hijo, mi tío con su esposa y sus 2 hijos, y otro tío soltero. Aunque la conformación del grupo familiar se ha ido modificando a lo largo de los años, en general esa es la gente que vive aquí.
Antes de llamarme Pitu para el mundo, antes del mundo de las redes sociales yo iba a una Escuela cerca de mi casa. Tenía buenas amigas. De hecho tuve una mejor amiga desde Kinder hasta sexto básico, Gilda, solo que en este último curso nos peleamos, porque ella me dijo que yo le conté al niño que le gustaba, éso, que le gustaba. Nunca supe si fue verdad que yo conté su secreto, en ese momento recuerdo haberlo negado, pero como soy yo hoy creo que probablemente se me escapó, debido a mi baja capacidad de censurar mis palabras. A pesar de haber terminado en esa escuela molesta con mi mejor amiga, aún la recuerdo con mucho cariño. Pasábamos todo el tiempo juntas, no tengo imágenes de situaciones, pero si la tengo a ella en un lugar de mi corazón. Supongo que hoy ya somos personas muy distintas, y que si llego a verla y reconocerla ya no tendremos de qué hablar, y menos de qué reirnos. En esa fecha yo decía que me gustaba el Ismael, pero creo que solo lo decía porque a la Gilda le gustaba el Lorenzo. Supongo que a las niñas le tenían que gustar los niños, tenía muchas compañeras que así les sucedía. Yo solo se lo había confesado a Gilda.
Yo era gordita y mi madre me llevó al nutricionista para que la cintura me baje. Ella solía decirme que yo tenía la cintura en el cuello, ya que todo el resto era más bien redondeado. Un día que mi mamá me llevó al segundo control con la nutricionista, me quedó muy grabado
- Estás pesando lo mismo. ¿Haz seguido la dieta? - me preguntó la nutricionista.
- Sí - dije algo asustada.
- ¿Entonces por qué no has bajado de peso?
- No lo sé...
- Cuéntame, ¿qué comiste ayer?
- Bueno, normal, pero en la tarde me comí un chocman, quizá por eso subí de peso.
- Esto no es por un chocman, es por todo lo que comes todos los días. Si quieres bajar de peso tienes que comprometerte contigo a no comer más esas cosas...
Esa frase sonó en mi cabeza mucho tiempo. Ella tiene razón, no es que por un chocman de ayer haya engordado... es por todo lo que siempre como. Así fue como me puse flaca bajo la presión de mi madre y los médicos. Dejé de comer golosinas, dejé el manjar que es mi pasión. Me quedé mucho tiempo mirando cómo comían los demás, y yo me encerraba a llorar porque no podía comer. Aún recuerdo cuando un día en mi casa hicieron palomitas de maíz (cabritas/popcorn), yo sentí el olor, mi madre me dijo que me fuera a mi dormitorio. Ahí estuve, encerrada, con la almohada tapando mi rostro cubierto de lágrimas. Yo no podía comer, no podía ser gorda, debía cuidarme. Tenía 11 años. Y mi madre me tenía convencida de que siendo flaca a una la miraban más, que debía ser más coqueta, que debía ser más femenina, que debía verme bonita, porque, como siempre dice ella "como te ven te tratan".
Mi familia es pobre, o fue pobre mucho tiempo, y con los años la situación ha ido mejorando. Mi tío sacó su profesión, y luego mi madre también. Y así de a poco cada integrante de la familia ha ido estabilizando su situación laboral, hasta que hasta hace poco tiempo estuvimos muy bien económicamente. Como éramos pobres a mis 11 años, o de clase media-baja, yo no tenía polera con el slogan de la escuela, por lo cual yo iba con una polera blanca de primera capa (musculosa como le llaman en Chile). Un día en la escuela estábamos en la fila para volver a clases, luego de los ejercicios de educación física.
- ¿Y tú no estabas haciendo dieta? - me preguntó Gilda.
- Si, llevo dos semanas - Respondí, miré mi polera, mi panza se notaba en ella.
- Pero no has bajado de peso.
- La doctora dijo que bajé 5 kilos - Miré hacia el suelo. Me sentí mal.
- Ah - me dijo. Me ruboricé de vergüenza.
Me sentí muy triste luego de eso, nunca lo interpreté como que ella me decía algo malo o algo con mala intención. Pero me sentí culpable yo por no lograr lo que pretendía. No conversamos nada más en ese momento. De pequeña fui de pensar mucho las cosas, de cuestionarlas, y por sobre todo, de sufrir por ellas. Ahí pensé que debía ser realmente estricta con mi dieta, porque debía notarse que bajaba de peso. Yo no comía verduras, así que mi mami (abuela) comenzó a dármelas molidas junto con una porción de carne. Y eso era mi almuerzo casi cada día: Porción de verduras más trozo de carne.
Aparte de ser gordita en esos tiempos, también era evangélica. Mi familia siempre ha sido evangélica. Y desde que yo soy muy muy pequeña, que recuerdo que mi mami me llevaba a las reuniones de la iglesia 2 veces a la semanas y además a la escuelita dominical de la iglesia. Recuerdo haber visto mujeres que danzaban con el espíritu en las reuniones de la semana, lo cual siempre me pareció muy extraño y me daba susto, pero la mami me explicaba que eso era bueno y normal. Algunas hablaban en "lenguas". Nunca supe qué lenguas eran, pero escuchaba solo balbuceos ininteligibles, cosas de otro planeta para mí. Ahora pienso que quizá era puro chamullo. Y los pastores, después de la prédica "ungían". El ungimiento me gustaba. Yo era una pequeña evangélica, y la iglesia me enseñaba que todos éramos pecadores. Yo tenía menos de 10 años, y cada vez que me ungían yo lloraba. Siempre fui llorona, y quizá por lo mismo la mami me hacía ir adelante para que el pastor pusiera sus manos en mi cabeza y la moviera con fuerza, para que me quise esas mil penas que de niña no sentía. Cuando estaba en ungimiento el pastor se movía como si una energía sobrenatural estuviera en sus manos y quisiera apoderarse de mi cabeza. Yo lloraba en ese momento, mientras pensaba "Diosito, hoy pequé, le dije pesada a mi prima porque me pegó, perdóname Diosito por esa mala palabra. Perdóname Diosito porque me saqué un 5 y no le conté a mi mamá porque si le cuento me va a retar, ella siempre me reta cuando anda enojada. Perdóname Diosito porque hoy mi prima me golpeó otra vez, y yo no le presté mi juguete por eso... Perdóname Diosito porque hoy salí con mi papá, y fuimos al parque son su novia, y eso no se lo conté a mi mamá, porque si le digo ella empezará a decir que la quiero más a ella, y muchas otras cosas". Ahora que lo pienso, me faltó pedirle perdón a Diosito por ser una niña reprimida y sana, pero éso era en lo que la iglesia quería convertirme, al parecer. En resumen: mi familia es evangélica, aunque con los años se les ha ido pasando el fanatismo, y ya no van a la iglesia. Solo siguen siendo creyentes de Dios y Jesús, pero sin dedicarles horas en la iglesia.
Un día, yo ya era un poco más grande, tenía como 14 años, fui a la iglesia con la mami. Había una chica tocando el teclado para los cantos cristianos. Era morena y delgada, usaba el pelo corto, tenía unos 15 años yo creo. La miré, la miré mucho rato. Pensé en algún momento "que linda ella... quiero ser como ella. Quiero tocar el teclado". Algo extraño, aparte de deseos de tocar teclado como ella, me sucedió, pero debía alejar esos pensamientos, ya me empezaban a sonar a que no eran apropiados. Menos ahí dentro de la iglesia. Después de eso no fui más.
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Entre nubes de colores (Incompleto)
Non-Fiction¿Cómo se conoce el mundo a medida que crecemos? ¿Cómo vivimos cada uno nuestra adolescencia? ¿Qué tan complejo es?. La protagonista de la historia sueña con amores e ideales, sin embargo no sabe que siempre le rodean nubes de colores, o arco iris...