Prólogo.

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-Eras un maldito huérfano cuando te rescaté de la calle, agradece lo que hago por tí dejando hacer de tu cuerpo lo que me plazca- el hombre tenía tomado por ambas muñecas al pequeño ojiazul, mientras mordía su cuello con desesperación, por que alejarse de sus padres, puede ser el temor de todo niño.

-Maldito enfermo- sollozaba, intentando safar sus bracitos del fuerte agarre

-Te conviene no forzarte, puta descarada- aprieta el tobillo derecho del muchacho y lo intenta amarrar a una cadena, que del otro lado estaba atada a la cama, pero Louis fue más listo –maldito bastardo, agradece que te mantengo con vida–.

Eso fué todo lo que tuvo que decir para que el ojiazul pateara en la entrepierna al viejo hombre para después salir corriendo de la habitación, safándose del agarre de ese maldito que desde sus siete años abusó de él.

Por que si eso era vida, qué buen ritmo tenía.

El barrio estaba desolado, el muchacho sentía sus piernas temblar y su piel desnuda estremecerse al roce del aire helado de la madrugada, corriendo, siguiendo un bullicio que a lo lejos se escuchaba, llegando a una carrera callejera, dónde un hombre realmente alto salió de un Ferrari convertible...

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Open. (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora