//Violín//

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Hannah,


Hoy intentaste entonar triste notas de violín, pasando el arco con sutileza y elegancia por encima de las cuerdas, presionando en cada estrofa colores azulados y violetas, entregándote a la melodía bella y deprimente que creaste con esmero. Tus dedos presionaron con pasión encendida el instrumento y el arco parecía cobrar vida durante la canción, tocaste con una tristeza única, dulce llamado de salvación.

Jamás has tocado el violín, pero un día te despertaste con ganas de intentarlo; le insististe a tu amigo, ese que tiene un estudio musical en casa y él aceptó con una sonrisa enseñarte todas las tardes de mayo a crear melodías entre firmes cuerdas y arcos.

Iba a verte al término de cada práctica y durante los primeros intentos quería salir huyendo a casa, todo sonaba desafinado y desesperado, tanto que seguramente empezabas a perder la paciencia pero, siempre al verme sonreías y no hacías más que pedir silencio diciéndome que lo lograrías, yo jamás me atreví a dudarlo. Mejoraste considerablemente con el tiempo, y cada minuto de esfuerzo valió la pena cuando aquellas melodías delirantes y suaves acariciaban mis sentidos haciendo vibrar a mi corazón.

Deseabas liberar el llanto de otro modo que no fueran lágrimas, olvidar el dolor sin verlo recurrente en las pesadillas, deseabas que aquel toque deprimente como el paisaje de otoño revistiera a tu cuerpo y le diera sonrisas a tu alma.

Jamás habías tocado el violín pero, tuve el placer de dormir arrullado por el sonido de tu arco contra las cuerdas y de sentirte más hermosa, más feliz, más dichosa, inclusive, más mía. Te sentiste como un abrazo cálido en medio de la tormenta.

Princesa, tú eres arte de melodías triste y arrullos suaves.


Firma, Sean F.

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