Tomé camino hacia las escaleras de emergencia recordando aquella porquería que nunca bajaba y solo subía.

Pero las escaleras para el primer piso estaban bloqueadas, pedazos de madera vieja complicaban el descenso.

Escuché la voz de Sarah que me reclamaba, comenzó a gritar tan fuerte como para alertar a todo el vecindario. Aunque éramos los únicos ahí.

Corrí hacia mi vecina y le dije que me había confundido de dirección, la interrogué de nuevo acerca de aquella habitación en el primer piso pero nada.

La rubia delgada realmente estaba molesta, me dijo que la única salida era por las escaleras exteriores que he utilizado todo este tiempo.

—Disculpa, fue mi error, pero ¿qué pasa en el Primer Piso?

—Le mostré el trozo de papel que había recogido del piso, me lo arrebató de las manos y lo hizo pedazos.

—Tienes suerte que ella no se entere aún, nunca te lo perdonaría.

—¿De qué carajos está hablando?

Opté por improvisar, Sarah me cuestionó acerca de mi salida, le dije, que solo iba a comprarle algo a mi mujer. Se puso más seria que de costumbre y me dijo:

—Esta bien, pero no regreses nunca al 129. NUNCA.

Atravesando la puerta de cristal la luz del día me deslumbró. Parecía que el cielo pintaría mejor que en anteriores días, parecía que todo comenzaba a tener sentido, lo deseaba tanto como deseaba a aquella misteriosa y fina mujer... o tal vez eran mis emociones que engañaban a mis sentidos.

Decidí comprarle unas rosas como muestra de agradecimiento por el éxito obtenido la noche anterior. 

En la esquina, al noroeste; la única florería de la zona aún no abría. No tenía noción del tiempo, cada vez que estaba con ella las horas se iban como agua.

La tienda de flores y regalos no me iba a detener, tal vez cortaría una sencilla flor de aquel parque y con eso bastaría. Caminé y caminé unos doscientos pasos sobre el adoquín erosionado. Las aves comenzaban a cantar, era un día perfecto.

El solitario y viejo camino del parque parecía no tener fin, era la primera vez que exploraba esta zona del complejo habitacional, mucho menos había caminado aquel tramo de ese verde pasto en su totalidad y hoy parecía buena idea hacerlo. Un arbusto de acacias amarillas resguardado por un alambrado de protección me coqueteaba desde la izquierda, no podía pasar... Lo miré un par de veces; a lo lejos sus flores eran hermosas, así que... sin dudarlo al primer intento ya estaba del otro lado.

El matorral era más alto que yo. Le tomé prestadas dos increíbles acacias que sabía le gustarían a ella. Al mover el tronco descubrí entre su follaje un pequeño busto de cobre que se erguía en medio del discreto parque... Nunca lo hubiera visto de no haber sacudido aquellas hojas.

El busto era la figura de una mujer, parecía una verdadera copia barata de las verdaderas esculturas del periodo helenístico, solo que sin mutilaciones. La piel se me erizó como felino en alerta... Sentí curiosidad por conocer de cerca aquella antigua y extraña figura.

El cobre estaba completamente corroído, era claro que nadie se había preocupado en mucho tiempo por el cuidado de ese viejo pedazo de metal. Abajo, en la base de la escultura una pequeña y maltratada placa de color dorado en donde con mucho esfuerzo se podía leer: 

"La Mujer del Parque Rivadavia."

Comencé a salivar y fruncí el entrecejo.

—Pero qué demonios...

El intenso dolor de cabeza que me atormentó durante días pasados se hacía presente sólo que ahora tomaba camino hasta lo más profundo de mi esternón, alguien o algo me aprisionaba el pecho en demasía, no podía respirar.

Mis piernas luchaban por mantenerse firmes sobre el piso, no duraron mucho. Caí sobre mis rodillas, como esperando el tiro de gracia.

De pronto escuché su voz: "Sonríe, Te Amo."

Era la voz de Miranda pero mi cuerpo estaba inmóvil, no podía siquiera buscarla con la mirada, el aroma a jazmín regresaba a ratos como si alguien estuviese caminando a mí alrededor.

No pude soportar tanto sufrimiento, mi cuerpo cayó derrotado mientras mi rostro tocaba violentamente el césped.

Por un instante la vi alejarse entre los arbustos, descalza y semidesnuda, su cabello era más largo y oscuro de lo normal, pero sin duda era ella.

Mis ojos no quisieron ver más. Una lágrima resbalaba en mi mejilla... 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 15, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Viaje (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora