7-. Solo para mí. ~Scomavi~

118 7 28
                                    

Mitchell

Yo me consideraba un chico normal.

Mis padres siempre me amaron, rendía bien cada evaluación de mi escuela, iba a clases de piano, cantaba en un coro, bailaba ballet y lo más importante, al menos para mí, el patinaje artístico.

Yo residía en Minneapolis, Minnesota, mi vida era de un horario apretado, pero eso sí, nunca dejaba de lado la pista de hielo, la amaba tanto, me hacía sentir feliz, lleno de valentía y sobre todo me daba esa sensación de que el tiempo paraba, todo mi alrededor no importaba, mientras que la cuchilla de mis patines rasgara el frío hielo, siguiendo cada uno de los pasos pautados en la rutina, me sentía plenamente libre.

Mi pasión por el patinaje artístico nació cuando vi por primera vez aquel campeonato transmitido en la tele de la sala, tenía cuatro años y apenas vi a las personas bailando sobre esa gran pista miré a mamá y dije «¡Mami! ¿Qué es eso? ¡Quiero aprender!» para luego recibir una sonora risa como respuesta, asintió con su cabeza y casi a la semana estaba hablando conmigo sobre lo que involucraría aprender ese fascinante arte, para ser un niño de cuatro años entendía todo a la perfección.

Mamá y papá me explicaron que tendría que ver clases de ballet para poder aprender todos esos movimientos que veía en la tele, al principio lo pensé mucho, ya que tenía en la cabeza ese estereotipo de "El ballet es solo para las niñas", pero ellos me apoyaron en todo lo que necesité para cumplir mi deseo.

Inicié primero sobre la pista, aún no veía ballet ya que, según mi madre (quien accedió a explicarme cuando tenía alrededor de nueve o diez años), debía aprender primero a mantenerme en equilibrio y ese tipo de cosas, las cuales, por supuesto, después se me fueron haciendo cada vez más y más fáciles, con el pasar del tiempo. Sin embargo, no todo era luz y colores, a medida que avanzaba con mi aprendizaje, tanto en el ballet como en el patinaje, las personas de mi escuela se iban enterando, debido a que mi nivel no paraba de subir y por lo tanto no tardé mucho en participar en competencias municipales, los niños de mi escuela siempre los consideré unos criticones, y cuando se enteraron de mi amor por el patinaje las burlas comenzaron a llover.

Recordaba mi adolescencia de una manera en la que nunca la olvidaré, desde los once hasta los diecisiete años sufrí de acoso escolar, me golpeaban, se burlaban de mí, rompían mis pertenencias y todo por ser un "maricón de mierda" porque sí, era homosexual, pero, a pesar de eso, nunca dejé lo que me hacía sentir tan bien, lo que era mi refugio en casos de frustración, tristeza, e incluso, soledad.

Nada me impidió seguir adelante, seguir avanzando, conociendo, creciendo dentro y fuera de la pista, aquella experiencia traumática que había vivido había valido la pena, el esfuerzo había valido la pena ya que, llegué a participar en nacionales y para cuando me gradué de la preparatoria, había decidido estudiar el arte de la danza en su totalidad, por lo tanto, mis conocimientos en aquel mundo fueron los suficientes para ingresar en Goh Ballet Academy, una academia ubicada en Vancouver, Canadá, cosa que me venía de maravilla ya que en el momento en el que ingresé, era temporada de competencia, y estaba participando en las internacionales que se llevarían a cabo en la ciudad.

La primera vez que había entrado ahí, ¡Ah! ¡Que hermoso era ese lugar! Era de noche, las luces iluminaban de manera tenue, tal como si fuera para una presentación solista, ¡Era magnífico, hipnótico! Si te sentabas en aquellas sillas podías quedar viendo por horas sin siquiera aburrirte.

Enamorado delo que mis ojos contemplaban, iba todas las noches después de un largo día en la academia, a practicar para las nacionales, pero también por cumplir mis caprichos, y una de esas noches, entré pensando que el lugar estaría vacío, a esa hora no iba nadie, pero no, había otro chico.

PTX's ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora