Capítulo 1

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Luc

Si existe un Infierno en la tierra, es la escuela. Y si hay alguien lo suficientemente calificado para hacer esa declaración, soy yo. Tomo una profunda respiración, por costumbre, ya que los demonios no tienen que respirar, levanto la mirada al amenazante cielo, esperando que se sea un buen comienzo, y abro la puerta de seguridad. Los lúgubres pasillos están tranquilos ya que la primera campana sonó hace casi cinco minutos. Sólo estamos yo, el detector de metales, y el encorvado guardia de seguridad con un arrugado uniforme azul. Se levanta de su estropeada silla de plástico, me mira y frunce el ceño.

—Llegas tarde. Tu identificación —dice con voz ronca, producto de fumar.

Lo miro de arriba abajo durante unos segundos, seguro puedo tirarlo con ligero soplido, y no puedo reprimir una sonrisa cuando brotan gotas de sudor por su frente. Me alegra ver que aún tengo el toque a pesar de que estoy realmente harto de este trabajo. Cinco milenios haciendo lo mismo. Para este viaje, el hecho de que el incumplimiento dará lugar a la desmembración y al regreso a las Pailas del Infierno es toda la motivación que necesito.

—Soy nuevo –le digo.

—Pon tu mochila sobre la mesa. –Me encojo de hombros, mostrándole mis manos. No tengo mochila.

—Dame tu cinturón. Las tachuelas encienden el detector. Me quito el cinturón y se lo lanzo al anciano mientras camino por el detector de metales. Me lo devuelve y dice roncamente: —Ve directamente a la oficina.

—No hay problema –le digo comenzando a alejarme.

Deslizo nuevamente mi cinturón por mis jeans y lo coloco nuevamente y empujo la puerta del despacho. Golpea fuertemente la agrietada pared y la recepcionista levanta la mirada, sorprendida.

— ¿Puedo ayudarte?

La oficina es tan pequeña y mal iluminada como los pasillos, a excepción de los brillantes anuncios de colores que cubren cada pulgada de yeso como papel tapiz psicodélico. Hay una placa de identificación que declara que la recepcionista es Marian Seagrave, y puedo jurar que oí crujir sus articulaciones mientras se levantaba de la silla. Tiene más arrugas que un shar-pei y el típico cabello corto, azulado y rizado de todas las mujeres que se aproximan a los cien años. Su redondo cuerpo está cubierto por un antiguo uniforme: pantalones de poliéster color turquesa y una blusa de flores a juego perfectamente metida adentro de sus pantalones. Camino hasta el mostrador y me inclino hacia ella. —Luc Cain. Primer día —le digo, mostrándole mi sonrisa ganadora, la que siempre hace perder un poco el equilibrio a los mortales.

Me mira por un segundo antes de encontrar su voz. —Oh.. ¡Bienvenido a la preparatoria Haden, Luc! Deja que imprima tu horario.

Teclea en su computadora y la impresora saca un papel. Mi horario, el mismo horario que he tenido durante los últimos cien años, desde el advenimiento del sistema moderno de educación. Hago lo que puedo fingiendo interés mientras me lo entrega y dice: —Aquí está, y también tú numero de casillero y combinación. Tendrás que recoger una papeleta de admisión de cada uno de tus profesores y traerla aquí al final del día. Ya te has perdido el inicio, así que deberías ir directamente a tu primera clase. Vamos a ver... ajá, inglés con el Sr. Snyder. Aula 616. Es en el edificio seis, al salir por aquí a la puerta derecha.

—Eso haré —le dije sonriendo. Conviene permanecer en el lado bueno de la administración. Nunca se sabe cuándo podrían ser útiles.

El timbre suena mientras camino hacia la puerta, entro a los ahora animados pasillos y el mar de olores que desprenden los adolescentes. Ahí está el picante cítrico del miedo, el ajo amargo del odio, el anís de la envidia, y el jengibre de la lujuria. Hay mucho potencial. Trabajo en adquisiciones, pero generalmente no es mi trabajo marcarlos, sólo siembro las semillas y los guío por el camino del fuego. Los capto empezando con los más pequeños pecados de arranque. No es suficiente para marcar sus almas al infierno, pero lo suficiente como para enviarlos en nuestra dirección con el tiempo. Ni siquiera necesito utilizar mi poder... no es como si me sintiera culpable si lo hiciera. La culpa no está en el repertorio de emociones. Simplemente es mejor cuándo pecan por su propia voluntad. Lo único que puedo hacer con mi poder es nublar sus pensamientos, borrar sólo un poco la línea entre el bien y el mal. Cualquier persona que diga que el Diablo lo obligó a hacerlo, está mintiendo.

Paseo por el pasillo, aspirando los aromas del pecado adolescente, tan espeso en el aire que hasta puedo probarlo. Estoy aquí por un alma en particular y, mientras camino hacia el edificio 6, me tomo mi tiempo, caminando lentamente entre la multitud y examinando a las chica. Soy el último en llegar a clase, justo al sonar la campana.

El aula 616 no es mejor que el resto de la escuela, pero por lo menos han hecho un intento en la decoración. Folletos de obras de teatro de Shakespeare (solo tragedias, me doy cuenta) decoran las paredes.

Los escritorios están agrupados de dos en dos y están ocupados casi por completo. Camino por el pasillo central hasta el escritorio del señor Snyder, extendiendo mi horario. Gira su delgado rostro hacia mí, las gafas reposan justo en la punta de su larga y recta nariz.

—Luc Cain. Necesito una papeleta de admisión o algo así —le dije.

—Cain... Cain... —se pasa una mano por el cabello gris, mientras explora su lista, encontrando mi nombre—. Aquí tienes. —Me entrega una papeleta amarilla, un cuaderno y una copia de Las uvas de la Ira y mira nuevamente su lista—. Muy bien, se sentará entre el Sr. Butler y la Señorita Cavannauh. —Se pone de pie, empujando hacia arriba sus gafas y alisando las analizables arrugas de su camisa blanca con botones y pantalones caqui—. Muy bien, clase —anuncia—. Cambiaremos asientos. Todo el mundo a partir de la señorita Cavannauh se desplazará un asiento a su derecha. Porque tendrán un compañero nuevo de ensayo por el resto del semestre.


Muchos de los cabezas huecas se quejaron, pero todos obedecieron. Me senté en el asiento que señaló el Sr. Snyder, entre Butler, un chico alto y delgado, con lentes, mala piel, y obvios problemas de autoestima; y Cavannauh, de ojos azul zafiro fijaban la mirada directamente en los míos. No había problemas de autoestima allí. Sentí el caliente choque de electricidad bajo mi piel mientras la devolvía la mirada. Su tamaño era menudo, con cabello rubio arenoso ondulado, que sujetaba una coleta alta, piel clara y ardiente. Una posible candidata para mí. Nuestro asientos están agrupados, por lo que parece que voy a tener muchas oportunidades para acercarme a... ella.

Demonios PersonalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora