VII

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La reina agita su mano para que los guardias se aparten, mueve sus dedos con lentitud y elegancia, creando así de la nada una aureola de agua, está utilizando la humedad del ambiente. De repente, se torna brillante y escarchada.

—Agua mística —pronuncio en voz baja.

—Así es —dice con una voz dulce y armoniosa—. ¿Me permitirías curarte?

—Sí —suelto en susurro apenas audible.

La reina levanta mi blusa y siento como coloca la aureola en mi espalda, un frío me recorre el cuerpo y en menos de un segundo, el dolor desaparece. La mujer a mi lado se pone de pie y me tiende su mano, la cual tomo con pena, para luego imitar su acto.

—¿Mejor? —pregunta.

—Sí, muchas gracias, su suma monarca —respondo.

—Por favor, no me llames así, sólo llámame Clarisse.

—No puedo, eso sería una total falta de respeto, mi reina —replico.

—Entonces, reina Clarisse para no perder la formalidad —expresa con una sonrisa que me contagia—. Disculpa a mis soldados, veo que el entrenamiento para endurecer sus corazones está funcionando perfectamente, tanto que se les olvida como deben tratar a una dama.

La reina Clarisse se vuelve para observar al solado que intento azotarme, el cual baja su cabeza avergonzado y deshace el látigo de agua. Siento como una mano sujeta la mía e instintivamente mi vista se posa sobre la reina, quien me observa con una sonrisa en el rostro, pero ésta desaparece en menos de un segundo al ver la cicatriz en mi mejilla.

—¿Cómo te has hecho esto? —pregunta mientras que sus dedos recorren la marca que me dejo el noble de Zerstodow.

—He tenido un...

—¡Clarisse!

La voz de otra mujer me interrumpe, ambas nos volvemos a la dueña de la voz, encontrándonos con una dama hermosa, con facciones finas como las de la reina, pero más perfiladas, su cabello es largo, el cual rebota con cada zancada que da, va vestida con un vestido azul ceñido al cuerpo, realzando su esbelta figura. Baja las escaleras con elegancia y no puedo evitar sentirme intimidada ante su presencia. Al aproximarse a nosotras, levanta su mano, creando con rapidez una esfera de agua y en menos de un santiamén, mi cuerpo es impulsado por la pompa acuosa que explota contra mí.

—¡Miranda, no! ¿Por qué has hecho eso? —La reina Clarisse corre hasta mí, pero un remolino de agua se forma a su alrededor, aprisionándola. Sin embargo, la reina con un simple movimiento con su mano, lo deshace—. ¿Cómo te has atrevido, Eryx?

Un hombre alto y fornido se posiciona al lado de la mujer que se hacer llamar Miranda; posee rasgos duros y severos, con una espesa barba azulada que asienta la rectitud de sus facciones. Con un sutil chasquido de dedos, hace que una gran masa de agua se eleve de la fuente y la deja caer sobre mí, el cuerpo acuoso entra en movimiento, hasta que deja mi cabeza libre para que pueda respirar. Sigue con el ajetreo y se detiene al adquirir una forma, mis ojos se abren de par en par al detallarla, se ha transformado en una especie de calamar gigante.

—Se le llama Animación de wunderment —suelta el hombre buscando disipar mis dudas. Lo detallo minuciosamente y mi vista se clava en el objeto brillante que decora su cabeza, es el rey de Aqueser.

—¡Eryx, no era necesario que la tratases de esa forma! —Brame la reina Clarisse.

—Te recuerdo que esta chica ha venido a un juicio, no a un acto de caridad.

—¿Y acaso opuso alguna resistencia?

—No, pero tampoco merece ser tratada con clemencia.

El rey se da la vuelta agitando la capa de su elegante traje con fuerza, el calamar comienza mover sus tentáculos para seguir los pasos de su invocador e ingresa de igual forma al castillo.

Los colores que predominan en la fachada también son los que decoran el interior del palacio, ganando dominio el oro, el cual brilla con intensidad al recibir los rayos de sol que atraviesan los grandes ventanales. El piso es de un deslumbrante porcelanato blanco, en el cual se reflejan nuestras figuras, mientras que el techo sigue con la fiel combinación entre zafiro y agua mística.

Todos avanzan a través del pasillo en un silencio sepulcral, haciendo que se intensifique el sonido de sus calzados al impactar contra el porcelanato, y en el caso del calamar, un chapoteo cada vez que uno de sus tentáculos toca el suelo.

—Te desconozco, Eryx —suelta la reina rompiendo el silencio.

El rey simplemente inhala profundamente y gira su cabeza para observar a su alrededor, se detiene y se vuelve hacia mí, toca al calamar con su dedo índice y presencio como el iris de sus ojos se ilumina, la animación que me mantiene cautiva se deforma, dejándome libre, el rey bate una de sus manos y toda el agua que utilizó para realizar la invocación sale por una de las ventanas.

—Debes tener cuidado en como actúas en público, Clarisse —dice.

—¿A qué te refieres? ¿Nos estaban observando? —pregunta la reina, recibiendo como respuesta un asentimiento de cabeza por parte del rey— Pero, no los he visto por ningún lado cuando he salido.

—Porque han estado ocultos en una de las torres, además, no importa si nos están observando o no, debes controlar tus emociones en público, a pesar de todo, ella es una hibrixter y no debe recibir un trato agradable por parte de la realeza... —El rey se vuelve hacia mí y ya no detecto esa rectitud en sus facciones, sino todo lo contrario, compasión— Pero recalco, no en público. Lamento lo de hace un rato, Adara. No te quise asustar y mucho menos lastimar.

«De acuerdo. Ahora estoy confundida».

—Yo también me quiero disculpar, Adara, no fue mi intención lastimarte, en defensa, esa pompa no iba tan recargada a como suelo lanzarlas, créeme, el daño hubiese sido mucho peor —suelta Miranda mientras me guiña un ojo, escondiendo a la elegante mujer en la parte más recóndita de su ser y dejando salir a flote a una totalmente extrovertida.

«Vale. Ahora estoy más confundida que antes».

La reina parece notar mi desorientación y me toma de la mano, haciendo que mis ojos se claven en su rostro, sin embargo, el contacto no dura mucho tiempo, ya que el rey lo rompe y me puja lejos de ella, lo miro desconcertada y sus facciones se vuelven a tornar rígidas, me da la espalda y me doy cuenta de que todos están observando hacia el frente, me pongo de puntillas para poder visualizar por encima del hombro del rey lo que está acaparando sus atenciones.

El estupor reina en mí al ver como la bruma negra irrumpe en el pasillo, un hombre alto y delgado se esconde detrás de ésta, da unos pasos hacia nosotros, permitiéndome detallar su rostro alargado y con facciones perfiladas, luce mayor, pero no tiene arrugas, sino grietas en sus mejillas, al igual que la porcelana cuando se astilla, las ojeras reflejan su cansancio, pero refuerzan sus rasgos siniestros. Una segunda persona sale detrás de él y cuando creí que no volvería a ver esa esclerótica negra, aparece de nuevo frente a mí, reviviendo los horribles recuerdos. Allí está, parado a unos cuantos metros lejos de mí, el noble de Zerstodow que me atacó en el bosque.

 Allí está, parado a unos cuantos metros lejos de mí, el noble de Zerstodow que me atacó en el bosque

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