XII

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—Entonces... ¿aceptas? —pregunta por tercera vez el rey.

—Ya te ha respondido que sí, Eryx, ¿cuántas veces le vas a preguntar lo mismo?

El salón de los tronos es más grande de lo que imaginaba, está ubicado en la cima del castillo, dejando a la vista hectáreas tras hectáreas de Aqueser, a lo lejos se puede apreciar las luces del abarrotado centro en las Trincheras y los escasos destellos de las casas en el Mancillar. Mi vista se posa en el rey, quien ha carraspeado su garganta estruendosamente para llamar mi atención.

—Es que se veía tan decidida cuando se negó en un principio y, ahora está de regreso frente a nosotros retractándose de la decisión que ya había tomado. ¿Hubo alguien quien te hizo reconsiderar mi propuesta?

—Bueno... yo...

—Sí hubo alguien —afirma—. ¿Puedo saber quién ha sido?

—Lo siento —digo cabizbaja—. Fue Karsten.

—¡¿Por favor dime que se ha metido entre tus bragas para hacerte cambiar de opinión?! —Pregunta Miranda en un tono desesperado y arrojando a la basura su formalidad.

«¡¿Pero qué demonios?!».

—¡Madre! —La reprime Karsten—. ¡Tanto te cuesta asumir que me gustan los hombres!

«De acuerdo, eso me dejó más perpleja de lo que ya estaba».

—Cariño, ya lo he asumido y no tengo problemas con ello, pero entiende, eres demasiado guapo y sufro por aquellas chicas que no podrán tenerte.

—Sabes, eso me da un poco de asco y terror, ya que eso significa que de algún modo te atraigo y eso es enfermizo, puesto que soy tu hijo —suelta Karsten, dejando los modales a un lado y veo como agita su cuerpo en un breve temblor, que en lo que a mí concierne, es para sacarse esa terrible idea de su madre de la cabeza—. Volviendo al tema, sí, fui yo quien tuvo que ver en ese cambio de decisión, tío Eryx.

—¿Cuáles fueron tus motivos?

—¿Perdona? —suelta.

—¿Cuáles fueron tus motivos para hacerle cambiar de opinión, Karsten?

—Bueno... yo...

—Porque me quiere enseñar a cómo controlar mis poderes como nobleza de Aqueser, rey Eryx —Me apresuro a contestar la pregunta.

Si mal no recuerdo, Karsten era aquel chico que vi entrenando con el rey antes de entrar al baño, y de ser así, creo que podré sacar algo de provecho de esta situación. El rey acaricia su barba mientras nos observa con detenimiento, Karsten mantiene su barbilla rígida, haciendo que se pronuncien con mayor fuerza sus facciones. Estoy por darle la razón a Miranda, pero Karsten me cae bien y si quiere que lo apoye en esa decisión lo haré, ya que me pude percatar de que su madre no está del todo de acuerdo con él.

—No sé si creeros —dice y en su rostro se puede denotar la duda sobre lo que he dicho, pero de repente sonríe, a lo que Karsten y yo nos vemos el uno al otro desconcertados—. Me agrada que os llevéis bien, ya tienes a alguien en quien confiar, ¿no es así, Adara?

—Ah... Sí.

—Ya hablaremos sobre el entrenamiento, ya podéis retiraos —Camino en dirección a la puerta, sin embargo, la profunda y fuerte voz del rey hace que me vuelva en su dirección cuando escucho que pronuncia mi nombre—: Adara, bienvenida a la familia —Le brindo una vaga sonrisa—. Karsten, ¿le podrías mostrar la habitación a Adara?

Karsten asiente y camino detrás de él, subimos por varias escaleras en silencio, las cuales parecen interminables, las paredes se encuentran abarrotadas de cuadros, los cuales se alternan entre paisajes preciosos a ilustraciones de los reyes y de los otros miembros que conforman y conformaron la familia real de Aqueser. Una vez llegado al piso destino, atravesamos una infinidad de pasillos, las paredes han sido pintadas con un estuco blanco, haciendo que brillen bajo el destello lunar que se filtra por las ventanas. La decoraciones de yeso que sirven de vértice entre las paredes y el techo, poseen ornamentas de oro puro, mientras que el techo sigue con el mismo patrón de zafiro y agua mística, del cual penden hermosos candelabros de oro y cristal, realzando la belleza en los pasillos del castillo. Él aún no se muta en pronunciar alguna palabra, me acerco lo suficiente a Karsten para no perderle de vista, ya que podría quedar varada en uno de estos pasillos y de seguro no sabría a dónde ir. Prefiero mil veces perderme en un bosque que en el castillo.

—Eres una mentirosa, no confías en mí —asevera con un toque de humor Karsten.

—Sí lo hago —voltea a verme y con su mirada lo dice todo—. De acuerdo, sólo un poco.

—Por cierto, ¿entrenamiento? ¿Cuándo he dicho que lo iba a hacer?

—No se me ocurrió nada más, ya que por lo que entendí, no querías que dijera nada de nuestra conversación —guarda silencio—. Él ya lo sabe, ¿cierto?

—Adara, él no es tan astuto, podrá ser el rey, pero quien en realidad toma las grandes decisiones, es mi tía Clarisse, ella es el genio detrás de la fachada musculosa de mi tío.

—Entonces, ¿la reina sabe lo que implica el que me consideren miembro de la familia real y lo que podría hacer con esa posición?

—Podría asegurar que ella se lo ha planteado a mi tío con ese fin. Conozco muy bien a mi tía y te puedo decir que ambos pensamos casi de la misma manera.

—Pero, ¿qué provecho sacará la reina con el que yo le muestre mi posición a los otros reinos?

—Desequilibrio.

—¿Desequilibrio? —inquiero confundida.

—Creo que ya hemos hablado mucho por el día de hoy —suelta.

—¡Oh no! No me dejarás con la duda, porque ahora siento que he tomado una mala decisión al aceptar, ya que no era sólo una redención, sino también un artilugio para utilizarme para quien sabe qué, y tú lo sabías, Karsten, me has engañado para tu beneficio.

—No Adara, lo que te he dicho sobre mi tía es una hipótesis, aclaré cuando he dicho que: "pensamos casi de la misma manera", más no igual, puede que esté equivocado y me atrevería a decir que he actuado impremeditadamente al buscarte y haberte hecho esa propuesta en fin de los ideales que tiene mi tía para contigo, pero la verdad en todo esto, es que la única quien saldrá favorecida aquí, eres tú.

—¿De qué manera?

—Reconocimiento, poder, gloria. Eres la primera hibrixter en ser aceptada en la familia real durante generaciones, controlas dos elementos, eso te permitirá escalar posiciones y llegar a lo más alto, con ello le demostrarás a aquellos quienes los quisieron matar, que pueden estar en el mismo lugar en el que ellos están ahora. Es cierto, vuestro linaje es impuro, pero mientras seáis fiel a vuestra familia real no habrá problema, ya que defenderéis y seréis devoto a vuestro país natal.

—Recuerda que también tengo genes de la nobleza de Windrinka.

—Pero, ¿dónde naciste y te criaste?

—Aqueser.

—Exacto, ahora descansa, que mañana te toca un día muy duro con mi entrenamiento —Lo veo marcharse por el pasillo y antes de que cruce en la esquina, lo llamo:

—¡Karsten! ¿De verdad eres gay?

—Mmm... diría bisexual, sí, me gustan más los pepinos, pero puedo cambiar de gusto por una noche si lo deseas, no tengo tapujos a la hora de la actividad sexual.

—Eres asqueroso, mejor me voy a dormir —Estoy por entrar al cuarto, pero me detengo cuando pronuncia mi nombre—. ¿Qué?

—¿Sabes cuál es tu posición en la familia real ahora?

—¿Una damisela?

—No, eres sólo una nobleza —sonríe—. Eres una noblezahíbrida.

 Eres una noblezahíbrida

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Nobleza HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora